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Así funciona una protectora de animales

Así funciona una protectora de animales

El papel que desempeñan los voluntarios es fundamental para rehabilitar física y psicológicamente a los animales abandonados

JOSÉ MIGUEL GONZÁLEZ

Domingo, 8 de septiembre 2019, 19:13

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Es mediodía y el sol se impone con fuerza sobre el número 4 del Camino de Las Erizas. Allí, al otro lado del portón verde, se encuentra la Protectora de Animales y Plantas, un refugio que alberga cerca de un millar de animales -la mayoría de ellos perros- que han sido abandonados y que esperan con esperanza la oportunidad de encontrar una nueva familia que les acoja.

Durante esa travesía temporal, el papel de los voluntarios se hace fundamental para poder rehabilitar física y psicológicamente a los canes y felinos. «No se dejan poner la correa, tienen miedo, cuando los traes al patio de recreo se arrinconan», comenta Manolo Flores, uno de los miembros. «Los podencos provienen de la caza, o abandono directamente. Y el resto de perros, de todo, te los traen aquí o incluso te los puedes encontrar en bolsas de basura», añade mientras se dispone a desparasitar un pequeño grupo de perros.

El elevado número de animales impide que se pueda llevar a cabo este procedimiento con las clásicas pipetas, por lo que se ven obligados a usar un líquido que se echa detrás de las orejas y el lomo. Una práctica habitual en las ganaderías para abaratar costes y que los veterinarios ven segura. Este protocolo es fundamental para prevenir la aparición de brotes como las garrapatas: un incordio para los perros y de fácil contagio. Por eso es crucial aislar aquellos ejemplares que se encuentran infectados hasta que termina el periodo de desparasitación.

Cuando los pequeños cuadrúpedos huelen el momento de salir de sus cheniles (también conocido como 'box' o caja metálica donde habitan), la felicidad los invade de una manera sobrenatural. Saltan y ladran a la par que mueven sus colas de manera zigzagueante esperando ese ansiado instante para poder correr por el patio o simplemente dar un paseo para alejarse de las cuatro paredes de reja que los separa del resto. Entre los afortunados que les ha tocado estirar las patas se encuentra 'Lechón', un pequeño bretón de color canela y blanco con unos flecos muy llamativos en sus piernas. Junto a él se encuentra una pequeña podenca llamada 'Blanca'.

Desgraciadamente, no todos los perros corren la misma suerte en la protectora. Aquellos que son de raza suelen ser los más demandados por las personas que se animan a adoptar un can, a excepción de los podencos. Entre los preferidos se encuentran los cockers spaniel y los galgos, perros de caza que durante las últimas décadas han obtenido una gran popularidad, a diferencia de los mestizos, que pueden llegar a estar años y años esperando encontrar un nuevo hogar. Ése es el caso de 'Camaro', que lleva más de siete buscando una nueva familia. Durante este tiempo, su relación con los humanos ha sido compleja, apenas se deja acariciar y es reacio a que se le ponga correa. Su desconfianza viene marcada por un pasado oscuro que lo dejó marcado y que paulativamente está dejando atrás gracias al papel intensivo que hacen los voluntarios.

En ocasiones el estado en el que llegan algunos animales es extremo. «Ha habido casos en el que hemos entrado al chenil y nos ha costado reconocer que había un perro», cuenta Pepi Guzmán, una de las voluntarias del centro. Se unió a la labor de la protectora cuando la visitó por primera vez para donar los enseres de su antigua mascota, ya fallecida. Una vez allí decidió dedicarse plenamente a la atención y el bienestar de estos animales. «Empecé en el módulo A y ahora soy voluntaria de mercadillo, donde se venden materiales y cosas para el beneficio de los perretes; también estoy en aeropuertos», añade mientras trata de llamar a 'Elizabeth', una de las perras que se encuentran en el patio de recreo.

La actividad que asumen los 408 voluntarios es muy importante para poder llevar adelante la titánica gestión de una protectora que en estos momentos triplica el número de animales que es capaz de albergar. A esto hay que sumarle una red de casas de acogida que actualmente cuenta con más de 130 cachorros. Ante esta situación, Carmen Manzano, presidenta de la Protectora de Animales y Plantas, denuncia la falta de medios con la que tienen que lidiar esta masificación: «Ayer (por señalar un día de actividad normal) entraron en total 13 animales. A este ritmo es imposible mantener una protectora. No solo por la falta de espacio que ya existe, sino por los medios con los que hay que hacer frente a todo eso».

Este problema se incrementa cuando se producen brotes de enfermedades contagiosas. «Cuando un animal entra, lo primero que hace el equipo veterinario es desparasitarlo. Si es cachorro meterlo mantenerlo en cuarentena; y si es adulto, en patios de adaptación temporal. Esos patios existen por si un animal entra enfermo, no contagie al resto. Pero claro, si entran 13 animales a la vez ahora mismo es imposible», comenta con preocupación Manzano.

Los voluntarios son el pilar fundamental

Las limitaciones que cuenta el Centro Zoosanitario Muncipal, la única iniciativa pública, dificulta aún más la situación. «Tenemos un convenio con el Ayuntamiento por el cual, cuando la perrera está cerrada a las seis de la tarde o los fines de semana, nosotros somos los encargados de recoger a los animales. Con ese convenio ellos nos dan 60.000 euros al año, parece una cifra importante, pero solo en pienso se va más de 5.000 euros y en sueldos casi el 40% de nuestro presupuesto», añade Manzano. El problema económico no es aislado, hace días la Asociación de Amigos de Animales Abandonados (Triple A) de Marbella advertía que tenía que cesar su actividad por la falta de recursos. Marcaron una cantidad de 50.000 euros para seguir desempeñando sus labor.

El compromiso de la protectora que dirige Carmen Manzano con la unidad municipal (Centro Zoosanitario Muncipal) surge por la falta de espacio y medios que tienen los funcionarios públicos: poco personal y horarios muy restringidos (la perrera municipal abre de 9.30 a 14.00 horas, de lunes a viernes). Sin embargo, el resto de asociaciones tienen un compromiso más amplio. Por eso es fundamental el papel de los voluntarios, claves para sostener el sistema actual. También en casos más graves que necesitan, por ejemplo, de intervenciones de cirugía.

De este tipo de intervenciones se encargan los dos veterinarios de la Protectora de Animales y Plantas. La labor de ellos es imprescindible para poder salvaguardar la salud de los animales que allí residen. Cuentan con un módulo donde se realizan las distintas revisiones u otro tipo de trabajos. «Normalmente solemos tener varias cirugías programadas a lo largo del día, dos o tres, y luego el resto del tiempo lo solemos dedicar a atender a los animales de aquí; y aparte hay casos no programados: los animales que entran de fuera -atropellados, en casa de acogidas, etc- y son urgencias», explica Márquez Márquez, uno de los veterinarios.

Luego está el tratamiento de las enfermedades crónicas, como por ejemplo la epilepsia, que es algo que requiere una atención plena para evitar complicaciones futuras. Dentro del centro hay cuatro animales con esta patología y otros con legmania, que en algunos casos se puede controlar o eliminar. Muchos de ellos suele tenerla ya de por vida y necesitan controles periódicos. El famoso 'moquillo' también suele hacer acto de presencia; algunos lo superan muy rápido y otros, sin embargo, se quedan como portadores latentes aunque no tengan síntomas, pudiendo contagiar al resto a través de las secreciones y pueden quedarse en esa situación seis o siete meses. Pero los canes no son los únicos que tienden a sufrir complicaciones de salud, algunos felinos también llegan en una situación muy delicada. «Tenemos gatos con leucemia e inmunodeficiencia felina y no pueden estar en contacto con otros», explica Márquez. A pesar de ello, hay personas que se interesan en adoptar a estos animales en situación de vulnerabilidad para intentar mejorar su calidad de vida, más aún cuando han tenido la oportunidad de conocerlos.

138.000 mascotas abandonadas en un año

En España, un total de 138.000 perros y gatos fueron abandonados el año pasado, según la Asociación Españoles de Veterinarios Muncicipales. Una cifra alarmante y que ha puesto de manifiesto la necesidad de poner en marcha una campaña de concienciación a través de 200 veterinarios de todo el país. con la colaboración del laboratorio salud animal Zoetis. Los especialistas denominan esta situación como «una lacra social», pese al estar contemplada en el código penal con penas de entre uno y tres años de cárcel. El presidente de la asociación, Juan Carlos Ortiz, afirma que tan solo «el 15% consigue regresar con su propietario». Por su parte, la directora de la Unidad Animal de Zoetis, Marta Sánchez, destaca que el abandono de mascotas es «un asunto grave con connotaciones humanitarias y también de salud pública».

En este sentido, el trabajo que se desempeña en las protectoras es de gran importancia, no solo por ayudar a los animales, sino también para concienciar a la sociedad. «Tenemos un programa de charlas escolares de concienciación. Aunque todavía queda muchísimo camino que recorrer en educación y a nivel legal; en lo que lleva la protectora de semestre, 420 propietarios han abandonado su perro aquí. Esto es una barbaridad incompresible, miembros de la familia abandonados como si fueran objetos que ya no sirven», comenta Julia Cobaleda Atencia, encargada de distrubuir a los voluntarios a los diferentes módulos.

Trini Irigoyen, presidenta de la Asociación Perros de Málaga, también lamenta la complejidad para desempeñar la labor del voluntariado, especialmente a nivel emocional: «Es muy difícil realizar el voluntariado y ver que una familia trae a su perrito tras 16 años en su hogar porque ya está viejo y no lo quieren. O patrullas de policía que llegan con camadas de cachorros abandonados en la vía pública».

Ante estos casos es difícil revetir la decisión de los dueños, lo que acaba desembocando en una sensación de frustación grande. «Hablamos con ellos, intentamos que se los queden unos días más mientras les buscamos alguna casa temporal, pero muchas veces no lo conseguimos y son animales que no se adaptan o fallecen. En estos casos, la impotencia y la frustración que sentimos los voluntarios hacen replantearnos muchas veces si merece la pena seguir luchando», explica Irigoyen. Pese a ello, la satisfacción eclipsa los malos tragos «cuando recibes una foto de un perro que fue adoptado hace años, y entonces te das cuenta que para algunos no llegas a tiempo, pero para otros muchos llegaste en el preciso momento de cambiar sus vidas».

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