Del escarmiento de Rueda al abrazo de Díaz y López: la trastienda del debate
La candidata de Vox se rebela contra sus colegas en un debate marcado también por el hieratismo de Garzón y la prudencia de Montesinos
Todavía en la entrada a los estudios de 101TV, Nacho López, coca-cola en mano, puso palabras a una sensación colectiva: «Todo el mundo ... está muy cansado». El candidato socialista conversaba informalmente con Alberto Garzón y Pablo Montesinos, los primeros en llegar al debate moderado por el director de este periódico, Manuel Castillo. El candidato de Unidas Podemos ha estrenado paternidad en una época convulsa: «Mi hija tiene catorce meses y en este tiempo ya ha habido cuatro campañas y una negociación de gobierno». Incluso con la cuenta atrás activada cuesta creer que el 10 de noviembre haya elecciones. «Yo pensé que llegaríamos a un acuerdo», confesaba López minutos antes de que se encendieran las cámaras. Garzón, el más cercano de los cabezas de lista malagueños a las negociaciones frustradas, dio la clave: «Iglesias y Sánchez creían que el otro acabaría cediendo en el último momento».
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A su llegada, Guillermo Díaz apretó las manos de Garzón y Montesinos, único participante con corbata, y abrazó a López, diana de casi todos los dardos. «¡Están obsesionados con el PSOE!», protestó el candidato socialista durante el programa. Su enfrentamiento con Patricia Rueda a cuenta de la violencia machista tensó el debate. La número uno de Vox, escarmentada del perfil bajo mostrado en abril, se revolvía en su asiento cada vez que definían a Vox como un partido de extrema derecha: «Somos de extrema necesidad». Cuando López la acusó de negar la violencia machista, Rueda elevó el tono: «Soy la única mujer de esta sala, no me vas a explicar qué es la violencia de género». En el siguiente bloque pidió disculpas: «No es mi tono habitual, pero no sabéis lo duro que es sentirse constantemente atacada por este asunto».
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Un debate dinámico e incisivo
Cuando llegó el momento de confesar sus platos favoritos, Díaz ya había recomendado en privado la sopa Viña AB del restaurante Nerva. Al diputado de Ciudadanos se le dan bien las alitas de pollo a la barbacoa. Garzón también reconoció ser un cocinitas: «Me sirve para desconectar». El candidato de Unidas Podemos, más hierático que el resto, casi sin intervenciones fuera de turno, aguanta sin café las largas jornadas de trabajo. «¿Eres de los de cola-cao?», preguntó Castillo: «Tampoco, prefiero un zumo de naranja todas las mañanas». Montesinos, que ha perfeccionado el estilo zen desplegado en primavera, parecía postularse para ejercer de mediador entre sus colegas en el Congreso, censurando los encontronazos.
El candidato del PP, amante de la paella y el vino, quiso sacarle algún titular a López, que se quejaba: «No me sometas a un tercer grado, Pablo». Periodista de profesión, demostró que maneja bien los tiempos y dirigió muchas de sus escogidas balas a Ciudadanos: «Entiendo el nerviosismo por las encuestas». A Patricia Rueda, que provocó una divertida reacción de incredulidad en Garzón cuando culpó a la izquierda española de la situación en Venezuela, prefiere la cazuela de fideos y el gazpacho. Díaz, exgerente del cine Albéniz, emula a John Ford cuando tiene algo de tiempo libre pidiendo un whisky solo.
Castillo sorprendió preguntando por los últimos regalos hechos y recibidos. El candidato del PSOE confesó primero: «Mi hijo me hizo un dibujo entrañable y yo le regalé un Pokémon que le había prometido». Las negociaciones entre padre e hijo resultan más fructíferas que entre su partido y Unidas Podemos. Díaz, un apasionado de la historia, acaba de regalarle una chaqueta de cuero a su mujer y guarda como oro en paño un libro de Augusto Ferrer-Dalmau entregado hace unos días por el propio pintor. Montesinos, más discreto, recordó que la semana pasada le dieron un tarro de miel en Yunquera «que ya tomamos toda la familia». Las últimas compras de Garzón han sido una pelota de goma para su hija «en un todo a cien» y un lector de e-books para su mujer, embarazada por segunda vez. A cambio ha recibido un pijama de invierno que le será más útil en Madrid que en Málaga. Rueda estrena estos días su reloj Apple Watch y compensa sus habituales retrasos en los almuerzos con su madre regalándole flores.
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En el turno para la autocrítica, el candidato socialista admitió que en casa le reprochan pasar demasiado tiempo pendiente del teléfono móvil. Como Montesinos, incapaz de desconectar. Díaz reconoció ser un hipocondríaco de manual, como su admirado Woody Allen, y Garzón también confesó pasar demasiado tiempo lejos de la familia. Rueda explicó que a menudo es «demasiado perfeccionista». En fin, como escribió Ángel González: «Nada grave».
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