Enrique Sanjuán, el discreto juez estrella de lo Mercantil
Vidas con huella ·
El 'juez de las cláusulas suelo' no se sintió especial, sólo «abrumado», el día que la Justicia europea exigió devolver todo lo cobrado de más por la banca, cuestión que fue el primero en plantear. Enrique Sanjuán trabajó en UGT y dio clases para costear carrera y oposiciones. El juez que ayudó a salvar al Málaga se colapsó y dio el salto temporal a la abogacía. Defendió a estafados de RumasaA su padre, ebanista y luego comerciante, la idea del 'niño' de la casa de ponerse a hincar codos tras terminar Derecho para opositar a ... juez no le hizo ninguna gracia. En aquella casa de Loja no había antecedentes en el mundo jurídico, ni siquiera universitarios, pero sí mucha cultura del esfuerzo, con horarios de bazar chino en la tienda, y el mensaje machacón a su hermana y a él de hacerse con un título para tener un futuro mejor. Se haría con el de Derecho y luego dos más: Licenciado en Administración y Dirección de Empresas y Graduado en Económicas, másters de la UNED aparte. «Me sirven para comprender, no para juzgar», dice sobre el saber económico este jurista especializado en quiebras y procesos concursales, una materia con rango propio en España hace sólo 15 años. Ha creado escuela desde su orla de pionero, aunque lamenta que los cambios legales no hayan alejado «la muerte civil por falta de cultura de la insolvencia». «Mi padre trataba de quitarme la idea de las oposiciones porque pensaba que a juez no se entraba sin enchufe, y yo le decía que si eso fuera así y de 20 plazas hubiera sólo una disponible, esa sería para mí», recuerda un tesón veinteañero que le llevaría con el tiempo de juez de provincias al estrellato involuntario aquel 21 de diciembre de 2016, cuando el Tribunal de la UE le respondió a sus dudas tras la sentencia del Supremo, tres años antes, que restringía a 2013 la devolución del exceso cobrado. El fallo sacudió al Alto Tribunal, a la banca y alumbró una ingente pedrea de millones que les puso las pilas a los deudores hipotecarios más que al Gobierno. «Me acusaban de crear un grave prejuicio al sistema, pero nunca vi los informes que decían. ¡Vas a hundir España!, eso me lo han llegado a decir, pero yo me lo tomé con naturalidad. Resuelves en conciencia. ¿Te puedes equivocar? Sí, pero aquí estaba convencido de llevar razón», recuerda el antes y el después de una cuestión con sobre las cláusulas abusivas en los contratos.
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«¡Vas a hundir España!, eso me lo han llegado a decir a mí, pero me lo tomé con naturalidad. Resuelves en conciencia»
El barrio Alto de Loja, un vecindario trabajador, fue la patria infantil y donde hizo el bachiller. Reconoce que la buena mano de algún profesor le despertó un interés temprano por el Derecho a aquel joven inconformista. A su niñez en la ciudad de fríos y calores extremos se remonta una larga fijación por Málaga, la ciudad donde vive con su mujer y sus dos hijas. Su familia trabajó esa querencia por la ciudad con sufridos y felices domingos de playa, un éxodo de muchas horas de utilitario. El hoy magistrado de la sección I de la Audiencia de Almería vive y trabaja entre las dos capitales desde que a la vuelta de una excedencia, entre 2009 y 2012 para trabajar de abogado en Martínez Echevarría, regresó a la judicatura. En Málaga, además de la enseñanza, le ocupa la organización de congresos de su especialidad que nacieron en busca de eficacia pedagógica para mejorar la formación y la «cultura de la insolvencia» entre economistas y abogados. Este curso en la UMAtiene a 160 alumnos, y cada clase de Mercantil es también un reto de motivación: «Mientras paseo y fumo antes de la clase voy perfilando cómo la abordaré para que el interés no decaiga. A estos temas tan áridos hay que saber darles su punto», esboza un empeño académico al que no le echa cuentas.
Carrera
Y es que la docencia, aunque por razones alimenticias, data de cuando tuvo que pagarse la carrera y las oposiciones. Sacó tras cuatro años las de fiscal, pero como no había plaza lo intentó con las de juez, dos años extra en los que trabajó dando clases en una academia por las tardes. «Durante la carrera había trabajado en la UGT de Granada, y participaba como 'hombre bueno' en el arbitraje laboral en el CEMAC y aquello de ser estudiante de Derecho era un plus», comenta este temprano buscador de independencia que la ha puesto al servicio de un oficio que imprime carácter como pocos. Además de al lado de los consumidores, está de parte de Jueces por la Democracia «sin apetencias políticas». El gusanillo del derecho mercantil ya le había picado cuando al juzgado de Vélez –su primer destino– le llegaban los libros sobre quiebras que un abogado –Fernando Gómez, con despachos en Bilbao, Madrid y Málaga– enviaba a juzgados de toda España. La especialidad empezaba. Su promoción, la del 2003, hizo de conejillos de indias con él al frente del juzgado piloto de Palma de Mallorca, donde trabajó durante año y medio. Estrenaría el Mercantil de Málaga, donde tiró la toalla en 2009 desbordado por el colapso y sus quejas en saco roto. Se pasó al ejercicio de la abogacía. Volvió a la judicatura y el paisaje no cambió mucho:«La justicia no da votos. ¿Invertir en ella...? Si cinco hacemos el trabajo de diez parece que da igual», se resigna.
Nunca ha sido administrador concursal cuando abogado, exigencia que compartía su bufete. «He preparado a muchos de ellos. Aunque hay compañeros que me han criticado, no veía ético estar en la lista de administradores si yo era uno de los que había estado formándolos y son en algún caso compañeros tuyos los que te tenían que nombrar».
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