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Algunos de los pequeños que estudian en la escuela de Mfereji. :: sur
El colegio solidario en mitad de la sabana

El colegio solidario en mitad de la sabana

Enjipai es la asociación con corazón malagueño que ha impulsado la creación de una escuela en Tanzania. Mfereji es el nombre del poblado masái donde Laura Martínez y María Cerezo construyeron el colegio hace cuatro años

CLAUDIA SAN MARTÍN

MÁLAGA.

Lunes, 30 de diciembre 2019, 00:03

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Lekishon, un guerrero masái, partió un día de su aldea en Mfereji, Tanzania, hacia la ciudad más cercana para buscar un futuro mejor para los niños de su poblado. Lekishon precisaba un empleo y aprender inglés para poder ahorrar y construir en Mfereji un pequeño colegio donde los pequeños tuvieran una oportunidad más allá de las fronteras de su aldea. Volvió sin mucho éxito, pero al poco tiempo aparecieron en su vida Laura Martínez y María Cerezo para impulsar su sueño.

En 2011, Laura, sevillana afincada en Mijas desde hace más de 30 años, y María, de La Rioja, se conocieron en un voluntariado en Kenia. A su vuelta a España, ambas sintieron la necesidad de crear un proyecto en común de ayuda exterior que impulsara a los pueblos y aldeas más desfavorecidas de África. Se pusieron entonces manos a la obra buscando una causa para poder emprender esta aventura. Por casualidad, en 2012, se toparon con un mensaje que Lekishon dejó en un pequeño blog de Internet solicitando ayuda para crear una escuela en su aldea. Cuando Laura y María contactan con este chico masái mediante correo electrónico para conocer su necesidad y empezar a mover los hilos, reciben una negativa. «Se reunieron todos los ancianos y vieron que no se podían hacer responsables de nosotras, entonces nos dijeron que no al proyecto», explica Martínez. A las dos semanas, otro 'email' las sorprendió, esta vez con un sí para poder comenzar la construcción de la escuela cuanto antes. «La forma de vivir es muy diferente a la nuestra. Cada vez que vamos no nos dejan solas ni un minuto para que no nos ocurra absolutamente nada», cuentan.

Una vez en el terreno, conociendo a esta aldea masái y cómo podían ayudarlos, comenzó a tomar forma Enjipai, el nombre de esta asociación que significa 'felicidad' en su lengua indígena, el Maa. Laura y María movieron los hilos necesarios para poder recaudar los 8.000 euros iniciales que necesitaron para la construcción de la escuela. El proyecto tuvo éxito, y en un año y medio, Nashipai, el colegio de la aldea, comenzó a erigirse entre todos. «Ellos no tienen acceso a la escuela pública porque no saben el idioma oficial del país, que es el inglés y el suajili y, además, el colegio más cercano está a seis horas andando» relata Martínez. Nashipai lleva ya cuatro años funcionando, y es sólo el principio de un proyecto que ya está dando sus frutos. En total, 66 niños y niñas masáis de entre 3 y 11 años estudian en esta escuela; muchos de ellos ya han dado el salto a colegios públicos donde están internos durante la semana: «Están sacando muy buenas notas, son unos campeones. Tenemos un programa de apadrinamiento escolar para que estos niños puedan recibir todo el material escolar, el uniforme, el desayuno y el almuerzo», cuenta Laura en declaraciones a SUR.

Uno de los objetivos de Martínez y Cerezo es que fueran ellos mismos los que manejaran y coordinaran el proyecto, no sólo cuando ellas estuvieran presentes. La construcción del colegio también ha mejorado la calidad de vida de la población masái de Mfereji; en 2012 daban clases bajo los árboles y ahora ya tienen su espacio en el que un profesor enseña a estos pequeños cada día. En 2016, además, se construyeron las primeras letrinas en el poblado, y Laura y María comenzaron a trabajar mano a mano con las mujeres de Mfereji para que sean el motor de su cambio y comiencen a generar ingresos propios a través de la bisutería. «Ellas venden lo que hacen en mercados cercanos, y nosotras también vendemos aquí. Cada seis meses le mandamos los ingresos y ellas los gestionan. Son las que hacen que funcione la comunidad», relata Martínez.

Su nuevo proyecto es la construcción de un pozo en la aldea, que carece de agua potable

El proyecto no se detiene

Como proyecto a largo plazo, pretenden construir un pozo en la aldea, que carece de agua potable. Las mujeres han de caminar durante seis horas al día para tener acceso a esta necesidad básica, a pesar de que en la escuela se construyeron dos bidones de 5.000 litros para almacenar las aguas pluviales. Lo cierto es que Laura reconoce que cada vez que tienen algo ahorrado para impulsar esta última idea surge una emergencia en la aldea a la que han de poner solución: «Ahora tienen una sequía muy fuerte, y ellos se dedican al pastoreo y se le están muriendo las vacas. Hemos cogido el dinero que teníamos para el pozo y se lo hemos mandado para esta crisis que tienen», cuenta.

En el plano educativo, seguirán trabajando en más programas para que los pequeños de Mfereji puedan realizar sus estudios hasta la secundaria y labrarse un futuro mejor dentro o fuera de sus fronteras.

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