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Málaga vuelve a quedarse muda tras el cierre del comercio no esencial
Numerosos bares y cafeterías del Centro se reinventan para servir comidas a domicilio. En los barrios, la vida se mantiene pese al cierre de negocios
Málaga capital ha retrocedido casi un año y parece encontrarse en un bucle infinito a consecuencia del Covid-19. El cierre de todo el comercio ... no esencial en la ciudad ha provocado este miércoles una estampa que recuerda a los peores meses de la pandemia, con calles vacías y el silencio reinando en cada esquina. Una situación que ha llenado de dolor y rabia tanto a empresarios como a clientes, que han intentado acostumbrarse a esta nueva anormalidad que ya cansa en exceso.
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Aunque los comercios y los bares deben permanecer cerrados durante 14 días, numerosas cafeterías y restaurantes han apostado por mantener la actividad aunque sólo puedan atender pedidos a domicilio o para llevar y los clientes sean escasos. En el caso de los desayunos, muchos bares (principalmente del Centro) han puesto una mesa en la entrada a modo de barra para entregar los pedidos.
Uno de ellos ha sido el Café Central, hasta donde han acudido muchos clientes de oficinas y de bancos, que sí mantienen la actividad. Su propietario, Rafael Prados, ha explicado que en esta situación tan delicada no les ha quedado otra. En ningún momento se ha pensado cerrar porque ya le cuesta hasta pagar las nóminas. «La gran diferencia con el otro cierre, es que los empresarios están ya al límite y hay que intentarlo todo», añade.
En otra parte del Centro, el bar La Fragata también ha abierto para dar desayunos y comidas. Hoy han preparado berza para sus clientes más asiduos. Lucía Palma, su propietaria, asegura que van a trabajar todo el tiempo que puedan porque «a mi en casa no me ayuda nadie». Durante toda la mañana han tenido un goteo de clientes de oficinas e incluso muchos le habían reservado el menú para mediodía. «No hay el volumen de otros días, pero por poco que hagamos ya es algo».
La vida en los barrios
Pese al cierre de los negocios no esenciales, la vida en los barrios se asemeja más a la habitual que en el Centro, ya que los vecinos han seguido saliendo a la calle para hacer sus mandados diarios. En la barriada La Paz, en la Carretera de Cádiz, Gloria e Isabel, dos amigas, volvían a casa con los carros llenos hasta arriba. Antes de la hora de comer, confesaban que por la mañana estuvieron en el mercadillo y que después han comprado algo en la carnicería y en la panadería. «Nos da mucha pena por los pobres de los bares», apuntan. Ya de vuelta a casa, cerca del mediodía, reconocen que la gente sigue en la calle y piden a los políticos que no tomen medidas que hagan daño a la economía porque sólo sirven para condenar a unos pocos. «Lo que tienen que hacer es controlar a los que son positivos y evitar que salgan a la calle», opinan.
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En otra zona de la ciudad, en la barriada de Cruz de Humilladero, la situación es similar. Pese a tratarse de una zona muy comercial y de contar con numerosos negocios de ropa y calzado, el grueso de los comercios permanecen abiertos al servir productos de alimentación, ser peluquerías o centros médicos. La única diferencia respecto a los días anteriores es el cuchicheo que hay en la puerta de las tiendas. «Esto va a ser la ruina para todos los comercios», opinaba Lola.
En la calle Alfambra, por poner un ejemplo, trabaja Carlos García. Este empresario explica que la actividad ha bajado bastante porque «hay miedo» y muchos clientes han decidido quedarse en casa. «En esta zona viven muchas personas mayores y prefieren quedarse en casa; que estén todos los comercios de alrededor cerrados tampoco ayuda». Habrá que confiar en que sean sólo dos semanas
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