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Beatriz Martín, titular de la farmacia Mayorazgo de la capital.
Beatriz Martín: «El verdadero encierro estos días está siendo la farmacia»
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Beatriz Martín: «El verdadero encierro estos días está siendo la farmacia»

Esta farmacéutica de Málaga vive el estado de alarma entre sus responsabilidades profesionales y las familiares, con dos hijos menores en casa y su marido que tiene que salir también todos los días a trabajar

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Sábado, 28 de marzo 2020, 02:31

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Nunca llegó a imaginar que la crisis sanitaria del Covid-19 derivara en un confinamiento de toda la población en casa, aunque ella y su marido apenas se están enterando, ya que pasan gran parte del día fuera de ella trabajando. El jueves previo al decreto de emergencia del Gobierno, Beatriz Martín observó un aumento inusual de clientela en su farmacia que demandaba mascarillas, guantes, hidrogeles y todo tipo de medicamentos, sobre todo, paracetamol. Sin embargo, no lo asoció a lo que solo dos días después se declararía el estado de alarma. «Se corrió la voz de que el paracetamol era bueno y la gente empezó a hacer acopio. No damos abasto a venderlo cuando hay otros analgésicos que son igual de efectivos para la fiebre y el dolor». En estos momentos lo tiene agotado. Los pedidos de este medicamento y de termómetros es continuo, al igual que complementos de vitamina C y los indicados para reforzar las defensas del organismo.

A todo este desenfreno laboral, con jornadas interminables de trabajo, de mañana y tarde, Martín tiene que sumar la cara B de esta situación: la atención en casa a sus hijos de siete y nueve años, ya que su marido trabaja en una empresa de construcción y también pasa gran parte del día fuera. «Gracias a una señora que sigue viniendo y nos ayuda con el cuidado de los niños podemos salvar esta situación tan extraordinaria y continuar trabajando».

Sin embargo, esta profesional se levanta cada mañana con deberes ineludibles antes de salir para la farmacia Mayorazgo de la que es titular. Ayudar a sus hijos en las tareas escolares. «El colegio no para de mandarles trabajos y ellos aún no controlan bien la plataforma. Cada asignatura tiene una clave de acceso y, para colmo, como van a un colegio inglés, o te desenvuelves con el idioma o tampoco puedes ayudarles mucho. A esa locura, súmale llamadas constantes de teléfonos para hacerte pedidos, preguntándote si tienes tal o cual cosa o pidiéndote recomendaciones. «Hay mucha gente que nos demanda mascarillas y guantes porque están expuestos en sus trabajos, pero no nos llegan y lo poco que entra lo hace a unos precios desorbitados». La gente se queja y con razón, porque las mascarillas cuestan ahora cuatro o cinco euros cuando antes de esta crisis valían solo uno. El problema no es el precio, según esta profesional, sino la gran carestía que existe. Tiene lista de espera de medio centenar de personas para adquirir esos productos desde hace semanas, a los que se han sumado en los últimos días una gran demanda de guantes.

Martín admite que esta crisis sanitaria y el confinamiento ordenado por el Gobierno lo está viviendo con un gran estrés, por la sobrecarga laboral y por la situación de aislamiento que tienen que vivir sus hijos en casa. Una situación difícil de compaginar, confiesa. «Para mí, estos días, el verdadero encierro está siendo la farmacia. No salgo de allí apenas. Hasta mi marido tiene la percepción de que apenas ha cambiado nuestra vida», lamenta.

Beatriz Martín ayuda a sus hijos de siete y nueve años con los deberes del colegio.
Beatriz Martín ayuda a sus hijos de siete y nueve años con los deberes del colegio.

Pese a todo, esta farmacéutica le acaba encontrando un lado positivo: «Al menos, cuando salgo a trabajar puedo ayudar a la gente». Sin embargo, es consciente de que estar en primera línea de fuego tantas horas multiplica los riesgos de un posible contagio. «Quienes trabajamos en la farmacia estamos preocupadas, por eso, hemos instalado mamparas, hemos marcado una distancia de seguridad al mostrador, usamos mascarillas y guantes, y estamos constantemente desinfectando los mostradores y el suelo con lejía», indica.

Lo peor es cuando llega a casa y le sobrecoge la idea de poder transmitirle el virus a su familia. «Nada más entrar, dejo los zapatos en la puerta, me quito toda la ropa y la llevo directamente a la terraza. Después, me ducho y trato de tener el menor contacto posible con los niños y mi marido por el miedo a poder infectarlos. Si se acercan mucho, les digo que se retiren. Uno de ellos tiene continuamente bronquitis y me da miedo que enferme. Además, tampoco puedo permitírmelo yo en estos momentos con el trabajo que tenemos en la farmacia».

La única diferencia que Martín ha notado desde que se declaró el estado de alarma es que no ve gente por la calle cuando sale a trabajar. «Me pone muy nerviosa esta situación, pero en la farmacia intentamos transmitir tranquilidad y calma a los clientes. Algunos están muy preocupados por la incertidumbre que lleva aparejado todo esto, pero la mayoría está convencida de que saldremos pronto adelante. Me quedo con eso», recalca Martín.

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