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Las terrazas de la plaza Uncibay registraron una gran actividad durante todo el día. Salvador Salas
Los bares y restaurantes reabren a medio gas en el Centro de Málaga, pero con las terrazas llenas

Los bares y restaurantes reabren a medio gas en el Centro de Málaga, pero con las terrazas llenas

Los establecimientos que han levantado la persiana confían en que la actividad aumente a lo largo de la semana

Juan Soto

Málaga

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Martes, 19 de mayo 2020, 00:24

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Con olor a café y churros, sabor a cerveza y regusto a pescaíto frito. Así han estrenado los malagueños la fase uno de la desescalada. 64 días después de bajar precipitadamente la persiana por el inicio del estado de alarma, los bares y restaurantes del Centro han regresado este lunes a la actividad de forma tímida y con más público que negocios abiertos. En el casco histórico, sólo una pequeña parte de los empresarios apostaron por montar ayer su terraza con el deseo de recuperar cuanto antes la normalidad arrebatada por el Covid-19.

Los negocios que reiniciaron su actividad durante la primera jornada de esta fase 1 no fueron mayoría, pero se hicieron notar generando un gran ambiente en la calle. Según las estimaciones del sector, apenas un 20 por ciento de los establecimientos van a abrir a lo largo de esta semana, y muchos de ellos se irán incorporando poco a poco y con cautela. «Todavía existe mucha preocupación por cómo van a funcionar los ERTE y queremos ver el movimiento que hay en la ciudad», resumen.

A pesar de los pocos negocios que retomaron la actividad, todos ellos hicieron una buena caja gracias a la cantidad de malagueños ansiosos por escapar de la rutina de su hogar. En todos locales, las medidas de seguridad e higiene se cumplieron de forma escrupulosa, desde la separación de las mesas hasta el uso de geles hidroalcohólicos o la utilización de los aseos (con itinerarios de entrada y salida diferenciados para que no se cruzaran los clientes). En algún establecimiento incluso ofrecían mascarilla a los visitantes que no tenían.

Uno de los primeros en levantar la persiana fue Antonio Llorente, propietario de la churrería La Malagueña, en la calle Sebastián Souvirón, donde antes de las 8 de la mañana ya habían servido cerca de 30 churros. Detrás de la barra, Antonio confesaba llevar varios días nervioso y con ganas de empezar. «He llegado con los pelos de punta, como un novato», resumía. Con las limitaciones que establece la normativa –pueden abrir las terrazas de los negocios y con una ocupación máxima del 50%–, sólo pudo montar diez mesas y esperaba un goteo continuo de clientes. «Muchos nos han llamado preguntando cuándo abrimos, por lo que esperamos que vengan muchas personas para apoyarnos en esta vuelta», aseguraba confiado.

También a primera hora abrió sus puertas el bar Vuala, en la céntrica plaza de las Flores. Su propietario, Salvatore Ciliberti, subió la cancela con mucha ilusión y la esperanza de recuperar cuanto antes el tiempo perdido. «Sabemos que la confianza se recuperará poco a poco, pero es importante empezar pronto para que el resto de negocios se anime a hacer lo mismo«. Este empresario consideraba que el ambiente irá aumentando conforme pasen los días y los negocios hagan sus números. »Este parón ha sido un palo muy gordo para muchos y ahora hay que hacer muchas cuentas para volver a abrir«.

Otro histórico que también estaba deseando subir la persiana era el Café Central, en la plaza de la Constitución. A pesar del buen ambiente que se registró en la terraza durante toda la mañana, su propietario, Rafael Prados, confesaba estar preocupado por el futuro. «La situación no es sencilla; hay mucha crispación y eso no es bueno para nadie». En su caso fueron cambiando el pitufo por la cerveza y la ensaladilla conforme avanzaba la jornada, y siempre con una ocupación bastante importante de la terraza. «Hemos solicitado al Ayuntamiento que nos autorice una nueva fila de mesas en la plaza«, adelantaba.

Aperitivos y comidas

El ambiente en el Centro fue aumentando conforme llegaba la hora del aperitivo y el almuerzo. Durante esta primera jornada de fase 1, las calles con más actividad hostelera permanecieron desiertas. Mientras calles como Strachan, Calderería o Marín García parecían continuar en fase 0, unos cuantos restaurantes se hicieron con todo el pastel aprovechando el buen tiempo predominante. Casa Lola, en la plaza Uncibay; la Reserva 12, en la calle Bolsa, o el restaurante Alea, en la calle Fajardo, fueron un buen ejemplo.

El responsable del grupo La Reserva, José Gómez, se mostraba especialmente satisfecho al comprobar que su terraza estaba llena y que ya tenían reservas para todos los días de la semana. En su caso sólo ha abierto La Reserva 12, porque está dirigido a un público más local, y La Reserva de Antonio, en Torremolinos. El resto los irá abriendo conforme se recupere la actividad. «Estoy muy contento porque cualquier apertura está llena de incertidumbres y nuestros clientes han respondido muy rápido», decía al filo de las 14 horas.

En este mismo negocio almorzaban a esa hora Felipe y Alicia, un matrimonio inglés que reside en el Centro desde hace un año y medio. «Estábamos locos por salir y dejar de tratar con los aparatos de la cocina«, resumía él mientras el camarero les tomaba la comanda. »Han sido meses complicados pero por fin vemos la luz«, añadía su pareja.

Con un aforo similar y una actividad frenética estaba a esa hora la taberna Casa Lola, en la plaza de Uncibay. Uno de sus propietarios, Daniel Gumpert, aseguraba que ellos han primado sobre todo la seguridad. Aunque han perdido unas diez mesas respecto al aforo total, cree que eso a la larga será beneficioso porque «lo importante es que los clientes se sientan seguros y quieran volver«. Por ello también ha instalado un tótem central con gel hidroalcohólico para que lo utilicen todos los clientes que quieran.

Hasta llegar a este punto, confiesa que lo han pasado mal y reconoce que aún les quedará mucho para recuperar las cifras de negocio de marzo. «Han sido meses muy complicados, de incertidumbre y nerviosismo, pero al menos ya comenzamos a trabajar».

También lo están pasando mal Yolanda e Ildefonso, un matrimonio que comía en el restaurante Madeinterránea junto a su hija Jessica. «Estamos los dos en ERTE pero hemos querido salir a comer a la calle porque tenemos que ayudar entre todos a reactivar la economía«, razonaban. Como ellos dicen, dejar atrás el Covid-19, será misión de todos los malagueños.

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