Un taxista devuelve 7.200 dólares que un turista se dejó en su vehículo

Francisco Diéguez gana unos 900 euros al mes como asalariado del taxi. Vive con su mujer y su hija de 15 años en un humilde piso de dos dormitorios y 50 metros cuadrados en la barriada de Dos Hermanas, en Málaga capital. A duras penas consigue llegar a fin de mes, y menos a partir de ahora. «Mi jefe ha vendido la licencia y me quedo sin trabajo», se lamenta, con la desesperación en los ojos. «A partir del día 30 no sé qué va a pasar. La cuenta ya está en números rojos y sólo tengo 300 euros en casa», confiesa.

Para Francisco, 7.200 dólares en efectivo son «la solución inmediata» a muchos de sus problemas, un balón de oxígeno para sanear las deudas con el banco y aguantar el chaparrón hasta que salga otra cosa. Los billetes se presentaron, como un regalo, en un sobre blanco dentro de una mochila que un turista extranjero, uno más de los muchos guiris que visitan la ciudad, se dejó olvidada en su taxi. Francisco no se los quedó. «No quiero lo que no es mío», afirma.

Aquella mañana, la del pasado día 4, estaba en la parada de Vialia, esperando su turno para recoger a los viajeros que desembarcan en la estación María Zambrano. Le tocó una carrera corta (5,30 euros). Un par de turistas estadounidenses que iban, cargados de equipaje, a la calle Fraile, detrás de la plaza de la Merced. Apenas cruzó algunas palabras con ellos en inglés chapurreado para saber la dirección, y poco más.

Al día siguiente libró, y al otro no tuvo que abrir el maletero en todo el servicio. El hallazgo se produjo al tercero, cuando llevó a una mujer a Echeverría del Palo. «Al sacar su carrito, le di también una mochila negra, y ella me dijo que no era suya», relata Francisco, que tiene 50 años, de los que ha pasado los últimos 20 como asalariado del taxi. Cuando se quedó solo, miró dentro: «Había dos pasaportes, una cámara Nikon que vale unos 2.000 euros, un iPad, varios relojes y un sobre con 7.200 dólares».

Nadie sabía lo que acababa de encontrarse. Sólo se lo contó a su esposa y a su madre, quien, dice, le inculcó la honradez desde pequeño, y las dos le dijeron lo mismo: «Había que devolverlo inmediatamente. Mi mujer y yo nos decíamos que éramos tontos, pero que era lo que había que hacer». Francisco se dirigió a la calle Fraile y estuvo preguntando por la zona, pero nadie le pudo dar norte de los turistas americanos. «Como no los localicé, me presenté en la comisaría».

Él no lo sabía, pero la policía ya lo estaba buscando. El hombre que perdió la mochila, un bombero estadounidense de 60 años que vino de vacaciones, presentó una denuncia tras extraviar su equipaje; estaba convencido de que lo perdió en un taxi, pero no sabía en cuál. Los agentes lo llamaron para comunicarle que habían hallado sus pertenencias y el turista, que ya había regresado a su país, volvió a Málaga para recuperarlas. Antes de marcharse, quiso conocer en persona al ciudadano que las entregó. «Nos encontramos en comisaría. Se emocionó, me dio dos abrazos y me dijo que yo era un santo, el taxista del año. Se empeñó en darme 320 euros, quería tener un detalle conmigo», explica.

La felicidad por su gesto le duró demasiado poco. Al día siguiente, le comunicaron que se quedaba sin trabajo. Pese a ello, asegura que volvería a hacerlo. «Ni aunque hubiese sido mucho más dinero. Teniendo trabajo, no necesito más, pero ahora es un momento muy complicado. Aun así, no me arrepiento», concluye.