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Jesús Hinojosa
Sábado, 9 de mayo 2015, 23:56
Muchos arquitectos y expertos en urbanismo todavía siente admiración por el coraje y espíritu emprendedor de cuantos en la floreciente Málaga industrial del siglo XIX tuvieron la iniciativa de construir una calle que, en línea recta, comunicara la hoy plaza de la Constitución, el corazón del Centro, con un puerto que se abría cada vez más al mar y junto al que se trazó el paseo del Parque como prolongación hacia el este del 'salón' de la Alameda Principal. Cuesta imaginar cómo, con los escasos medios de la época, los malagueños de entonces supieron levantar una calle con las dimensiones y envergadura de los siglos venideros.
Según se recoge en la reseña histórica de la vía recopilada por el Ayuntamiento, el primer proyecto para la apertura de la calle Larios fue realizado por el ingeniero José María Sancha, aunque más tarde fue modificado. Ese primer diseño trazaba la vía por las calles Toril, Salinas, Desengaño (actual Strachan), plaza del Obispo, Sancha de Lara y San Juan de Dios. El 1 de mayo de 1880, siendo alcalde el cartameño Alarcón Lujan, el Consistorio hizo públicas las bases de una sociedad anónima para promover la construcción de la calle. El capital de esta sociedad se fijó en un millón de pesetas, que se distribuyeron en cuarenta acciones de 25.000 pesetas cada una. Las primeras acciones fueron vendidas a la Sociedad Hijos de Manuel Heredia, Hijos de Manuel Larios, Antonio Campos Garín, Jorge Loring y Simón Castel.
Por acuerdo del 11 de mayo de 1887 con el Ayuntamiento, y siendo ya alcalde Liborio García, la responsabilidad de las obras quedó en manos de la familia Larios. De hecho, la calle lleva el nombre por Manuel Domingo Larios y Larios, segundo marqués de Larios, principal impulsor del proyecto, inmortalizado por Mariano Benlliure en el monumento situado en la rotonda que conecta la Alameda con la plaza de la Marina. Según lo que se estipuló entonces, los edificios no debían tener más de 20 metros de altura, las obras deberían realizarse en solo cuatro años y el terreno que debía ocupar la calle (4.800 metros cuadrados) quedaría en manos de la ciudad. Para la realización del proyecto se expropiaron casas de las calles Siete Revueltas, San Juan de los Reyes, callejón del Gato, Almacenes, callejón del Fraile, callejón del Perro, San Bernardo el Viejo, Salinas, Postas, Espartería, y Don Juan Díaz. Se derribaron más de 130 fincas y unos 1.200 obreros participaron en la operación. El maestro general de las obras fue José Hidalgo Espíldora, que llegó a ser presidente de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación.
Entre los cientos de obreros que trabajaron en la calle hubo uno que llamó la atención de sus superiores: un jovencísimo Antonio Baena Gómez, que con el tiempo llegó a ser uno de los constructores más destacados de la Málaga de principios del siglo XX, y fundador y primer presidente de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa.
La nueva calle fue recepcionada e inaugurada por el Ayuntamiento, ya entonces presidido por el alcalde Sebastián Souvirón Torres, el 27 de agosto de 1891. La bendición corrió a cargo del obispo de la diócesis Marcelo Spínola y Maestre, que llegó a ser declarado beato por la Iglesia Católica. Para la puesta de largo del proyecto, se instaló en la parte más cercana al puerto un arco inspirado en los que conforman la estructura del mercado de Salamanca.
El primer adoquinado se hizo con tarugos cuadrados de madera, que daban al suelo de la calle aspecto de elegante parqué. En septiembre de 1907, la histórica 'riá' que se produjo al desbordarse el Guadalmedina, levantó este pavimento y se sustituyó por uno de granito.
A finales de 2002, se inauguró la obra de peatonalización de la calle y la plaza de la Constitución, un proyecto promovido por el todavía alcalde, Francisco de la Torre, que supuso un antes y un después para el desarrollo comercial y turístico del corazón de Málaga.
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