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La policía investiga un centenar de denuncias en todo el país.
«A mi marido y a mí nos pareció la voz de nuestra hija; creí que estaba secuestrada»

«A mi marido y a mí nos pareció la voz de nuestra hija; creí que estaba secuestrada»

La mujer, que llegó a pagar 450 euros por un supuesto rescate, relata cómo fue víctima de esta modalidad de estafa, que se comete vía telefónica desde Chile

Juan Cano

Sábado, 21 de marzo 2015, 01:50

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«Nunca olvidaré esas tres horas de angustia». Todavía sigue sintiendo un sobresalto cuando contesta el móvil y escucha una voz desconocida. Lo ha imaginado en su cabeza, sus facciones, su expresión, su cara. El rostro del hombre que le hizo creer que tenía secuestrada a su hija y que la mantuvo en vilo, pegada al teléfono, viviendo una odisea por la ciudad para reunir el dinero del rescate. La mujer, que quiere preservar su anonimato, accede a contar su caso con la esperanza de que sirva para evitar que otras familias caigan en la estafa del secuestro virtual, una modalidad delictiva que ya ha llegado a Málaga.

El teléfono de su negocio, situado en las inmediaciones de la avenida de Carlos Haya, sonó exactamente a las 16.55 horas. Lo cogió su marido. «Escuchó a una mujer llorando y balbuceando. Después me puse yo en el inalámbrico. A los dos nos pareció que era la voz de nuestra hija». El hombre pensó que había sacado a pasear al perro y le había sucedido algo, así que se fue corriendo a buscarla. La madre pensó que se había perdido y le preguntó qué le sucedía, dirigiéndose a ella por su nombre.

Las denuncias alcanzan ya la decena en Málaga

  • Suma y sigue. El secuestro virtual, una modalidad de estafa que se comete vía telefónica desde Chile, acumula 10 casos en Málaga en menos de una semana. El Cuerpo Nacional de Policía investiga cinco denuncias en la capital y otras tantas en Marbella, algunas de ellas consumadas. En todo el país rondan ya el centenar, según las fuentes consultadas por este periódico.

  • Desde la Comisaría Provincial difundieron ayer un comunicado recordando una serie de consejos sobre cómo actuar ante un caso de esta índole. En primer lugar, la policía aconseja que la persona que recibe una llamada de este tipo corte la comunicación, ya que lo que intentan los autores es retenerla el máximo tiempo al teléfono para mantenerla incomunicada.

  • El siguiente paso, explican desde la comisaría, es comprobar que el supuesto secuestrado se encuentra en perfecto estado y, seguidamente, poner los hechos en conocimiento de la Policía Nacional a través del 091 e interponer una denuncia dando cuenta de lo ocurrido.

El interlocutor aprovechó ese detalle para dar credibilidad a la estafa. «Quédese tranquila», dijo ahora una voz de hombre, «su hija a la que llamó por su nombre está conmigo y está secuestrada». Acto seguido, puso precio a su libertad: 10.000 euros. «Se me vino el mundo encima, traté de explicarle que no tenía ese dinero», prosigue la víctima. Atemorizada, reunió 300 euros entre lo que había en la caja y lo que le dieron sus empleadas. «Vaya a la calle y coja un taxi, ya le diré dónde tiene que ir», le indicó a continuación.

El delincuente le pidió su número de teléfono y la llamó inmediatamente al móvil para seguir adelante con el plan. Al llegar a casa, su marido comprobó que su hija estaba en perfecto estado, pero para entonces su mujer ya había caído en manos del estafador, que la amenazó para que no colgara en ningún momento la llamada ni pulsara botón alguno o, de lo contrario, habría consecuencias. «Yo la llamé un montón de veces», explica su esposo. «Lo intentaba cada cinco minutos, pero siempre me daba comunicando. La policía le pidió a la compañía telefónica que cortaran la llamada, pero se negaron porque tenía que autorizarlo el titular. Si lo hubieran hecho, todo habría terminado mucho antes», se queja.

El supuesto secuestrador la obligó a ir a un locutorio para ingresar el dinero del rescate. «Me pidió que le pasara el teléfono al empleado y le preguntó si tenían oficina en Santiago de Chile». Tras efectuar la transferencia, el interlocutor le ordenó que saliera a la calle y que cogiera un taxi o un autobús. Empezó a darle direcciones sin demasiado sentido: «La calle Andalucía, Estepona, Cádiz... «Me bajé en Alonso de Palencia. Entonces, me preguntó si tenía tarjeta de crédito y le respondí que no».

Empeñó un móvil

En el bolso sólo le quedaban 30 euros y la tarjeta de El Corte Inglés. «Me dijo que fuera al establecimiento y que pidiera un superavance una suma de dinero a cargo de la tarjeta y le expliqué que eso no se podía hacer aquí». Le indicó que se dirigiera a la sección de telefonía y le pidió un portátil «de los más caros». Ella se justificó diciendo que no tenía saldo y el delincuente rebajó su exigencia a un iPhone 6. Lo convenció como pudo de que tampoco le llegaba y finalmente compró un Samsung de 300 euros.

Con la excusa de comprobar el crédito de la tarjeta, se dirigió al departamento de atención al cliente y dio con una empleada a la que conocía. Mientras sostenía el móvil, escribió en un papel: «Dicen que tienen a mi hija secuestrada. Di que no tengo crédito y avisa a mi marido». Pero con los nervios anotó mal el número de teléfono. Cuando la trabajadora logró contactar con él, la víctima ya se había marchado, móvil en mano.

Su siguiente orden fue: «Sal del edificio y coge un taxi. Pregúntale por la casa de empeño más cercana». El conductor la llevó a la tienda de Cash Converters situada en la calle Mauricio Moro. «Había mucha gente y esperé un rato mi turno. Me ofrecieron 150 euros y él me dijo que pidiera 200 y que regateara. Le dije al chico que me atendió que estaba nuevo y que lo acababa de comprar. El muchacho me contestó que ellos lo vendían más barato y que se tenían que ganar algo».

Al salir a la calle, se dirigió a la parada de la estación de autobuses para coger un taxi y desplazarse a una sucursal de Western Union para transferirle el dinero. «Uno de los taxistas me dijo que no hacía falta coger el coche para ir, porque había uno enfrente. Fui e ingresé los 150 euros». Cuando creyó que todo había terminado, el individuo le preguntó si tenía joyas, como un «anillo de compromiso» o un collar. Entonces, las fuerzas empezaron a flaquearle. Habían pasado ya más de dos horas. «Sentía como si tuviera una piedra en el estómago y muchas ganas de vomitar. Había dado más vueltas que una peonza. Le dije: Ya está bien. Me voy a desmayar. Como me pase algo, se acaba todo esto».

En su cabeza se preguntaba una y otra vez cómo iba a terminar aquello. «Vaya a El Corte Inglés, ahora liberaremos a su hija. Quédese en la puerta, pero separada de la gente. La observaremos un rato para comprobar que no habla con nadie y esperaremos el momento oportuno para soltarla». Veinte minutos después, sobre las 20.15 horas, se cortó la llamada y la mujer consiguió hablar con su marido. Su hija estaba bien. Todo había sido un montaje.

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