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La Policía se vio obligada a intervenir para que un grupo de antifascistas no accedieran a la manifestación de los seguidores de Salvini. :: MASSIMO PINCA / reuters
La Liga sale del armario

La Liga sale del armario

Apoyado en su nuevo líder, Matteo Salvini, el partido se presenta a las elecciones para expandir su filosofía a toda Italia

DARÍO MENOR

MILÁN.

Domingo, 25 de febrero 2018, 00:18

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La magnífica fachada del Duomo de Milán resplandece con el tímido sol del invierno cuando Matteo Salvini irrumpe en el escenario del principal acto de campaña de la Liga de cara a las elecciones legislativas del próximo domingo. La gente tiene delante a su líder y se desata. «¡Matteo, Matteo, Matteo!», gritan enfervorecidos y dando saltos. Para dar mayor dramatismo al momento, por los altavoces empieza a escucharse a la máxima potencia la voz de Luciano Pavarotti entonando 'Vincerò'.

Hay quien se muerde el labio por la emoción y alguno que se atreve a acompañar el aria del maestro de la ópera. Los que tienen una bandera en las manos la agitan como locos y los niños dejan por un momento sus juegos para pedir a sus padres que les suban en brazos para poder ver al hombre que con su lema de «los italianos primero», promete darle la vuelta al país para poner «al pueblo» por delante de los intereses de las multinacionales y de la Unión Europea. «Cambiaremos los tratados comunitarios y si no nos dejan, los romperemos», asegura desafiante.

Más que el número de personas congregadas (Salvini dice que son 50.000, pero la Policía rebaja la cifra a 15.000), llaman la atención sus diversos lugares de origen. La mayoría son de las ricas regiones septentrionales del país, pero también hay militantes llegados de Cerdeña, Sicilia, Apulia, Umbria o Toscana. El acto de ayer demuestra el éxito de la operación política liderada por el joven candidato de la Liga, que ha expandido la formación por toda Italia dando carpetazo a las aspiraciones secesionistas del fundador, Umberto Bossi.

La marca política ya ni siquiera incluye el término 'norte'. Ahora es solo la Liga. Y con un discurso similar al del Frente Nacional francés de Marine Le Pen y su promesa de dar mayor autonomía a las regiones, se ha colocado con una intención del voto del 15% de cara a las inminentes elecciones. Está a un paso de superar a Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi, principal aliado en la coalición de centro derecha que los sondeos dan por victoriosa en los comicios, aunque sin alcanzar la mayoría absoluta.

Poder territorial

«Soy de la Liga porque comparto sus ideales: ley, trabajo, impuestos justos y poder a cada territorio. En Cerdeña somos cada vez más. En mi grupo somos veinte que hemos venido en avión para la manifestación». Mientras dobla la bandera de la cruz roja sobre fondo blanco y con cuatro cabezas de moros que representa a la isla mediterránea, Matteo, un joven asalariado, explica con orgullo cómo se está produciendo la expansión del partido por regiones en las que hasta hace poco apenas tenía presencia. «Al inicio la gente nos señalaba con el dedo y nos decía que cómo podíamos ser de la Liga, pero ahora cada vez hay más que empiezan a abrir los ojos y ver que somos el único partido que se ocupa de verdad de los problemas de la gente. Cada vez hay más personas que dicen con orgullo que son 'liguistas'».

Lograr que la Liga se expanda por todo el país y cuente hoy con posibilidades de obtener más del 5% de los votos en regiones donde nunca antes se había presentado constituye uno de los elementos más significativos de la campaña electoral. «Salvini cogió una formación secesionista y la ha convertido en una lepenista. Lidera un movimiento de derechas capaz de competir con Berlusconi y que debilita aún más al sistema democrático italiano, pues limita el espacio de los partidos que defienden el actual estatus y la relación con la Unión Europa», explica Fulco Lanchester, director del departamento de Ciencia Política de la Universidad 'La Sapienza' de Roma.

Para lavarse la cara y ofrecer una alternativa de voto atractiva para los nuevos electores, la Liga trata de librarse del calificativo de ser una formación xenófoba. «Escríbalo bien clarito, quien dice eso solo merece que lo ingresen en un manicomio. Es un anormal o un imbécil», dice Antonello, un combativo jubilado que también viene de Cerdeña.

Desde el escenario, donde larga casi sin parar durante una hora y diez minutos, el líder también trata de dejar las cosas claras. «Primero los italianos», repite una y otra vez, pero sin dejar que el odio se cuele en su discurso. «Queremos un país bueno, de paz, de diálogo, de puertas abiertas a quien se merece el respeto, no a quien nos trae la guerra a nuestra casa». Consciente de la orfandad que sienten muchos votantes católicos, Salvini no escatima menciones a la fe, al «buen Dios» y a los principios cristianos.

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