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Martes, 30 de junio 2020, 00:03
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P. rosas. Primero le cortaron el agua caliente, luego la calefacción. Hacían ruido temprano por la mañana para despertarlos e incluso llegaron a dejar abierta la puerta del jardín para que el perro de la familia se escapara. Pero Mélina, la enfermera anestesista de Montpellier que sufrió durante semanas el acoso de sus caseros para que se mudara en pleno confinamiento, lo que jamás olvidará son las palabras del matrimonio: «Nos da igual si pillas el virus y te mueres. Pero no te mueras en nuestra casa».
La pareja, de 76 y 80 años, fue juzgada ayer acoso moral, y por forzar a Mélina y su familia a dejar su casa mediante coacción. La sanitaria alquilaba una vivienda de 100 metros y un jardín en Montarnaud, cerca de Montpellier, justo debajo de los caseros. Sin embargo, por miedo a contagiar a su familia -trabajaba en el hospital con personas infectadas-, decidió instalarse sola en el pequeño apartamento que ocupaban su hija y su nieta de 3 años, y trasladarlas a ellas a su vivienda. También quiso que su madre, enferma, pasara el confinamiento con las chicas y su pareja en vez de en la residencia de ancianos.
Al avisar a sus caseros de las precauciones que había tomado, estos sintieron miedo de verse contaminados y, según la enfermera, iniciaron el acoso.
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