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La segunda ola de la pandemia se ensaña con los países europeos que sortearon la primera

República Checa, Polonia, Eslovaquia y Austria alcanzan cifras de contagios nunca vistas y las principales capitales de la UE sufren situaciones críticas

IVIA UGALDE

Lunes, 12 de octubre 2020, 00:03

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Cuando los epidemiólogos avisaban en mayo de que una segunda ola de coronavirus golpearía al mundo, aún circulaban teorías que hacían creer que el patógeno desaparecería en verano. La realidad no ha podido ser más cruel. Tras la relativa tregua vivida en los meses cálidos, la Covid-19 ha rebrotado con fuerza inusitada y ha convertido a Europa en el foco global donde los contagios crecen a un ritmo vertiginoso. Las infecciones alcanzan en algunos casos cifras nunca vistas y hasta los países que habían pasado sin mayores contratiempos el primer embate de la enfermedad ahora se ven al borde del colapso.

¿Qué ha provocado semejante situación? Es la gran pregunta que ahora se suspende en el aire y cuya respuesta carece de total certeza. Al margen de la mayor incidencia que se atribuye a la llegada de los meses fríos en la transmisión del virus, el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades apunta a una confluencia de factores: la vuelta a clase de millones de escolares, la reanudación de la presencialidad en los trabajos, sumado a las reuniones y actividades sociales en grupo y la cierta relajación de una parte de la población que parece haberle perdido el miedo al patógeno.

Pero si algo llama la atención en esta segunda ola que golpea a Europa es que ha invertido la tendencia en aquellos países en los que la primera embestida del coronavirus pasó sin causar apenas impacto. Es lo que le ha ocurrido a República Checa, Polonia, Austria y Eslovaquia, que estos días alcanzan cifras de contagios inéditas. El contraste es especialmente llamativo en la República Checa, que ha desbancado a España del primer puesto al alcanzar una tasa de 375 positivos por 100.000 habitantes. Desde el lunes se ha reactivado el estado de emergencia, que da al Gobierno poderes especiales para adoptar medidas sin la aprobación del Parlamento, como el cierre de teatros, cines, gimnasios, restricciones horarias en la hostelería y la prohibición de visitar hospitales y residencias de mayores. Radio Praga informó el sábado de que en las últimas 24 horas se dio un enorme salto, hasta alcanzar más de 8.600 casos confirmados, lo que lo convierte en, proporcionalmente, el país europeo más golpeado por la pandemia.

Máxima preocupación

Polonia, a su vez, observa con máxima preocupación cómo supera ahora los 5.300 casos por día, cuando durante lo más agudo de la pandemia, entre marzo y abril, sólo alcanzó los 500 en una ocasión. En Eslovaquia, como en República Checa, se ha declarado un nuevo estado de emergencia que durará al menos mes y medio al cosechar las cifras más altas de infecciones desde que comenzó la crisis sanitaria y se ha movilizado a 1.500 soldados. Mientras, en Austria -envuelta en un repunte continuo de casos- se han tenido que suspender esta semana los actos del canciller, Sebastian Kurz, por el positivo de uno de sus asesores. Su aislamiento ha coincidido con el de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tras haber tenido contacto con otro infectado.

Países Bajos es un ejemplo más de cómo ha cambiado todo con la entrada del otoño. De mirar por encima del hombro a los países del sur de Europa en primavera y cuestionarles su gestión de la pandemia ha pasado a alcanzar un nuevo récord con 6.504 casos diarios, una de las cifras más altas de la UE. Con un millar de pacientes hospitalizados y un incremento del casi 50% de las infecciones respecto a la semana anterior, el Gobierno ha tenido incluso que desechar su discurso reacio a las mascarillas para pasar a recomendarlas «urgentemente» en todos los espacios cerrados del país.

El drama de Países Bajos se vio agravado el martes con el grito desesperado de los hospitales ante la escasez de Remdesivir, el antiviral usado para tratar la Covid-19. Ante el empeoramiento de la situación sanitaria el Gobierno trabaja en estos momentos a marchas forzadas para implementar una ley de emergencia que castigará con unos 100 euros de multa y dos semanas de prisión a quienes incumplan las restricciones.

Los datos también dan la espalda a los países nórdicos, sobre todo a Islandia, que presumía de ser un modelo de gestión de la pandemia. Ahora la tasa de contagios se ha disparado a los 195 por cada 100.000 habitantes, la más alta de la región, y se ha ordenado el cierre de la hostelería y gimnasios para tratar de cortar el paso al coronavirus. En Finlandia y Suecia el panorama tampoco es alentador, con un goteo de máximos diarios que han llevado a incrementar las medidas de contención.

Otro de los contrastes lo ofrece Italia. El país transalpino fue, junto con España, el país de la UE más azotado por el coronavirus en la primera ola. Sin embargo, el Gobierno parece tener bajo control el repunte de los últimos días. Eso sí, a diferencia de marzo y abril, donde la zonas del norte como Lombardía se llevaron la peor parte, ahora «el crecimiento de los contagios toca a todos los territorios que se habían salvado en la fase precedente», como alertó en el Parlamento el ministro de Sanidad, Roberto Speranza. En el sur, Campania -cuya capital es Nápoles- es una de las regiones rojas en la que ya se han establecido recortes horarios en restaurantes y locales nocturnos. También es obligatorio usar siempre mascarilla, medida que el Gobierno extendió el jueves a todo el país.

Las imágenes de primavera

Los italianos quieren evitar a toda costa que en esta segunda fase pandémica puedan repetirse las dolorosas imágenes de primavera, con hospitales desbordados y miles de muertos que eran sacados en camiones del Ejército de ciudades como Bérgamo o que se agolpaban en morgues improvisadas a la espera de ser incinerados. Con más de 70.000 infecciones activas y habiéndose multiplicado por diez las camas de cuidados intensivos ocupadas respecto al verano, el Ejecutivo tiene claro que la batalla está lejos de ser ganada. Por eso, tras registrar el fin de semana un repunte de casos que alcanzan la friolera de los 5.724 -el peor dato desde el 28 de marzo, cuando se registraron 5.974-, ha decidido prorrogar el estado de emergencia hasta el 31 de enero.

El tremendo impacto que ya causa el coronavirus en su nueva arremetida tuvo esta semana su máxima expresión en las principales capitales europeas. París, Berlín, Bruselas, y sin olvidar a Madrid. La capital francesa y Marsella, las dos grandes áreas urbanas del país galo, ofrecen desde el martes una imagen casi fantasmal con todos sus bares y cafés cerrados durante al menos 15 días tras ser consideradas zonas de alerta máxima por el desboque de los contagios. Le siguieron los pasos Lille, Grenoble, Lyon y Saint Étienne.

El caso de París es el ejemplo más evidente de la grave crisis que atenaza a Francia, que el viernes batió el récord de positivos desde que comenzó la pandemia al registrar más de 20.000 casos. Pero la situación también se pone cuesta arriba en Alemania. «Arriesgamos todo lo que hemos logrado estos meses», ha advertido Angela Merkel. No en vano, el país contabiliza ahora unas 4.500 infecciones por día, el nivel más alto desde abril, y el Instituto Robert Koch (RKI), que coordina la lucha contra la pandemia, alerta de que se puede llegar a los 10.000 «en pocas semanas» y propagarse el virus «de forma descontrolada».

Nivel crítico

Berlín, que a la par que Fráncfort ha superado el nivel crítico de infecciones, sufre los mayores estragos, en especial el distrito de Mitte, donde está la cancillería, las dependencias parlamentarias, varios ministerios y embajadas. Como dique de contención, entre otras medidas, se ha impuesto el uso de la mascarilla en el Bundestag -la Cámara Baja-, el cierre de la hostelería antes de las 23.00 horas y una ley seca desde las once de la noche hasta las seis de la mañana. Si Alemania era considerada hasta ahora el gran modelo a seguir en la UE por sus buenos resultados en la lucha contra la Covid-19, Bruselas -que alberga la sede de las instituciones europeas- ha pasado a ser la segunda peor capital continental en incidencia del virus, con 502 casos por 100.000 habitantes. Está a medio camino entre Madrid y París, según informó el Gobierno belga, que ha ordenado que las reuniones privadas sean de un máximo de cuatro personas. En la capital se ha ido un paso más allá. Desde el jueves están cerrados bares, cafés, salas de fiestas y eventos durante un mes para intentar frenar la enfermedad, que tiene contra las cuerdas a varios hospitales.

Reino Unido, a la cabeza de Europa en número de muertos, con más de 42.570, se ha visto obligado a implantar nuevas restricciones ante el avance del virus. Entre ellas, la llamada 'regla de los seis', que veta en Inglaterra reuniones de más de seis individuos y el cierre de bares y restaurantes antes de las diez de la noche. La cifra de los nuevos contagiados cayó el viernes hasta los 13.864, un importante descenso respecto a los 17.540 anunciados el jueves. El primer ministro, Boris Johnson, advierte de que este invierno será «muy duro» y seguirá habiendo «baches» hasta Navidad «o incluso más allá». Por eso ha pedido sentido común, en la misma línea que el resto de gobiernos europeos. Algunos, como Bélgica, dicen que no se prevé que la situación mejore «hasta abril o mayo». Más pesimista aún, Francia avisa de que habrá que prepararse para «seis meses muy difíciles».

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