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RAFAEL M. MAÑUECO CORRESPONSAL
MOSCÚ.
Viernes, 26 de abril 2019, 00:02
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La buena sintonía presidió el primer encuentro entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, celebrado ayer en la isla Russki de Vladivostok. Quedó claro que el objetivo del viaje del líder norcoreano a Rusia tenía como objetivo recabar la ayuda de Putin para lograr una flexibilización de la postura de Estados Unidos, que exige una desnuclearización total de Corea del Norte como premisa para un eventual levantamiento de las sanciones.
Y el máximo dirigente de Corea del Norte consiguió su propósito ante su anfitrión, habitualmente proclive a ejercer de abogado de dictadores y situarse en contra de las políticas de Washington en la arena internacional. En ausencia de Kim, Putin compareció ante la prensa para informar del contenido de las conversaciones y subrayó como cuestión crucial la necesidad de que Pionyang reciba «garantías de seguridad» a cambio de su desarme atómico y balístico y recomendó evitar «presiones y ultimátums». El presidente ruso consideró «posible» que la península coreana se vea libre de armas nucleares. Para ello, reiteró que «Corea del Norte necesita garantías de seguridad y de defensa de su soberanía. Eso es todo». «¿Qué otras garantías pueden ser sino jurídicas?», añadió. Según su opinión, Washington debe actuar «con sumo cuidado», con mucha mano izquierda.
Asimismo, Putin dio la razón a Kim en cuanto a que la desnuclearización debe ser «gradual» y acompañada del levantamiento progresivo de las sanciones. Esta fórmula, precisamente, fue la que rechazó el presidente estadounidense, Donald Trump, en la fracasada cumbre de Hanói en febrero. Washington exige un acuerdo de envergadura para el desarme nuclear total y de limitación del número de misiles.
Por eso, el jefe del Kremlin abogó ayer por la reanudación de las conversaciones a seis bandas (las dos Coreas, EE UU, Rusia, China y Japón). Este formato se empleó sin demasiado éxito en 2003 y 2009 y, en el contexto actual, no supone otra cosa que un llamamiento para que Washington abandone su actual postura y se avenga a ser más flexible.
El jefe del Kremlin subrayó que su encuentro con Kim «no encierra ninguna conspiración». «La postura de Rusia siempre ha sido clara y abierta (...,) lo tratado aquí lo hablaremos con los estadounidenses y con nuestros amigos chinos», aseguró. Una de la peticiones que el líder norcoreano encomendó a Putin trasladar a Washington es que el secretario de Estado, Mike Pompeo, al que acusa de ser demasiado duro, deje de ser el negociador del dosier norcoreano.
El presidento ruso se deshizo en elogios hacia su invitado norcoreano, al que calificó de interlocutor «sincero e interesante». Las conversaciones duraron tres horas largas, una hora y media del cara a cara a solas de los dos jefes de Estado y una hora y cuarenta minutos en presencia de la respectivas delegaciones.
La cooperación bilateral entre Moscú y Pionyang (comercio, inversiones, colaboración energética y militar) fue el otro gran asunto abordado en la cumbre.
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