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El Papa Francisco saluda a los fieles tras concluir, ayer, la misa de canonización que ofreció en el Vaticano. :: Alessandro Bianchi / reuters
El Papa Pablo VI y monseñor Romero ya son santos

El Papa Pablo VI y monseñor Romero ya son santos

Francisco canoniza en una masiva ceremonia en el Vaticano a la que asistió la reina Sofía a Montini y al arzobispo salvadoreño asesinado

DARÍO MENOR CORRESPONSAL

ROMA.

Lunes, 15 de octubre 2018, 00:20

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Pablo VI y Óscar Arnulfo Romero ya son santos. El papa Francisco les canonizó en la ceremonia que presidió ayer en la plaza de San Pedro del Vaticano ante unos 70.000 fieles, entre ellos la reina Sofía, que fue la persona que encabezó la delegación española y a la que Jorge Mario Bergoglio dirigió un saludo especial al final de la misa.

Además de Giovanni Battista Montini, Papa entre 1963 y 1978, y del arzobispo salvadoreño, asesinado en 1980 mientras oficiaba la Eucaristía por un comando de la ultraderecha, fueron también inscritos en el libro de los santos otros cinco católicos ejemplares.

Estos últimos son la española Nazaria Ignacia March Mesa, religiosa que fundó en Bolivia el primer sindicato de obreros; los sacerdotes italianos Francesco Spinelli y Vincenzo Romano; la monja alemana Maria Caterina Kasper; y el joven italiano Nunzio Sulprizio. Francisco puso a este último, que «supo encontrar a Jesús en el sufrimiento» provocado por la enfermedad ósea que padecía, como ejemplo a seguir para los más jóvenes, que son los protagonistas del Sínodo de los Obispos que se celebra en Roma hasta el próximo día 28.

En su homilía, Jorge Mario Bergoglio se detuvo en particular en Pablo VI, el Papa de su juventud y en el que tanto se inspira en su pontificado. Dijo de él que fue «un profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres». Resultó significativo que recordara las «dificultades e incomprensiones» que afrontó Montini, al que calificó de «timonel» del Concilio Vaticano II. Con esa referencia a las críticas recibidas por Pablo VI hizo un paralelismo intrínseco con las que sufre él mismo hoy por parte del sector ultraconservador de la Iglesia. También aplaudió su testimonio «apasionado» de la alegría de seguir a Jesucristo.

Francisco dedicó igualmente palabras especiales para monseñor Romero. Aplaudió que dejara «la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida» ayudando a los más desfavorecidos. Con el ascenso a los altares del arzobispo salvadoreño, la Iglesia católica reconoce a este símbolo de la lucha por los pobres en América Latina cuyo proceso de beatificación se vio obstaculizado durante años por una parte de la jerarquía eclesiástica, que lo veía como a un peligroso simpatizante del marxismo y a un agitador que seguía la teología de la liberación.

Esas acusaciones se demostraron injustas y primero Benedicto XVI y luego Francisco desbloquearon el proceso permitiendo que finalmente se convirtiera en realidad el grito de 'San Romero de América'.

En la plaza de San Pedro del Vaticano había ayer muchos fieles llegados de diversas naciones de América Latina, que lucían camisetas con la cara del mártir y vivieron como una fiesta su ascenso a la gloria de los altares.

«El martirio» como precio

El cardenal Gregorio Rosa Chávez, que fue secretario personal de Romero, consideró que el nuevo santo aporta «cuatro elementos» a la comunidad cristiana: «la opción por los pobres, la lucha por la justicia, la defensa de la vida humana y ser voz de los que no la tienen». En su opinión, «la gente lo siente así», como refleja la enorme devoción popular entre los latinoamericanos por 'San Romero de América'. «Es un santo que encarna todo lo que el Concilio Vaticano II nos enseñó y eso tiene un precio, el martirio», explicó Rosa Chávez.

El Papa aprovechó su homilía para recordarle a los católicos que tienen una vocación universal a la santidad y proponer como modelo a seguir a los siete apenas canonizados.

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