El ocaso de los héroes en Argelia
El régimen de Buteflika afronta protestas que no cesan, después de perder la legitimidad revolucionaria y el respaldo económico
GERARDO ELORRIAGA
Lunes, 18 de marzo 2019, 00:05
Fueron héroes, siquiera durante la guerra que libraron contra la metrópoli francesa; crearon un país, aunque a su mayor gloria, y se convirtieron en adalides ... del movimiento no alineado, pero ahora resultan el mejor aliado de Washington en el Sahel plagado de yihadistas. Aquellos jóvenes que emboscaban a los militares en el interior de la casbah, abatían a agentes de tráfico y colocaban explosivos en las cafeterías de estilo europeo, tal y como relató Gillo Pontecorvo en la mítica película 'La batalla de Argel', constituyeron la elite de la República Argelina Democrática y Popular. Casi sesenta años después, otros muchachos, por las mismas calles, reclaman airadamente su marcha y evidencian el fracaso de quienes asumieron el reto de crear un Estado moderno sobre las ruinas de la colonia gala.
Rosas, banderas y un '5' tachado son los lemas de los miles de manifestantes que de nuevo ayer clamaron contra la quinta reelección de Abdelaziz Buteflika. Las nuevas generaciones evidencian el hartazgo con un régimen que ha perdido la legitimidad proporcionada por la victoria de 1962. El poder actual se construyó entonces, favorecido por la desaparición de la Administración colonial y la partida de un millón de colonos o 'pied noirs', junto a decenas de miles de colaboracionistas, conocidos como 'harkis', más de un 15% de la población total, y el apoyo de una comunidad indígena con tasas de paro superiores al 70%. El Frente de Liberación Nacional (FLN), la milicia triunfante, asumió el reto y desde entonces guía el rumbo del país magrebí.
EN SU CONTEXTO
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uUn conflicto muy cercano Argel se encuentra a una hora de vuelo de Alicante y el país aporta el 50% de las importaciones españolas de gas. La posible inestabilidad debería preocupar a Europa y alentar labores de mediación. La guerra civil provocó el éxodo de las elites intelectuales y más de 100.000 solicitudes de asilo.
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El futuro inmediato Es impredecible. El abanico de posibilidades comprende el caos sirio, la paz castrense de Egipto y la democracia a empellones de Túnez, por ejemplo. El 'aparato' político confía en una reforma que no cambie su estatus o lo degrade lo menos posible.
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uUn pronóstico. En su estudio 'Argelia en la encrucijada condicionantes, tendencias y escenarios' (Fundación Alternativas), Aurelia Mañé, Laurence Thieux y Miguel Hernando de Larramendi pronostican una «continuidad deteriorada» durante una etapa que precederá al «fin conflictivo del sistema» o una «reforma pactada.
La clave populista, laica y socialista impulsó sus primeros pasos. Argelia hizo suyas las causas de los pueblos sin patria, caso de los palestinos o la comunidad negra oprimida por el 'apartheid'. Pero la falta de controles efectivos y las ambiciones personales convirtieron la política interna en un drama shakesperiano donde las diferencias se dirimían manu militari. Ahmed Ben Bella, el primer presidente, fue destituido en un golpe por Huari Boumedian, todo un líder tercermundista de rígida ortodoxia.
El gas y el petróleo
Desgraciadamente, su legado fue malinterpretado. El general nacionalizó la industria de los hidrocarburos y, paralelamente, aseguró que los creyentes no querían llegar al paraíso con el estómago vacío. Las elites se dieron por aludidas y, tras su muerte, se empeñaron en un proceso de liberalización en torno al gas y el petróleo, el monocultivo que sostiene la economía argelina, en su propio beneficio.
A la manera de Egipto, el Ejército construyó un imperio opaco de empresas paralelas, asociado a una nueva clase empresarial con la que se vinculaba familiarmente e, incluso, entidades mafiosas relacionadas con el contrabando y otros tráficos ilícitos. La estrategia de una economía subsidiada paliaba el fracaso de otros proyectos que pretendían diversificar la producción tanto en el sector industrial como agrícola.
La visión por la pequeña pantalla de grandes masas que oraban en los espacios públicos y adivinaban señales divinas en las nubes alertó a Europa a finales de los 80. ¿Se trataba de Argelia o de un país del Golfo? La primera crisis petrolífera y la primera explosión del malestar popular condujeron al Estado a su primer abismo. La precipitada apertura política evidenció la constatación del desapego popular, la sorprendente penetración religiosa en las masas antaño revolucionarias y la magnitud del peligro. El Frente Islámico de Salvación (FIS) quería convertir la república laica e igualitaria en un emirato regido por la 'sharía'.
El movimiento ciudadano, que ahora desfila masiva y pacíficamente, parece deudor, en sus maneras, del desenlace violento del dilema. El autogolpe institucional cercenó la vía electoral y dio paso a una guerra civil, abundante en masacres de incierto origen. La contienda provocó 200.000 muertos y dejó como legado el trauma colectivo. La 'primavera árabe' apenas floreció entre los nativos, aún convalecientes de la tragedia, y el país regresó a sus cuarteles de invierno mientras Occidente, temeroso del auge islamista, reforzaba sus vínculos con el primer régimen árabe que lo había combatido con éxito. Hoy, la pulcra demanda de cambio no se impregna de soflamas islamistas, aunque Abasi Madani y Ali Belhadj, los impulsores de aquel partido extremista, tal vez aguarden su oportunidad.
El hartazgo y la caída de los precios de petróleo han devuelto a Argelia a su cruda realidad, a otra crisis de grandes proporciones. Ni el miedo puede empañar una sociedad escindida entre una minoría privilegiada y una mayoría sin futuro cuando el mercado internacional de crudo y gas conduce a la baja. El país exige una democracia real, no un sistema esclerotizado en torno a salvapatrias consensuados por los mandos castrenses y un FLN que vence en urnas semivacías. El 60% de los argelinos no llega a los 35 años y su conocimiento de los jóvenes ejecutores de gendarmes se guarda en ajados manuales de historia que ya no avalan un Gobierno autoritario. Los héroes argelinos se baten en retirada.
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