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Voluntarios y bomberos evacúan una de la zonas próximas al volcán de Fuego. :: Johan ORDOñEZ / afp
La negligencia asoma en Guatemala

La negligencia asoma en Guatemala

Reproches al equipo para la reducción de desastres por desoír la alerta de los expertos sobre el volcán, que ya suma 80 muertos

MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO

Jueves, 7 de junio 2018, 00:03

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la habana. El poblado guatemalteco de El Rodeo tuvo en la mañana de ayer una pequeña tregua. El sol brilló unas horas en medio de tanta tensión por las erupciones vapor y rocas del volcán de Fuego que ha dejado el vergel como una nueva Pompeya, arrasado desde que el domingo el coloso entrara en actividad. Los sobrevivientes, la mayoría albergados y casi catatónicos, no daban crédito al rifirrafe de las instituciones responsables de lidiar con la catástrofe, que se culpan mutuamente de no haber actuado a tiempo para prevenir mejor la tragedia.

Muchos paisanos solidarios que recolectan agua, víveres o ropas para los damnificados se lamentan igualmente de que los diputados hablan mucho pero no ofrecen su salario para contribuir con las víctimas que lo han perdido todo. Comunidades enteras quedaron sepultadas por toneladas de ceniza hirviendo. La muerte de cinco personas más eleva a 80 la cifra de víctimas fatales, pero con dos centenares de desaparecidos reconocidos oficialmente, algunas fuentes advierten que el balance podría subir a 400 los fallecidos.

Medios locales indicaron ayer que desde las seis de la mañana del domingo, hora local, el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh) alertó a la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) del peligro de una erupción con flujos piroclásticos. Es decir, explosiones violentas de rocas y gases ardientes en el volcán de Fuego, demasiado densos para convertirse en columnas de cenizas, y que son tan peligrosas o más que la lava.

Durante las siguientes siete horas, hasta el momento de la erupción, el Insivumeh emitió otros dos boletines en los cuales siempre indicó de la presencia de ese flujo y recomendó a la Conred elevar el nivel de alerta y considerar la evacuación. Sin embargo, la Conred no actuó hasta las 13:45 horas, cuando según sobrevivientes el material volcánico ya había llegado a algunas comunidades. El instituto alertó a las 17:00 horas del descenso de lahares (flujos de sedimento y agua hirviendo) por los ríos de la zona. Recomendaron no permanecer ni atravesarlos. Según expertos, el volcán de Fuego ha expulsado la mayor cantidad de gases tóxicos (cenizas, lava y flujos piroclásticos) desde que se tienen registros satelitales de estos fenómenos, sin comparación con las otras dos grandes erupciones de 1932 y 1974.

Falta de recursos

La masa de nubes y cenizas llega hasta ciudad de Guatemala, la capital, y amenaza a las poblaciones vecinas de El Salvador. Los datos atmosféricos satelitales registraron varias horas después de la erupción del coloso grandes cantidades de dióxido de sulfuro en el límite de la primera capa atmosférica, es decir, la troposfera.

Eddy Sanchéz, director de Insivumeh, explicó que la población tuvo dificultades para salir del área de peligro, debido a que las lluvias elevaron el caudal de los ríos que los pobladores se ven obligados a cruzar para lograr escapar de los incandescentes flujos piroclásticos. Aprovechó para recordar que la institución necesitaría más recursos tecnológicos para monitorear la actividad de los tres volcanes activos del país: Santiaguito, Pacaya y Fuego.

Los equipos costarían 22 millones de dólares (18,6 millones de euros). «Antes de la erupción teníamos dos estaciones sismográficas, cuando deberíamos de tener seis», añadió. El martes se registró otra erupción fuerte que obligó a detener las labores de rescate. Ayer, las autoridades permitieron que pobladores de las aldeas del municipio El Rodeo, Escuintla, ingresaran de cinco en cinco y acompañados de socorristas para buscar familiares o recuperar alguna pertenencia de sus hogares. Algunos, volvían con bolsas plásticas con alguna ropa o un televisor. Casi todo lo demás lo habían perdido. Otras personas se arriesgaron para ver y grabar de cerca los efectos del volcán. Al menos dos jóvenes fueron a ver la lava y nunca regresaron dejando a su familia sumida en el dolor. «Son cosas que solo Dios permite», decía la tía de uno de ellos.

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