La milicia aumenta la represión sobre los gazatíes y les prohíbe recoger alimentos
Amnistía Internacional acusa a la organización islamista de responder con «amenazas, acoso e intimidación» a quienes protestan en la Franja
MARÍA REGO
Jueves, 29 de mayo 2025, 00:00
La población de la Franja se encuentra al límite tras casi veinte meses de ofensiva israelí. Pero la situación asfixiante que soporta no sólo deriva de las decisiones que se toman al otro lado de la verja, sino también en su propio territorio. Hamás ha ordenado a los palestinos que se mantengan alejados de la ayuda que reparte la controvertida Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) al considerar que es parte de una estrategia para recopilar información para la Inteligencia hebrea. «No vayan a Rafah. No caigan en la trampa. No arriesguen sus vidas», emplazó el Frente Nacional, vinculado a la organización islamista, pese a la hambruna que devora el enclave.
La prohibición de acercarse a los puntos de reparto no parece haber surtido efecto entre la población en vista de la avalancha de gazatíes que el martes trataron de recoger un poco de comida. El caos fue tal que los exmilitares que controlaban el centro humanitario inaugurado en Rafah dispararon al aire para dispersar a la multitud y tuvieron que intervenir para sacar de allí a las miles de personas que se amontonaban en busca de algo que llevarse a la boca. La distribución de ayuda, que aspira a llegar a un millón de palestinos al final de la semana, quedó ayer paralizada durante varias horas.
Hamás, sin embargo, logró convencer a muchos para que no acudieran al reparto de alimentos promovido la agencia creada para reemplazar a la ONU y otras organizaciones humanitarias desplegadas en la Franja. Abu Ahmed, de 55 años, es uno de ellos: «Por mucho que quiera ir porque tengo hambre y mis hijos –siete en total– tienen hambre, tengo miedo», declaró a Reuters. «Tengo mucho miedo porque dijeron que la empresa pertenece a Israel y es mercenaria, y también porque la resistencia (la organización islamista) dijo que no fuéramos», añadió.
El temor de Ahmed y de otros gazatíes surge de las advertencias lanzadas por Hamás sobre los procedimientos de control biométrico –en concreto, el reconocimiento facial– que utilizaría GHF como requisito para la entrega de los paquetes con alimentos y que, defiende esta fundación, permite excluir a las personas que pueda tener vínculos con la milicia palestina. Quienes se oponen a este modelo de reparto sospechan que estos datos podrían acabar en manos de Israel y la propia ONU y otras organizaciones denuncian que el plan utilizará la ayuda «como arma».
El dramático escenario en Gaza ha provocado en los últimos meses diversas protestas en el enclave que se han encontrado con una fuerte represión de Hamás. Amnistía Internacional alertó ayer sobre ello tras documentar «graves violaciones del derecho a la libertad de expresión y de reunión pacífica». Su informe revela un «inquietante patrón de amenazas, intimidación y acoso» por parte del grupo islamista contra los palestinos que han decidido mostrar su malestar en las calles. Interrogatorios y palizas a los manifestantes incluidas.
Las marchas buscaban elevar la voz de los gazatíes contra la guerra y los constantes desplazamientos, pero entre sus participantes suele haber también carteles críticos con el Gobierno de la Franja y se corean lemas contra él. La milicia palestina trató de callarles con «medidas represivas», señala Aministía Internacional. «Resulta abominable y vergonzoso que, mientras la población soporta atrocidades a manos de Israel, las autoridades estén agravando aún más su sufrimiento», lamentaron desde la organización.
Un vecino del barrio de Al-Atatra, en Beit Lahia, compartió su caso: «Comenzamos las marchas porque queremos una solución a nuestro sufrimiento. La gente protesta porque no puede vivir, quiere que las cosas cambien. Las fuerzas de seguridad vinieron a amenazarnos y golpearnos, acusándonos de ser traidores». Su relato se remonta al 16 de abril, cuando miembros de Hamás le citaron para un interrogatorio. Le llevaron junto a otros participantes hasta un edificio convertido en centro de detención improvisado y allí fueron golpeados por medio centenar de hombres armados y vestidos de civiles. «Fue horrible, que te llamen colaborador, que cuestionen tu patriotismo, cuando a tu familia la han aniquilado».
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