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Cadena humana en Kiev para celebrar el día de la unidad. EFE
El hartazgo de los ucranianos con la larga guerra en casa

El hartazgo de los ucranianos con la larga guerra en casa

El conflicto bélico ha impulsado un potente éxodo en el Donbass y cansa a una población que no se fía de Rusia, pero tampoco de Kiev

RaFAEL m. mAÑUECO

Corresponsal en Moscú

Sábado, 22 de enero 2022, 22:01

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La resplandeciente, entonces, nueva terminal del aeropuerto de Donetsk, que se construyó con motivo de la Eurocopa 2012, es el ejemplo más patente de lo que ocurrió en Donbass a partir de la primavera de 2014. Después de casi ocho años, la imponente infraestructura continúa en ruinas. La línea de frente pasó precisamente por allí y fue escenario de algunos de los combates más encarnecidos que se libraron entre las tropas ucranianas y los rebeldes separatistas de Donbass durante la segunda mitad de 2014.

«La gente está cansada de la actual situación de confrontación. No se fían de Kiev, pero empiezan a darse cuenta de que Moscú no aporta una solución real de futuro para Donbass», opina Vladímir Ribachuk, dueño de un pequeño negocio de electrónica en un centro comercial de Moscú. Nació en Lugansk hace 50 años, está casado y tiene una hija de 11 años y un hijo de 22. Gracias a que tiene parientes en la capital rusa, él y su familia salieron de Lugansk nada más comenzar la guerra, aunque viaja allí de vez en cuando.

«El 40% de la población de Donbass huyó cuando estallaron las hostilidades. Si no hubiera tenido mujer e hijos, tal vez me hubiese quedado para luchar», asegura. Según su relato, «los más jóvenes se fueron a Rusia, a Ucrania y a países de la Unión Europea, a Alemania sobre todo». «Yo tengo allí a mi anciana madre y a dos hermanos. Están bien. Les ayudo en la medida de mis posibilidades. Los que viven ahora en Donetsk y Lugansk son mayoritariamente jubilados, personas de media edad y, durante las vacaciones escolares, niños, los nietos de esos pensionistas», cuenta Ribachuk. Cree que no habrá ninguna guerra porque «Kiev no se va a atrever».

Larisa es de Donetsk, no quiere que se sepa su apellido, tiene unos 40 años y pasa temporadas en Moscú con su hermana. Cree que, si estalla una guerra, «Rusia no dejara que las tropas de Kiev penetren en Donbass». Conoce a Ribachuk, a quien sustituye a veces en la tienda, cuando éste viaja o se toma algún día de descanso y acaba de regresar de Donetsk, tras pasar allí las fiestas.

La venta del carbón

«Hacía tiempo que mi ciudad no estaba tan bonita con los adornos navideños. Vino gente que ya no vive allí y había animación, pero ya no es la urbe que fue», se lamenta Larisa. «Ahora hay mucha menos población que antes, es todo como más pobre». Tiene también a su madre allí y a su hermana mayor. El enclave vive de la venta del carbón de las pocas minas en funcionamiento, de la metalurgia, un poco del sector agrario, del dinero que envían los familiares desde fuera y de los subsidios de Rusia.

Diversos vídeos en Youtube, desde los propagandísticos que difunden las autoridades separatistas de Donbass hasta los que ofrecen canales como el de Radio Liberty, muestran la actual Donetsk reconstruida, limpia, con parques y alamedas primorosamente cuidadas. Uno de sus símbolos es el estadio Donbass Arena del equipo local, el Shajtar, Shajtior en ruso (minero).

Ahí jugó en cuartos de final contra Francia, el 23 de junio de 2012, la selección española en la Eurocopa de aquel año, que terminaría como campeona. Y también, cuatro días después, contra Portugal en semifinales. La final se jugó en Kiev contra Italia, el 1 de julio de 2012, y ganó La Roja.

El Donbass Arena se inauguró en agosto de 2009 como estadio del Shajtar y una de las sedes de la Eurocopa 2012. Acudió para actuar en el evento la cantante estadounidense Beyoncé. «¡Qué tiempos aquellos, Dios mío!», exclama Larisa en un acceso irrefrenable de nostalgia. «Ahora el estadio es un monumento. Es precioso, pero no sirve para nada», afirma. Las obras costaron más de 300 millones de euros.

El Donbass Arena sufrió leves desperfectos durante la contienda entre Kiev y los separatistas que ya fueron reparados. Desde 2014, no se utiliza para eventos deportivos ni tampoco musicales. Las autoridades locales emplean ocasionalmente algunas de sus salas para reuniones. El equipo tiene ahora la sede en Járkov, ciudad ucraniana que se encuentra 300 kilómetros más al norte.

Heridas de guerra

Para ver las heridas de la guerra, que ha causado más de 13.000 muertos, hay que salir de Donetsk, por ejemplo, «hacia el noroeste, hacia el aeropuerto, a través de la calle Stratonávtov», la llamada «carretera de la muerte», cuenta Larisa. Youtube también está lleno de vídeos de esa vía infernal, que muestra destrucción y ruina en edificios, torres de cableado eléctrico, tapias, puentes, dachas, gasolineras y paradas de autobús. La devastación es cada más patente a medida que se aproxima el aeropuerto. Junto a él, discurre la «línea de contacto», establecida a tenor de los acuerdos de Minsk de 2015. A un lado, los soldados ucranianos y, al otro, los insurgentes prorrusos. El goteo de muertos continúa tras el fracaso de la última tregua.

Ribachuk dice que en Lugansk «no escasean los alimentos en los mercadillos. Lo malo es que no funcionan los cajeros y casi nadie utiliza las tarjetas de crédito. Si algún día termina todo esto, no sé de qué vamos a vivir porque la mayoría de las minas están inundadas e inservibles». Larisa deplora que en Donetsk siga vigente el toque de queda, aunque durante las recientes fiestas fue levantado de forma transitoria.

Donetsk fue la quinta ciudad de Ucrania. Tuvo unos 900.000 habitantes, de los que ahora quedan, según las autoridades, unos 500.000. Larisa cree que en realidad «viven menos de 200.000». La población en todo Donbass llegó a tener tres millones de reesidentes, pero solamente ahora se está actualizando el censo y las cifras son engañosas. También se dice que el 50% son ucranianos, el 45% rusos y el resto bielorrusos. Pero entre ellos no hay diferencia étnica, todos son eslavos y todos hablan ruso. En el este de Ucrania prácticamente nadie habla el ucraniano. También hay mucha población desplazada y personas procedentes de Rusia, militares, personal administrativo, especialistas. Pero son por lo general ucranianos de origen y muchos oriundos de Donbass, abreviatura de Cuenca hullera del río Don, territorio que abarca Donetsk, Lugansk y parte de Rusia, hasta el mar de Azov.

Contienda informativa

Prácticamente todos los canales de televisión rusos, tanto los públicos como los privados en manos de magnates afines al presidente Vladímir Putin, llevan casi ocho años sin parar de denigrar a los dirigentes ucranianos, a los que suelen tachar de «nazis», a las Fuerzas Armadas del país y a los periodistas o políticos ucranianos que condenan la «criminal» forma de proceder de Rusia en Donbass, el este separatista de Ucrania.

Como ya apuntó el presidente Vladímir Putin en su tradicional rueda de prensa, el 23 de diciembre, «Ucrania nunca fue un estado» y encima, en la época soviética, «se incorporó territorios que históricamente habían pertenecido a Rusia y lo hizo sin preguntar a nadie, sin consultar con sus habitantes». Putin reiteró que lo que tuvo lugar en Ucrania en febrero de 2014 fue un «golpe de Estado», cuando tras casi tres meses de revuelta en la plaza del «Maidán» de Kiev, la Rada Suprema, el Parlamento ucraniano, decidió destituir al entonces presidente del país, Víctor Yanukóvich.

Sobre esas premisas se sustenta la guerra informativa de Moscú contra Kiev. Los encargados de materializarla son destacados presentadores y analistas afines al Kremlin como Dmitri Kisiliov, Vladímir Soloviov, el más recalcitrante, Olga Skabéyeva y su marido Evgueni Popov, los cuatro del canal estatal Rossiya-1. Pero también Margarita Simonián (RT), Andréi Norkin (NTV) o Artiom Sheinin (Piervi Kanal).

Son los encargados de arrojar al país vecino un caudal permanente y apabullante de propaganda, manipulación, medias verdades, falacias y engañifas. Casi a diario se justifica la anexión de Crimea, necesaria, según ellos, para haber salvado a sus habitantes de los ultras ucranianos, y aplauden la ayuda de Moscú a los separatistas de Donetsk y Lugansk (Donbass), causa de que allí estallase una guerra que se ha llevado por delante a más de 13.000 personas y continúa hoy día de forma latente.

Pero, para el fundador y uno de los dirigentes del partido liberal «Yábloko», Grigori Yavlinski, las autoridades rusas «están llevando la situación a una amenaza real de guerra con Ucrania, no la híbrida que el Kremlin libra en Donbass desde hace casi ocho años, sino una real». A su juicio, «la propaganda del odio está aumentando y la posibilidad de una guerra inminente, incluso nuclear, está ya en la agenda con talante de ganarla».

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