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Una guerra sin líneas rojas

La denuncia de un nuevo ataque químico reabre el debate sobre si El-Asad realmente destruyó sus armas prohibidas

MIKEL AYESTARAN

JERUSALÉN.

Miércoles, 11 de abril 2018, 00:02

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La historia se repite en Siria. Mismas imágenes, mismo horror. Familias enteras durmientes, rostros pálidos, sudorosos y miradas perdidas. Niños muertos. Equipos de rescate con mangueras de agua, trapos húmedos y poco más para intentar ayudar a los intoxicados... La oposición acusa, el Gobierno lo niega y sus aliados le avalan. El Consejo de Seguridad de la ONU propone abrir una investigación y Rusia usa su derecho al veto. La secuencia de los hechos se reproduce ahora tras la nueva denuncia de ataque químico en Duma por parte de los detractores de Bashar el-Asad, que reabre el debate sobre si el régimen cumplió o no lo pactado con EE UU en 2013, cuando se comprometió a entregar todo su arsenal de sustancias tóxicas para evitar una operación estadounidense a gran escala.

Los expertos aseguran que es compatible la entrega del arsenal con esta serie de ataques ya que «sustancias como el gas de cloro no se incluyeron en el acuerdo y pueden producirse y usarse en Siria con fines pacíficos» y este es el agente que se ha podido emplear con efecto letal en este último caso de Duma. Pero además del cloro, el régimen ha empleado gas sarín, un agente nervioso extremadamente potente, según recogió el informe publicado por Naciones Unidas en septiembre.

El organismo internacional investigó durante cinco meses el ataque contra la aldea de Jan Sheijún, en el que 83 personas murieron, entre ellas 28 niños y 23 mujeres, y otras 293 personas, incluidos 103 menores, resultaron heridas, y concluyó que la bomba lanzada por un avión sirio era un artefacto «de gas sarín producido por la antigua Unión Soviética en la clase de bombas de 250 kilogramos, que tendría aproximadamente 40 kilogramos de sarín» y otros agentes nerviosos.

En esa ocasión, el régimen y Rusia también negaron el uso de sustancias prohibidas, pero la ONU desveló lo que se considera un «crimen de guerra» tras asegurar que su equipo de investigación había documentado 33 ataques con armas químicas desde el inicio de la guerra en Siria. De ellos, atribuyó 27 a las fuerzas de El-Asad, mientras que en seis casos no fue capaz de identificar a los autores.

La hoja de ruta pactada entre EE UU y Rusia para el desarme químico de Siria y evitar el ataque estadounidense se cumplió, sobre el papel, y la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) confirmó «la destrucción de los equipos de producción de armas químicas» en el tiempo previsto, como informó el 31 de octubre de 2013. La misión conjunta de la OPAQ y la ONU necesitó un mes sobre el terreno para acceder a los lugares de fabricación y manipulación de este arsenal declarado por el régimen y el director general de la OPAQ, Ahmet Üzümcü, destacó la labor de los ocho inspectores que se desplazaron para las verificaciones, en lo que consideró como la misión «más difícil que jamás ha emprendido la organización».

El sirio es uno de los regímenes más opacos del mundo y solo en ese momento salió a la luz la magnitud de su arsenal ya que Christian Chartier, portavoz del OPAQ, reveló que «hay mil toneladas de agentes químicos que pueden usarse para elaborar armamento y 290 toneladas de armas ya preparadas». El organismo internacional no entró en detalles, pero el entonces secretario de Estado estadounidense, John Kerry, aseguró que el arsenal prohibido de Siria estaba compuesto «sobre todo de gases sarín y VX (agente neurotóxico), cuyos componentes almacenaba por separado». El Ejército de El-Asad también dispondría de «gas mostaza (agente tóxico que se absorbe por la piel y produce graves quemaduras) y otras cosas en las que no puedo profundizar», en palabras de Kerry.

«Una invención»

La Sociedad Médica Siria Americana (SAMS, en sus siglas en inglés) y la Defensa Civil Siria o 'cascos blancos', ambas organizaciones opositoras apoyadas por EE UU, aseguran que el Ejército empleó el sábado barriles explosivos con «sustancias prohibidas» en Duma y que al menos cuarenta personas perdieron la vida, entre ellas mujeres y niños. El Gobierno, por su parte, dice que es «una invención» y su gran aliado militar y diplomático, Rusia, señala que sus expertos y miembros de la Media Luna Roja han investigado sobre el terreno y no han encontrado prueba alguna.

El lugar del supuesto ataque es Duma, bastión del Ejército del Islam, y se habría producido tan solo unas horas antes de la rendición definitiva de este grupo yihadista apadrinado por Arabia Saudí cuyos combatientes pusieron rumbo al norte de Alepo. Siete años después, el Gobierno recupera el control absoluto de Guta, pero la denuncia del ataque químico eclipsa el mayor logro militar para el Ejército y sus fuerzas aliadas desde la reconquista de los barrios orientales de Alepo.

Hace un mes las mismas fuentes opositoras denunciaron un ataque con gas cloro en Hammoria, también en Guta, y los equipos de rescate de los 'Cascos Blancos' informaron de «30 casos de pacientes sofocados», pero finalmente los propios equipos médicos de la zona opositora dijeron que fue una falsa alarma. El sábado, en el nuevo ataque denunciado, los pacientes presentaban «síntomas como dificultad respiratoria, espuma en la boca y ojos irritados que indicaban la exposición a agentes químicos. Además, olían a cloro», según las organizaciones opositoras que difundieron a través de las redes sociales imágenes terribles de familias enteras muertas en los sótanos en los que se protegían de los bombardeos y de centros médicos desbordados con niños echando espuma por la boca y los ojos fuera de sus órbitas.

Barack Obama calificó el uso de armas químicas como una «la línea roja» que El-Asad no debía superar. En agosto de 2013, la oposición denunció un ataque de estas características también en Guta y la CIA informó de la muerte de más de 1.000 personas. Cuando todo estaba listo para una operación de castigo, Obama dio marcha atrás y apostó por la vía diplomática en lugar de los 'Tomahawks'. EE UU, con la mediación de Rusia, llegó a un acuerdo con el régimen, que se comprometió a entregar su arsenal químico y firmó la Convención de Armas Químicas, tratado internacional del que solo Israel, Corea del Norte, Sudán del Sur y Egipto se niegan a ratificarlo.

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