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Desolación. Tres musulmanes, en el exterior de la mezquita Al-Noor de Christchurch, donde murieron 40 de las 49 víctimas :: m. hunter / efe
Golpe ultra a un modelo de integración

Golpe ultra a un modelo de integración

El ataque terrorista de un australiano de extrema derecha se cobra la vida de 49 musulmanes mientras oraban en Nueva Zelanda

ZIGOR ALDAMA

Sábado, 16 de marzo 2019, 00:03

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shanghái. «Es uno de los días más oscuros de Nueva Zelanda». Así describió ayer la primera ministra del país oceánico, Jacinda Ardern, la jornada que dejó 49 muertos y al menos 48 heridos en Christchurch. Durante los rezos del viernes, los más significativos para la comunidad musulmana, dos mezquitas situadas al este y al oeste del centro de la ciudad fueron el escenario de la mayor matanza sufrida por el país en su historia reciente, y Ardern reflejó con gesto grave la consternación de toda la nación en la rueda de prensa que ofreció nada más conocer lo sucedido.

«Son unos hechos sin precedentes que solo se pueden describir como un atentado terrorista. No en vano, parece que fue bien planeado por gente que tiene ideas extremistas», añadió la mandataria en referencia a los hombres que perpetraron los ataques, aparentemente militantes de ultraderecha. «Es gente que no tiene lugar ni en Nueva Zelanda ni en otro lugar del mundo», sentenció Ardern antes de informar de que el país canceló todos los vuelos desde Christchurch, incrementó los controles en las fronteras, y elevó la alerta de seguridad de 'baja' a 'alta', por la posibilidad de que se produzcan nuevos ataques.

Para evitarlos, todas las mezquitas neozelandesas cerraron sus puertas tras los atentados y la policía incluso pidió a los residentes de Christchurch que no saliesen de sus casas. Tras la detención de tres sospechosos -una cuarta fue liberada porque no tenía conexión con los ataques- no se produjo hasta anoche ningún otro suceso. Pero los neozelandeses concluyeron el día petrificados. Y no les faltaban razones para ello.

Según el relato oficial, el ataque comenzó hacia las 13:40 horas. Al menos uno de los terroristas entró en una de las mezquitas con ropa de camuflaje y armado con un fusil automático -descrito por testigos como un M-16 negro- y vació tres cargadores sobre los fieles que había en el interior, algunos arrodillados en oración, sin hacer distinción entre hombres, mujeres, y niños. Por si fuese poco, retransmitió la masacre en directo por redes sociales durante 17 minutos. Poco después fue identificado como Brenton Tarrant, de nacionalidad australiana, que fue detenido y comparecerá hoy ante un tribunal acusado de asesinato.

A pesar del tiroteo, muchos asistentes al rezo ni siquiera se percataron de lo que sucedía. «No tenía ni idea de cómo suena una ametralladora», explicó uno de los supervivientes, Farhaan Farheez, a Stuff. «Cuando rezamos no prestamos atención a lo que nos rodea, así que la gente continuó con las oraciones mientras se sucedían los disparos», añadió este joven de 27 años que describió la mezquita como un campo de batalla «lleno de sangre y de cadáveres», una imagen que repitieron todos los supervivientes entrevistados por la prensa local.

Refugiados e inmigrantes

Quienes estaban más cerca del terrorista sí fueron conscientes de lo que sucedía y salieron corriendo o buscaron cobijo a la desesperada. Algunos contaron a AFP que esperaron tirados en el suelo a que acabasen los disparos para escapar y que la policía los escoltó al exterior solo cinco minutos después de que cesase la masacre. Las fuerzas especiales se incautaron de varias armas cuando lograron entrar y, fuera, los agentes localizaron dos explosivos en sendos vehículos. Uno fue desactivado.

Cuarenta y una de las víctimas mortales rezaban en la mezquita Al-Noor, en el oeste, y otras ocho perecieron en la de Linwood, en el este. El último fallecido murió en el hospital, donde anoche veinte personas todavía se encontraban en estado grave o crítico. Entre las víctimas hay al menos dos malasios, y países como Indonesia y Bangladés también informaron de la presencia de algunos de sus ciudadanos en los lugares del suceso. Un nutrido grupo de jugadores bangladesíes de cricket estaban presentes en el rezo, y, aunque ninguno sufrió heridas, el trauma de lo vivido aconsejó la cancelación del partido que Bangladés y Nueva Zelanda tenían previsto jugar hoy.

En esta coyuntura, y a falta de que se identifique a todas las víctimas, Ardern avanzó la posibilidad de que entre los fallecidos haya refugiados e inmigrantes. «Eligieron hacer de Nueva Zelanda su hogar, y este es su hogar. Ellos son nosotros. Somos una nación orgullosa de contar con ciudadanos de más de 200 etnias que hablan 160 lenguas. Es una diversidad que comparte valores comunes. La compasión es el que destacamos hoy», dijo la primera ministra de un Estado modelo de integración. Adern también se dirigió a los terroristas: «Puede que nos hayáis elegido, pero os rechazamos y condenamos con toda nuestra fuerza».

Seguridad reforzada

Ardern condenó tajantemente la ideología de quienes perpetraron los ataques, quizá consciente ya de que Tarrant había escrito un manifiesto de 74 páginas sobre el «genocidio que vive la raza blanca». En él incitaba a la violencia contra los musulmanes y a crear «una atmósfera de terror». Sin embargo, ninguno de los detenidos hasta anoche tenía antecedentes ni estaba bajo vigilancia policial, razón por la que las fuerzas de seguridad siguen en alerta.

«Ahora mismo no podemos hacer elucubraciones y tenemos que centrarnos en investigar», zanjó en otra rueda de prensa el jefe de la policía neozelandesa, Mike Bush. Como medida de precaución, países como EE UU, Canadá, Francia o Alemania reforzaron la seguridad en las mezquitas.

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