Secciones
Servicios
Destacamos
MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.
Jueves, 11 de junio 2020, 00:04
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Es verano, no hay trabajo y tampoco prisa. Día tras día salen a la calle los que claman justicia para George Floyd y para cada afroamericano víctima de la brutalidad policial. No se cansan, cada día son más. En las manifestaciones se ha visto hasta al senador republicano Mitt Romney, con mascarilla. No hay negocio que se precie que no salude las protestas. 'Black Lives Matter' se ha vuelto global. Les embarga la sensación de que están viviendo la oportunidad de dar un salto cuantitativo en la historia de los derechos civiles.
«¡Di su nombre!», grita uno. «¡George Floyd!», corean todos. Y la consigna se repite una y otra vez hasta desgañitarse. El grandullón de 46 años cuya muerte a manos de un policía en Mineápolis ha desatado estas protestas fue enterrado el martes en Houston con más honores de los que nunca soñó, en un coche de caballos blanco escoltado por la policía y aclamado por manifestantes de todo el país. En el parqué del New York Stocking Exchange (NYSE) se hizo silencio durante 8 minutos y 46 segundos, los mismos que el agente Dereck Chauvin le tuvo hincada la rodilla sobre el cuello hasta mucho después de que dejase de respirar. Fue el silencio más largo que se haya guardado nunca en la Bolsa de Nueva York.
Floyd descansa junto a su madre, después de haber vivido los últimos meses siguiendo la distancia social. Pero ni la Covid-19 impidió que los testigos se agruparan ayer en una cámara del Capitolio para elevar su voz hasta el Comité Judicial de la Cámara baja, que estudia la reforma policial. «Las súplicas de George (cuando pedía que le dejasen respirar) fueron ignoradas», dijo su hermano menor Philonise Floyd. «Por favor, escuchen las que les estoy haciendo yo ahora, la familia y las que suenan en las calles de todo el mundo: esto tiene que parar. Hagan los cambios necesarios para que las fuerzas del orden sean la solución, no el problema».
Solo el año pasado la policía de EE UU mató a 1.042 personas. En comparación, la de Reino Unido mató a tres. Y como dijo ayer mismo el presidente del Comité Judicial de la Cámara baja, que por fin afronta este problema, un afroamericano entre 15 y 34 años tiene aproximadamente diez veces más posibilidades de morir a manos de la policía que ningún otro estadounidense.
El presidente Donald Trump cree que no hay ningún problema sistémico, solo unas cuantas manzanas podridas que purgar. Hoy se rodeará de representantes policiales y otros negros de su partido que le ayudan a estructurar reformas superficiales para dar un discurso con el que recuperar la atención mediática.
Pero como dijo el reverendo Al Sharpton durante el funeral de Floyd en Mineápolis, la manera de librarse de las cucarachas es arrojarles luz. Bajo ese haz han empezado a salir vídeos de otros afroamericanos muertos a manos de la policía que no podían respirar en sus últimos minutos de vida. Como Javier Ambler, un afroamericano de 40 años, padre de dos hijas, al que la policía de Austin (Texas) persiguió por no haber cambiado las luces largas al cruzarse. Él tuvo miedo de parar. Le dieron caza al estrellarse y le sacaron violentamente del vehículo con descargas eléctricas mientras le esposaban.
«Por favor, tengo un problema de corazón, no puedo respirar», les suplica en el vídeo de la propia policía hecho público ayer. «¡Deja de resistirte!», le gritaban, a lo que él contestaba: «No me estoy resistiendo...». Para cuando le colocaron las esposas, ya no se movía ni tenía pulso. A Floyd lo mataron por comprar un paquete de cigarrillos con un billete falso de 20 dólares, recordó ayer su hermano Philonise a los legisladores. «Y yo os pregunto: ¿Es eso lo que vale la vida de un negro? ¿20 dólares? ¡Estamos en 2020, basta ya».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.