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GERARDO ELORRIAGA
Miércoles, 27 de marzo 2019, 00:03
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El jefe del Estado Mayor argelino solicitó ayer la inhabilitación del presidente, Abdelaziz Buteflika, en una declaración trasmitida por la televisión. Ahmed Gaïd Salah, también viceministro de Defensa, demandó la aplicación del artículo 102 de la Carta Magna que permite al Consejo Constitucional declarar vacante la máxima autoridad del poder ejecutivo.
La implantación de la medida supondría que el presidente del Senado, Abdelkader Bensalah, asumiría el puesto de presidente en funciones y se abriría un periodo de transición hasta la celebración de elecciones en un plazo de 90 días. Los rumores en la capital, Argel, apuntan a que la entidad ya se ha reunido y que la decisión de las Fuerzas Armadas seguirá adelante.
La medida es una respuesta lógica al clima tenso que vive el país desde que se anunció la candidatura del dirigente a un quinto mandato. La coalición gubernamental y el Ejército, el poder fáctico del país magrebí, dieron su visto bueno a la reelección el 22 de febrero, a pesar de que el político, de 82 años, sufrió un derrame cerebral en 2013 que le privó del habla y le obliga a permanecer ingresado en clínicas suizas durante largos periodos.
La adversa respuesta popular, vehiculada a través de un movimiento ciudadano que, desde entonces, ha convocado continuas manifestaciones en las grandes urbes, provocó la renuncia del presidente a la reelección, el retraso indefinido de la cita electoral y el anuncio de la convocatoria de una conferencia nacional para reformar la Constitución.
El apartamiento de Buteflika supone un paso lógico ante el descrédito sufrido por el régimen, que ha gobernado la república durante los últimos 19 años gracias al trauma generado por la guerra civil, los beneficios de la venta de hidrocarburos y la figura de consenso del ahora vilipendiado Buteflika. La crisis económica provocada por la caída de los precios del petróleo precipitó el desprestigio del Ejecutivo, en manos de una elite políticomilitar desde la independencia de Francia en 1962.
El anuncio del Ejército también pone de relieve las disparidades internas. La rápida sucesión de iniciativas se ha producido en un ambiente convulso dentro del Frente de Liberación Nacional (FLN), el partido que dirige el país desde su independencia, ahora aliado con la Reagrupación Nacional para la Democracia (RND), otro actor dentro de ese conglomerado de intereses que controla la Administración desde hace más de medio siglo.
Los sectores recalcitrantes parecen perder la partida frente a quienes reclaman una apertura del sistema, una pugna que se revela a través de la flagrante contradicción entre los testimonios de unos y otros. El primer ministro, Ahmed Ouyahia, muy crítico con la expresión callejera, renunció a favor de Nuredine Bedoui, y las declaraciones de Gaïd Salah, asegurando el interés compartido del Ejército y los manifestantes, invalidan al presidente de la Asamblea, Muad Buchareb, que ha llegado a afirmar que las protestas «pretenden destruir el país» y se manifestó, solo hace dos días, partidario de seguir la hoja de ruta presuntamente elaborada por Buteflika.
Las primeras reacciones de la oposición al paso dado ayer por el Ejército fueron contrarias. El Movimiento Social por la Paz, el mayor partido islamista autorizado, respondió con calculada ambigüedad, afirmando que «sopesa la propuesta», pero que la aplicación del artículo 102 no garantiza los cambios necesarios para celebrar elecciones limpias y justas. Y apuesta por una transición de seis meses dirigida por una figura de consenso. La Reagrupación por la Cultura y la Democracia, una formación histórica, advirtió contra lo que ve como una estratagema para la supervivencia del sistema.
La clave se halla en el movimiento Mutawana, artífice de la movilización de los viernes a lo largo del último mes. Si la propuesta no es apoyada y persisten las protestas, el futuro del proceso se antoja impredecible. El optimismo no predomina. Gaïd Salah ha sido, hasta ahora, un apoyo fundamental de Buteflika y el continuismo, al igual que Bensalah, el hipotético relevo y afecto al aparato y al que, incluso, se le achaca haber nacido en Marruecos.
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