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La obsesión de Trump con Ucrania

La obsesión de Trump con Ucrania

El presidente mezcla varias teorías de la conspiración e incita a sus ministros a reclutar a otros países que quieran investigarlas en su favor

Mercedes Gallego

Nueva York

Sábado, 5 de octubre 2019, 08:51

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Casi la mitad de los estadounidenses cree en alguna teoría de la conspiración, según un estudio publicado en American Journal of Political Science, ya sea que el aterrizaje en la Luna fue un montaje de Hollywood o que las Torres Gemelas las voló el Gobierno. Ésta última la secundaba en 2015 el 19%, frente al 25% que creía a pies juntillas que Barack Obama no había nacido en el país.

El dato posiblemente explique la victoria de Donald Trump, que llegó a convertirse en portavoz de los conspiracionistas de ultraderecha conocidos como 'birthers' por su obsesión con el certificado de nacimiento del presidente. Obama lo hizo público en 2008, lo que ni mucho menos convenció a los incrédulos, que encontraron otras teorías de la conspiración para desacreditar el documento. Ésa es la una de las características de los adeptos a las conspiraciones, su terquedad para aceptar la realidad. Puede parecer una contradicción, pero a estos personajes temerosos de un mundo repleto de enemigos ocultos, creer que saben algo que el sistema trata de ocultarles les da seguridad.

Será por eso, y por lo vulnerable que se sintió durante los tres años que duró la investigación de la trama rusa, que Donald Trump se ha aferrado con fuerza a la teoría de que fue Ucrania la que conspiró contra él en las elecciones de 2016. El objetivo habría sido ayudar a Hillary Clinton y desprestigiar su «contundente» victoria, en la que obtuvo tres millones de votos menos que su rival.

Donald Trump se ha aferrado con fuerza a la teoría de que fue Ucrania la que conspiró contra él en las elecciones de 2016

Es difícil rastrear el origen de una teoría de la conspiración pero parece ser que la primera vez que Trump lo escuchó fue, cómo no, de boca de Vladímir Putin, el primer interesado en sacudirse las acusaciones y culpar a su enemigo. Trump se ha rodeado de personajes proclives a creer en conspiraciones, desde su arquitecto electoral Steve Bannon, que se precia de difundirlas, a su abogado particular, Rudy Giuliani, a quien se acusa de haberle grabado la de Ucrania a sangre y fuego.

«Estoy profundamente frustrado de lo que él y su equipo legal le hacen al presidente al repetirle una teoría que está totalmente desmentida», contó el pasado domingo en entrevista con la cadena de televisión ABC su antiguo asesor de seguridad doméstica, Thomas Bossert, que sigue defendiéndole y culpa a Giuliani. «Cuando se lo repiten una y otra vez se le queda, pero para que quede claro, George», le dijo al presentador, «no tiene validez alguna».

Ego herido

El equipo de la Casa Blanca se lo ha explicado repetidamente, pero su ego herido por haber sido uno de los pocos presidentes que llega a la Casa Blanca sin haber ganado el voto popular prefiere creer que ha sido víctima de una conspiración para deslegitimar su victoria. Según esta teoría, la oligarquía ucraniana habría colaborado con los demócratas para falsear los servidores interceptados por piratas rusos que en 2016 filtraron a Wikileaks comunicaciones confidenciales del partido de Clinton.

«Me gustaría pedirte un favor, porque nuestro país ha pasado por mucho y Ucrania sabe mucho de ello», dijo Trump a Volodímir Zelenski en la polémica llamada que ha desatado el 'impeachment'. «Me gustaría que averiguases qué pasó con toda esa situación de Ucrania, dicen que Crowdstrike... Supongo que tienes uno de vuestros hombres ricos... El servidor, dicen que Ucrania lo tiene. Hay muchas cosas que pasaron en toda esta situación. Creo que te estás rodeando de alguna de la misma gente. Me gustaría que pongas al fiscal general o a tu gente de confianza a llegar al fondo de este asunto».

Así se lee literalmente la transcripción que hizo pública la Casa Blanca. Para la mayor parte del mundo, este fragmento inconexo no tenía sentido, pero Zelenski ya había sido informado por Giuliani y sus acólitos de lo que buscaba Trump, así que no necesitó hacer preguntas. Crowdstrike, la empresa que contrató el Partido Demócrata para limpiar sus sistemas informáticos e investigar el origen de los ataques, fue la primera sorprendida de encontrarse en el centro de la llamada que desató el 'impeachment', pero la acusación no le sonaba a nueva.

En abril de 2017, durante una entrevista con Associated Press, el presidente sacó de pronto el ataque informático al Partido Demócrata y se quejó de que el FBI no había revisado los servidores. «Se trajeron a una empresa de Ucrania», acusó. «¿Crowdstrike?», preguntó atónito el periodista. Y no sólo porque goza de mucho prestigio en su campo, sino porque es californiana. «Es lo que yo he oído», insistió el mandatario. «Su propietario es un hombre muy rico de Ucrania». Dmitri Alperovitch, su cofundador, es en realidad de origen ruso y creció en EE UU. El servidor no se le entregó ni a Crowdstrike ni al FBI, para empezar porque los correos intervenidos estaban en seis nubes, y para seguir porque ni la empresa ni el FBI trabajan con los aparatos, solo con las imágenes de los servidores que toman para la investigación antes de que los usuarios las alteren por el uso. El propio director del FBI James Comey lo explicó así ante el Congreso durante su testimonio, lo que pudo dar alas a la conspiración.

Trump mezcla varias teorías. Cuando un periodista le preguntó el jueves si creía que los emails borrados de Hillary Clinton están en Ucrania, contestó convencido: «Puede ser». El servidor privado que tenía ésta en su casa de Chappaqua mientras era secretaria de Estado fue borrado en 2014, dos años antes del ataque informático que sufrió su campaña y el Partido Demócrata. La derecha la acusa de haber eliminado más de 30.000 correos para encubrir su participación en los ataques terroristas contra el consulado de Bengasi, en los que murió su amigo y embajador en Libia Christopher Stevens. '¡Enciérrala!' se convirtió en slogan de la campaña de Trump, coreado la primera vez por el exgeneral Michael Flynn, cuyo hijo difundió la teoría de que los emails borrados contenían información sobre una red de tráfico de niños que tendrían escondidos altos cargos demócratas en la parte trasera de algunos restaurantes. Eso propició que uno de sus seguidores entrase a tiros en una pizzería de Washington para 'liberar' a las criaturas.

'Pizzagate'

La información del 'pizzagate' apareció inicialmente en varias páginas conspiracionistas de supremacistas blancos. La de que el vicepresidente, Joe Biden, despidió al fiscal ucraniano para que cerrase la investigación sobre su hijo la publicó el Government Accountability Institute, según admitió su fundador Steve Bannon a la revista 'New Yorker'. En realidad Biden presionó para que se despidiera a un fiscal corrupto que le había negado información a los tribunales británicos que investigaban a la empresa energética Burisma por casos anteriores al nombramiento de su hijo en el Consejo de Administración.

A ese cóctel de enemigos y conspiraciones hay que sumar que fue un parlamentario ucraniano, Serhiy Leshchenko, el responsable de que Trump tuviera que despedir en 2016 a su jefe de campaña Paul Manafort, condenado a siete años y medio de prisión por evasión fiscal, al no haber declarado su trabajo como lobista en Ucrania. El parlamentario y periodista especializado en investigaciones de corrupción acusó públicamente al ex jefe de campaña de Trump de haber ayudado al Gobierno proruso de Viktor Yanukovich a blanquear 37.000 millones de dólares a cuentas extranjeras. Su nombre era candidato a formar parte del equipo de Zelenski, que ganó las elecciones con la promesa de combatir la corrupción, pero Trump dejó claro en su llamada que no tendría su aprobación. «Creo que te estás rodeando de alguna de la misma gente», le advirtió. Para entonces Leshchenko ya no albergaba esperanzas. «Todos sabemos que Giuliani es la mano derecha de Trump. En cuanto me llamó 'enemigo de EE UU' (en televisión), quedó claro que tenía que echarme a un lado».

Trump había puesto a todo su Ejecutivo a perseguir teorías de la conspiración por el mundo para arrinconar enemigos reales e inventados. Cumplía el sueño de cualquier conspiracionista, tener a su disposición los recursos del gobierno de EE UU para escrutar las teorías que lee en las redes sociales y cobran cuerpo en su cabeza. Despachó ministros y ordenó investigaciones en países extranjeros hasta poner el mundo del revés para escuchar lo que quería oír. Eso, temen muchos, es lo más escalofriante que revela la llamada a Ucrania. Un presidente tan paranoico como Nixon que, a diferencia de este, no tuvo el sentido de ocultar la llamada porque a estas alturas ya no sabe distinguir entre la ficción y la realidad, el bien y el mal. Un túnel de miedos y enredos mentales que parece llevarle directo al 'impeachment' y al imaginario colectivo de un país donde la realidad supera a la ficción.

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