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Mercedes Gallego
Corresponsal en Nueva York
Miércoles, 2 de mayo 2018, 19:10
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El entusiasmo del almirante Ronny Jackson sobre los «excelentes» genes del presidente le valió la cartera del Departamento de Veteranos, aunque luego el Senado se haya resistido a dársela por su historial de médico temperamental, dado a la bebida y los abusos de poder. Sin embargo, Harold Bornstein, su médico de los últimos 36 años antes de ganar la presidencia, escribió «al dictado» que sería «inequívocamente el presidente más sano de la historia» y no logró con ello que se lo llevase a la Casa Blanca. Es ese resentimiento el que le ha hecho contar con pelos y señales los entresijos de la salud de Trump.
El estrambótico médico de Manhattan que presume de ser «la única persona del mundo» que tiene todos los teléfonos personales del magnate y sus esposas aplaudió públicamente la caída en desgracia del médico de la Casa Blanca al que no logró sustituir. Jackson no sólo ha tenido que renunciar a dirigir un ministerio con casi 200.000 millones de dólares de presupuesto –el segundo mayor después de Defensa-, sino que ahora está bajo investigación del Pentágono y ha sido escoriado como médico personal del presidente. Tan sucio era todo lo que ocultaba la sonrisa de este hombre de «tan buen parecer» que se había ganado los favores de Trump. «Para mí ha sido como una celebración», se congratuló Bornstein en entrevista con NBC.
Puestos a desahogarse, el antiguo médico de Trump, con el que no ha tenido contacto desde que ganó las elecciones, contó que la carta en la que certificó la «excelente» salud del entonces candidato prácticamente se la «dictó» él por teléfono y la escribió mientras aguardaba fuera el coche que había mandado para recogerla.
En esos días Trump, de 71 años, se mofaba de que su rival no tenía «stamina» (resistencia) y cuestionaba la salud de una candidata que se desmayó bajo el sol de septiembre en el homenaje a las víctimas del 11-S. Bornstein se encargó de ratificar que a él no le faltaba «vigor» y justificó la hipérbole de que sería el presidente más sano de la historia porque «todos los demás están muertos o enfermos». Bill Clinton, operado de corazón, no protestó.
Resultó que Trump no sólo no le compensó con el puesto de médico de la Casa Blanca, sino que la invitación a su toma de posesión no incluyó un asiento. Bornstein dice sufrir de problemas de espaldas y un nervio pinzado en la pierna, por lo que ese día, después de caminar hasta el Capitolio para encontrarse de pie tras un árbol, «estaba tan incómodo con la espalda y tenía tanto frío que ni siquiera escuché lo que decía», contó al New York Times. «Me sentí absolutamente miserable».
Entre arrebatos ariscos de «la salud del presidente no es asunto vuestro», les fue desvelando todo su historial médico, incluyendo el uso de propecia, un medicamento para la próstata que se receta para mantener la mata de pelo. Y con su cabello no se juega. A los pocos días, ha revelado ahora el médico, el guardaespaldas personal de Trump y otros matones entraron por la fuerza en su oficina del Alto Manhattan sin más orden judicial que una carta del almirante Jackson. Con brusquedad arrasaron los archivos para llevarse todo lo que tuviera el nombre de Trump, incluyendo las fotos. Eso dejó al médico y al personal «temblando», confesó el lunes a NBC. La Casa Blanca asegura que es «un procedimiento standard», pero lo único seguro que es que la ya manida frase de «esto no es normal» se ha convertido en la norma de la presidencia Trump.
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