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¿Qué supone la clausura de la Administración?

Dos millones de trabajadores deberán esperar sin sueld o en sus casas a que el Senado pacte nuevas cuentas

A. RIBERA

Domingo, 21 de enero 2018, 00:26

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La negativa del bando demócrata a prolongar los presupuestos federales provocará que la Administración Trump se quede sin fondos y, por ello, se verá obligada a cerrar algunas de las oficinas del Gobierno debido a una ley federal que obliga a que cesen sus actividades si el Congreso se niega a financiarlas. Miles de empleados públicos serán suspendidos de empleo hasta que se consigan nuevos fondos, sin que, no obstante, los servicios esenciales dejen de funcionar, ya que sus efectivos están obligados a trabajar aunque no cobren sus sueldos. Son los casos de la seguridad nacional, el control del tráfico aéreo, las urgencias médicas, los servicios penitenciarios o los equipos de rescate de emergencias. Sin podrán quedar clausurados los monumentos o los parques nacionales, algo muy impopular entre los ciudadanos y entre los turistas, también afectados por la paralización de la gestión de visas y pasaportes.

Si nos amparamos en el anterior cierre, que tuvo lugar el 2013 con Obama en la Casa Blanca y se prolongó durante dieciséis días, alrededor de dos millones de trabajadores federales verán suspendida su actividad. La mayoría, en paro desde ya ayer mismo, pertenece a los departamentos de Vivienda, Medio Ambiente, Educación y Comercio. También se verán afectados, aunque en menor medida, las áreas de Transporte, Defensa y Tesoro. Incluso el cierre alcanzará a casi una millar de empleados de la propia Casa Blanca. De cualquier manera, muchos de los efectos inmediatos pasarán desapercibidos para la mayoría de los norteamericanos.

¿Y el coste económico? Según la agencia de medición del riesgo Standard and Poor's la economía estadounidense podría registrar pérdidas de 500 millones de dólares (409 millones de euros) semanales durante la clausura de los servicios federales. Este cierre administrativo es el cuarto que se registra en los últimos veinticinco años. Con anterioridad al que padeció Obama en 2013, otros dos presidente demócratas también experimentaron similar situación. Durante dieciocho jornadas Jimmy Carter en 1978, mientras que Clinton hubo de superar el trance en dos ocasiones, en 1995 y 1996.

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