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Un grupo de policías contiene a los manifestantes frente a la Casa Blanca.

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Un grupo de policías contiene a los manifestantes frente a la Casa Blanca. Reuters

Los disturbios raciales engullen a Trump

El presidente anuncia el despliegue de miles de soldados en Washington | Reclama mano dura a los gobernadores y culpa a Minneapolis de convertir a EE UU en el hazmerreír mundial

Mercedes Gallego

Minneapolis

Lunes, 1 de junio 2020

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Si Donald Trump pensó que reprimiendo las protestas de Minneapolis podía apagar el incendio, se equivocó. La Guardia Nacional se replegó este lunes a sus cuarteles por órdenes del gobernador de Minnesota Tim Walz, que intenta mantener un delicado equilibrio entre su electorado y el control de las calles, pero las llamas han llegado tan lejos que, ahora se sabe, obligaron el viernes al presidente a esconderse en el sótano de la Casa Blanca. Como a George W. Bush durante los atentados del 11-S.

Los servicios secretos se lo llevaron a toda prisa hasta el bunker de la mansión, a medida que saltaban los cristales de los edificios contiguos y ardía el parque que rodea la Casa Blanca. No hay detalles de quién le acompañó en esa huida, que le tuvo encerrado casi una hora y apagó hasta sus tuits, pero este lunes Trump estaba furioso. Vehículos militares desfilaron por la avenida Pensilvania para proteger la mansión presidencial. En conferencia telefónica con los gobernadores, el presidente les increpó por ser «muy débiles» y culpó los disturbios de Minnesota de haber convertido al país en el hazmerreír del mundo. «¡Tenéis que dominar!», les conminó indignado.

Horas más tarde, el mandatario anunció este lunes el despliegue de miles de soldados armados en Washington, tras los disturbios del domingo por la noche, que calificó como una «deshonra» y «para detener »los disturbios, los saqueos, el vandalismo, los ataques y la destrucción gratuita de la propiedad«.

«Lo que pasó en la ciudad anoche es una deshonra absoluta», dijo Trump en una discurso pronunciado en la Casa Blanca al mismo tiempo que la policía comenzó a dispersar una protesta a pocos metros del edificio. «Estoy enviando miles y miles de soldados fuertemente armados, personal militar y agentes de las fuerzas del orden», aseguró.

«Aquí nadie se ríe», le contestó el gobernador de Minnesota. «Estamos sufriendo». Para Trump, ser «débil» es el peor insulto posible. Su ego, siempre amenazado, necesita revestirse de autoridad y «dominar» al contrario para sentirse seguro y creerse el más fuerte.

Su rabia se correspondía con la que descargaban algunos policías sobre los manifestantes a lo largo y ancho del país, aterrorizados por la pérdida de control y ansiosos por desquitarse con quienes ven como maleantes, aunque lleven los brazos en alto y carteles de paz. «Conozco a muchos agentes que van al mismo gimnasio que yo, son mis amigos, no entiendo cómo pueden tener tanta rabia dentro», se sorprendía Scott Meyer, un neurocirujano marcado por los disparos de botes de gas a corta distancia y los golpes despiadados de quienes reprimieron la manifestación del domingo en Minneapolis. «Esta era una manifestación pacífica en la que no había un sólo arma. Si no saben distinguir entre los buenos y los malos, que los devuelvan a sus jaulas».

Informadores heridos

Una docena de periodistas identificados apropiadamente también han resultado heridos, algunos de los cuales han perdido ojos o piernas que sobrevivieron a guerras en Oriente Próximo. Con ese lujo de violencia ha llegado también una nueva oleada de vídeos incendiarios. Como el de dos policías de Atlanta (Georgia), que han sido despedidos tras ser grabados rompiendo las ventanillas de un coche para electrocutar a dos estudiantes que iban dentro. O los que en Louisville (Kentucky) dispararon contra un grupo de manifestantes, dejando a uno gravemente herido. O el que en Houston (Texas) pisoteó a una mujer desde su caballo.

En todo el país, cerca de 5.000 personas han sido detenidas, con Nueva York a la cabeza. Y aún así, para Trump esta ciudad «es una desgracia, no sé qué está pasando con 'los mejores de Nueva York', dijo en referencia a la Policía. «Hay que dejarlos actuar y ponerse más duros», clamó este lunes en el audio filtrado a CNN. Su Torre de la Quinta Avenida es uno de esos edificios bajo asalto de los manifestantes, pero Trump puede estar a punto de aprender una importante lección.

Se la dio este lunes en Minneapolis el hermano de George Floyd, cuya muerte a manos de un policía ha desatado la tormenta racial. Terence Floyd voló hasta Minneapolis acompañado por el reverendo y activista Kevin McCall para lanzar un poderoso mensaje de calma a todo el país desde el mismísimo lugar en el que murió su hermano. «¿Qué estáis haciendo?», gritó a la multitud. «¡Nada de esto nos va a devolver a mi hermano! Puede que se sienta bien en el momento, pero es como beber, cuando se te pasa nada ha cambiado y encima te sientes peor». Su mensaje es «hacer esto de otra manera», propuso. «Votad».

Vídeo. Resultado de la autopsia de George Floyd. E, P.

Las peores revueltas

Horas después de que la autopsia independiente contratada por la familia confirmaba que su hermano murió por una «traumática asfixia mecánica» a manos del agente Derek Chauvin, e vocaba el discurso de Barack Obama, que ha roto su silencio para condenar la violencia y pedir un cambio en el sistema de justicia criminal, según dijo ayer en un ensayo publicado en 'Medium', con la foto del mural de Floyd en Minneapolis ante la que se desmayó Terence ayer al llegar. El primer presidente afroamericano reconoce que las protestas «representan la frustración legítima y genuina de décadas de fallidas reformas policiales», pero no incluye explícitamente su propia negligencia en corregirlas, pese a haber estado ocho años en el poder.

Su vicepresidente Joe Biden tendrá la oportunidad de hacerlo si logra rentabilizar las crisis a las que se enfrenta Trump durante este año electoral, desde la pandemia del siglo hasta las peores revueltas desde la muerte de Martin Luther King, sin perder de vista la peor crisis económica desde la Gran Depresión. «Me encantó la conversación con el vicepresidente», dijo el hermano de Floyd a CNN tras recibir las llamadas telefónicas de los dos candidatos. «¿Pero Trump? Duró dos minutos». Ese electorado que llevó a Obama hasta la Casa Blanca puede ser el que devuelta a Trump a su torre de la Quinta Avenida, hoy asediada por los manifestantes.

Para evitar la escalada de los disturbios, este lunes la alcaldesa de Washington adelantó en cuatro horas el inicio del toque de queda, que comenzaría a las siete de la tarde (hora local), las doce de la noche en España. En Nueva York, la restricción de movimiento comenzará a partir de las once de la noche, las cuatro de la madrugada en España.

Supremacistas infliltrados

La pintada sobre una camioneta blanca que bloquea el paso a la calle 26 del sur de Minneapolis lo dice todo: 'Los racistas no son bienvenidos. Aquí, sólo amor'. A su lado, sentada sobre la acera, una familia completa que hace turnos para vigilar la barrera de amor que han montado. En los días previos han visto arriba y abajo coches sin matrícula que han quedado aparcados en los alrededores. Dentro han encontrado combustible y material para cócteles molotov. «No sabemos si los han dejado abandonados o a la espera de volver a por ellos cuando sea el momento de usarlos», cuenta Marguerite.

A poca distancia de donde murió George Floyd bajo el peso de un policía y el silencio cómplice de otros tres, el barrio se ha convertido en meca de peregrinación para quienes quieren rendir homenaje a Floyd y utilizar su memoria como revulsivo del cambio. Unos pacíficamente, otros por la fuerza. Y algunos más, los que preocupan a Marguerite, para enturbiar las aguas revueltas con más odio. El comisionado Paul Schnell ha confirmado la presencia en la ciudad de grupos de supremacistas blancos que ponen carteles racistas e intentan provocar mayores disturbios. Muchos manifestantes les acusan de ser quienes provocan los incendios. «Ahora con la pandemia no tienen trabajo y están hartos de estar en casa. Vienen a divertirse, son amigos de los policías y estos les ayudan», asegura Alex, que también hace guardia en la barricada del amor. Según él, la policía les da armas y les equipa, jura haberlo visto en una comisaría durante las protestas que siguieron al asesinato de Philando Castile hace cuatro años, otro afroamericano que murió a manos de la policía mientras su novia lo filmaba.

Apunta a Bob Kroll, el presidente del Sindicato de Policía de Minneapolis, que cuenta con un largo historial de declaraciones inflamatorias y acusaciones que le conectan a grupos supremacistas. Como artífice de 'Policías por Trump' fue su telonero en el escenario en octubre pasado, cuando agradeció al presidente que les hubiera «quitado las esposas» que les puso Obama con sus reformas policiales «para dejar que se las pongan a los criminales».

El contubernio de los agentes con estos grupos, o al menos su simpatía hacia ellos, se vio reflejado el domingo en el trato que propiciaron al camionero que embistió a toda velocidad una manifestación pacífica de entre 5.000 y 6.000 personas sobre el puente de Minneapolis que cruza sobre la autovía 35W. «Se me cortó la respiración», confesó el gobernador Tim Walz. «Lo estaba viendo en directo (por las cámaras de seguridad) y pensé que lo siguiente iban a ser cientos de personas muertas o aún peor si hubiera explotado». El vehículo iba lleno de combustible. La Policía llegó rápidamente y detuvo con gentileza al conductor al que los manifestantes habían sacado a empujones del camión. Ni siquiera le pusieron las esposas.

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