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E. BAO AGUIRRE
Jueves, 2 de mayo 2019, 00:01
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La autoproclamación como 'presidente encargado' de Juan Guaidó, el 23 de enero, dividió a la comunidad internacional. Donald Trump tardó escasos minutos en reconocer al joven opositor como dirigente interino de Venezuela y a este valioso apoyo siguieron en cadena los de los más relevantes países de América, con Colombia, Brasil o Canadá a la cabeza, y de la Unión Europea, entre ellos España. Pero tampoco Nicolás Maduro afrontaba el directo desafío a su recién estrenado segundo mandato huérfano de amigos: nada menos que China y Rusia, bien que forzados en gran parte por las cuantiosas inversiones en el Estado caribeño, además de Cuba o Turquía.
La continuidad de Maduro en el poder más de tres meses después se traduce en un enfrentamiento creciente entre Washington y Moscú, que ayer cruzaron acusaciones mutuas de interferencia en Venezuela. La extraña jornada del martes desató un chorro de declaraciones y mensajes de ánimo desde los más cercanos colaboradores de Trump. Una vez más, «todas la opciones» estaban sobre la mesa del presidente de EE UU para acabar con el chavismo. Y un aviso a Rusia: que no se meta.
El secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, reiteró ayer la posibilidad de una intervención militar «si fuera necesario» y el indudable tono amenazador resonó en Moscú. Pompeo anunció que durante la jornada se proponía discutir la situación de Venezuela con el canciller ruso. Y en la conversación saltaron chispas. «La interferencia de Washington en los asuntos internos de un Estado soberano y las amenazas a su liderazgo constituyen una flagrante ruptura de la legalidad internacional», aseguró la cancillería rusa.
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