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Varios manifestantes tiran la estatua de Edward Colston, en Reino Unido. EFE
Absueltos por tirar al río la estatua de un esclavista

Absueltos por tirar al río la estatua de un esclavista

La decisión de un jurado de Bristol perturba a políticos y comentaristas metidos en la guerra cultural continua

ÍÑIGO GURRUCHAGA

Londres

Domingo, 9 de enero 2022, 16:07

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Cuatro participantes en el derribo de la estatua del marchante de esclavos Edward Colston fueron absueltos esta semana en Bristol de la acusación de haber cometido un delito de daños. La decisión ha causado asombro entre políticos y comentaristas conservadores. Uno de ellos, Darren Grimes, provocó a la exultante izquierda animando a profanar la tumba de Karl Marx en Londres, «porque es hora legal».

Los hechos de aquel 7 de junio de 2021 no son disputados. Una manifestación convocada por grupos antirracistas, dos semanas después del asesinato de un hombre negro desarmado por un policía de Mineápolis, llegó al centro comercial y cívico de la ciudad donde se levantaba la figura del traficante de esclavos, que fue también benefactor de hospitales, escuelas o iglesias.

Sage Willoughby trepó por la estatua e hizo un collar a Colston con las dos cuerdas acarreadas por Milo Ponsford y Rhian Graham, Los manifestantes pudieron entonces tirar de ellas hasta separar la estatua del plinto que la sostenía. Una vez derribada, Jake Skuse animó a la gente a rodar por la calle la figura metálica del denostado y a arrojarla finalmente a las aguas del cercano puerto deportivo.

En el procedimiento judicial, la Fiscalía de la Corona tenía que convencer a los doce miembros del jurado de que los acusados habían dañado un bien ajeno- el Ayuntamiento posee la estatua en nombre de los habitantes de la ciudad del sudoeste de Inglaterra-, de que lo hicieron intencionadamente y sin ninguna excusa legal para justificar sus acciones.

La defensa de los 'Cuatro de Colston' desarrolló sus argumentos principalmente sobre el último punto. Las acciones supuestamente delictivas estaban justificadas legalmente, por su intención de evitar la comisión de al menos dos delitos: uno de exposición pública de materiales indecentes y otro contra la ley de orden público, que castiga la exhibición de algo abusivo, que pueda afligir a otros.

Los acusados alegaron también que no causaron daño a la estatua, ahora resguardada y expuesta en un museo, con grafiti y pancartas. Que es propiedad de la población de Bristol, cuyo Ayuntamiento no hizo caso a las eticiones para que la retirase. Y también, que tribunales británicos y europeos han protegido acciones polémicas de manifestantes en nombre del derecho de expresión.

En un juicio con jurado, el magistrado recuerda a sus miembros, antes de retirarse para deliberar su decisión, los hechos probados y les describe las cuestiones legales que tienen que responder en sus mentes y en la conversación. Por 11 contra uno, decidieron que los cuatro no son culpables de un delito agravado de daños. El veredicto no se explica, no admite recurso y no crea un precedente de obligado cumplimiento.

Willoughby, el más joven, con 22 años, y el único de los cuatro que no lucía la camiseta diseñada por el artista Banksy para ayudar a su defensa, proclamó en el exterior del juzgado: «¡Es una victoria para los que están en el lado correcto de la Historia!» Se arrodilló después y compuso, puño en alto con guante negro, el gesto asociado a las protestas del movimiento 'Las vidas negras importan»(BLM).

Un comentarista del semanario 'The Spectator' aseguró que el veredicto «es una victoria de los 'valores' y no de la ley». «The Secret Barrister»(El Abogado Secreto), uno de los más destacados de la pléyade de letrados que publican blogs o comentarios diarios sobre asuntos del Derecho y de la administración de Justicia, desmanteló esa forzada oposición entre valores y ley, que avanzarían siempre en continuo cruce.

La ministra Abogada del Estado, Suella Braverman, considera remitir el caso al Tribunal de Apelación para que analice las directrices del juez al jurado. Se pide al Gobierno que cambie la ley, que protege igualmente, sin garantizar qué dirá un jurado, a quien profanase la tumba de Marx. Emergió entonces Jacob Rees-Mogg, parlamentario de Somerset caricaturizado como «el diputado por el siglo XVIII».

Cuando Theresa May quiso cobrar una tasa a los resientes comunitarios para permanecer en el país, el radical 'brexiter' la paró en seco. También consideró inmoral que su colega, Sajid Javid, privase de nacionalidad a una chica londinense, atraída por islamistas a casarse en Siria cuando era menor de edad y que quería volver a casa. Esta vez, Rees-Mogg ha sentenciado que «el sistema del jurado es uno de nuestros más grandes monumentos, el sublime protector de nuestras libertades».

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