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Acedo pregonó la Semana Santa de Antequera de 2019 vestida de negro con mantilla española. A. J. G.
Eugenia Acedo da en Antequera una lección cofrade y religiosa de cómo se debe vivir la Semana Santa

Eugenia Acedo da en Antequera una lección cofrade y religiosa de cómo se debe vivir la Semana Santa

El pregón contó con un preludio musical de la Banda Villa de Otura, interpretando marchas cofrades locales

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Domingo, 7 de abril 2019, 00:04

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La profesora, historiadora y cofrade Eugenia Acedo Tapia emocionó a un repleto Teatro Torcal, en el Pregón de la Semana Santa de Antequera de 2019 que tuvo lugar en la tarde-noche de ayer. Recorrió día a día las procesiones, basándose en citas bíblicas y marchas cofrades, donde pidió a los cofrades que celebren el Domingo de Resurrección, base de la Semana Santa y de la fe cristiana.

El acto comenzó comenzó con un concierto de música de la Banda de Música Villa de Otura, que acompaña a la Virgen del Socorro cada Viernes Santo en Antequera desde hace 15 años. Ofreció un homenaje a las marchas procesionales de cofradías antequeranas, interpretando: 'Vera Cruz, Madre de los Estudiantes', 'Reina de la Cruz Blanca', 'Cristo del Mayor Dolor', 'XXV Aniversario de tu Coronación, Paz' y 'Socorro Reina del Portichuelo'.

Antes de entrar en la Semana Santa, quiso dedicarles unas palabras a Antequera: «Y te soñé bajando la cuesta desde la Puerta del Cielo, buscando la Paz y llegando a San Sebastián. Y miré hacia arriba y vi un Arco de Gigantes que envolvía a Santa María y a un castillo, el de Papabellotas, y me giré y vi una ermita, de la Vera Cruz decían... Y te seguí soñando, y te seguí buscando, y vi una muralla, y varias puertas, y un Señor allí abajo, que de la Salud y Aguas lo llamaban. Y no podía parar, porque te amaba, y en una calle que un Infante nombrara, encontré un Remedio para la angustia que estallaba...».

Tras una alusión a lo que supone la Cuaresma para un cofrade, procedió a recorrer día por día las cofradías de Antequera, basándose en los siete dolores de la Virgen. En el primero de ellos, dedicado a la Virgen de la Consolación y Esperanza que procesiona el Domingo de Ramos junto a la Pollinica: «Y llegará, llegará el Domingo de Ramos y, de nuevo, se abrirán las puertas de San Agustín, para que Cristo Rey entre triunfante en la Jerusalén de Antequera. Y la calle Infante se convertirá en una alfombra donde los niños hebreos y las mujeres recibirán al Señor».

Lunes Santo

El segundo dolor: Vera Cruz en el Lunes Santo de la Cofradía de los Estudiantes. «Leño verde, verde estudiantil, Verde, que te quiero verde, Verde de mis niñas, Verde de abril, Estudiantes, que sois el primer paso de cualquier cofrade antequerano. ¿Quién no ha soñado con el Lunes Santo? ¿Quién no ha deseado ser estudiante? ¿Quién no ha tenido un hermanaco? ¿Quién no ha mirado a ese Cristo Verde entregado?».

El tercer dolor por Piedad. «Y llegará el Martes Santo, y al toque de campanas, la plaza de la Trinidad se llenará de gente esperando al preso. Una Virgen saldrá primero clamando Piedad, pero nadie le hará caso. Ella irá delante intentando allanar el camino a su hijo. Pero la sentencia está dictada. Todos esperarán al preso y al salir, todos gritarán: 'Crucifícalo, crucifícalo'. Es Martes Santo, con la procesión del Señor del Rescate y la Virgen de la Piedad».

Llega el Mayor Dolor con el cuarto dolor. «No hay dolor más grande que el que representas Tú, Mayor Dolor de Antequera. Una legión desembarca en nuestra ciudad para alzar (como dijo el pregonero) al Cristo más antequerano. Un año más, el sol relucirá y Antequera entera se lanza a la calle para aclamar a ese Cristo que de rodillas nos pide clemencia».

Tras el Miércoles Santo, el inicio del Triduo Pascual y llega el quinto y sexto dolor entre Dolores y Consuelo, las dos cofradías que procesionan el Jueves Santo. Se recreó en el encuentro ante la iglesia patronal de Santa Eufemia donde describió: «Están a punto de llegar las dos Reinas. Ya está aquí la Dulzura, la finura, la paciencia y la serenidad de una Virgen de los Dolores, que se deja llevar. Y, de repente, el estruendo, un relámpago y un tronío al que le falta calle. Ya sale, ya asoma, apartaos que ya viene, el Consuelo y su Señora. Frente a frente, Consuelo y Dolores se mecen en un momento único de nuestra Semana Santa».

Y para los dolores finales: Paz, Socorro y Soledad. «Viernes Santo. Despierto y empiezo a subir la cuesta. Yo, sí, yo. Esta vez soy. Sin nada, sin nadie. Solo yo. Subo. Allá voy. Quizá, mucha gente, demasiada gente alrededor, pero esta vez no voy con nadie. Solo yo y nadie me ve. Detrás de un capirote me escondo. Esta es la otra Semana Santa. Subo la cuesta, paso desapercibida. Solo yo».

Y es cuando alude a las tres cofradías que salen el Viernes Santo: las de «Abajo» y «Arriba» y la del Santo Entierro, con sus «encuentros», «despedidas», correr las vegas por las empinadas cuestas y la pregonera se emociona y levanta una fuerte ovación tras hablar de la Virgen del Socorro: «La Señora, la Señora me mira. La Señora mira Antequera. Madre Mía del Socorro, Madre Mía del Socorro, no se puede ser tan bella. Las lágrimas empiezan a caer en mi corazón. No hay sentir más grande que el de ver a nuestra Reina un año más, bendecir a nuestra tierra. No hay palabras, señores, lo siento. No hay palabras».

Pero para terminar, vino su mensaje: «Que la muerte es vida, antequeranos, que la Semana Santa no acaba el Viernes, que en Domingo estamos, que Cristo vuelve a salir a la calle, que ya todos los cofrades se han juntado. No guarden sus guiones, que ya Cristo ha bajado. Saquen ropas nuevas, que los monaguillos toquen las campanas, que la procesión de nuevo ha comenzado».

Y concluyó con: «Antequeranos todos, de esta tierra mía, 'no tengáis miedo. No está aquí. Ha resucitado', mensaje de un ángel del cielo, que encierra esta poesía. Antequeranos todos, de esta tierra mía, paz a vosotros, id al mundo entero y proclamad el Evangelio».

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