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Vanessa Melgar
Lunes, 26 de octubre 2015, 15:54
Dice Torcuato Fandila que 40 años no son nada... pero casi medio siglo da para archivar muchos recuerdos en la memoria y apuntar muchas experiencias en el haber de la vida. Él custodia con especial cariño su paso por el antiguo colegio salesiano El Castillo, ubicado en Ronda, donde fue educado en una época histórica convulsa, puesto que pertenece a la promoción de 1975. Él y parte de sus compañeros, alrededor de una veintena de personas procedentes de toda España, se han reencontrado este fin de semana en la ciudad del Tajo, concretamente en la que fue su casa durante muchos años.
Y es que la 'Escuela Hogar del Sagrado Corazón, El Castillo Salesianos Ronda' ocupa un lugar destacado en la historia del municipio y de la Serranía, estaba a la cabeza a nivel educativo, una situación que contrasta con el estado que presenta el inmueble: hoy cerrado y sus patios, a los que dieron vida tantos niños, usados como aparcamiento.
Para El Castillo, propiedad de la Fundación Moctezuma, también se barajó construir un hotel, un proyecto que se frustró. Igualmente, una formación política ha propuesto devolverlo a su función educativa con una universidad. Cabe recordar que se asienta sobre los antiguos restos del Castillo del Laurel o Laurus, que se cree que se mandó a construir durante la época romana.
Con independencia de su pasado y su futuro incierto, muchos alumnos han quedado marcados por El Castillo: «Era un colegio un poco más progresista de lo que había entonces... teníamos un profesor que se dedicaba a la canción protesta, los alumnos poníamos nuestras propias normas, nos preguntaban en qué gastar en dinero que había, si en pizarras o material deportivo, por ejemplo, teníamos una profesora que había sido monja y se había salido del convento y casado...», relató Fandila, al tiempo que expresó que las redes sociales han permitido este reencuentro.
Blas Gil, otro de los ex alumnos, recordó: «Fuimos la última promoción de los salesianos. Muchos profesores siguen comprometidos con la ciudad y con la cultura mediante el grupo de teatro TES de Ronda», dijo. No faltaban excursiones, por ejemplo, a la Cueva del Gato, y travesuras como ir a la cocina por la noche para robar la comida a los curas y fumar a escondidas, guardando los cigarrillos en botes de pastillas en las habitaciones. «Nos escapábamos y nos íbamos al Tajo a explorar sus cuevas o nos colábamos en el Palacio de Mondragón», expresó Fandila y terminó: «Nos enseñaban a pensar, más que formarnos. No enseñaron también a amar a Ronda», dijo.
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