Ignacio Martínez, junto a su hijo, elaborando las yemas.

Ronda lleva casi cien años fabricando las famosas yemas del Tajo

Confitería Las Campanas elabora cerca de 10.000 cajas al año que se venden, en su mayoría, a turistas atraídos por este símbolo de la ciudad

Mar García

Jueves, 25 de diciembre 2014, 15:38

Las típicas yemas del Tajo cumplen 94 años en Ronda, desde que las trajera desde Segovia el artesano Alejandro Escolar. Los deliciosos dulces, elaborados artesanalmente con huevo y azúcar, los fabrica cada día la Confitería Las Campanas, la más antigua de la ciudad del Tajo, ubicada en la céntrica plaza del Socorro, respetando la receta original.

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Su textura suave y su exquisito e incomparable sabor hacen que se conviertan en el más preciado bocado, provocando en el paladar una explosión de aroma y dulzura. Tal es el éxito que tienen estas yemas que los turistas, nacionales y extranjeros, que llegan a la ciudad no se van sin probarlas. Los visitantes llegan a la confitería atraídos por su olor y su sabor porque «saben que es el dulce más típico de Ronda y se los llevan como souvenirs para degustarlos en casa y también como regalo», señala Ignacio Martínez, propietario del establecimiento quien asegura que elaboran artesanalmente, alrededor de 10.000 cajas de yemas al año.

La temporada alta de venta de las yemas del Tajo empieza con la Feria de Ronda y acaba pasadas las fiestas navideñas con la Semana Santa en medio, aunque «se puede degustar en cualquier época del año ya que un bocadito de dulce de yema apetece en cualquier momento del día, como postre, como merienda o con una copa», apuntó Martínez.

Este típico dulce llegó a la ciudad del Tajo de la mano de Escolar, que comenzó a trabajar en el Hotel Victoria, aunque posteriormente se asoció junto a otro hombre y cogieron la Confitería Las Campanas. En 1943, Juan Martínez se convirtió en socio de Alejandro Escolar y a partir de 1955 pasó a ser el único dueño del establecimiento, que luego ha pasado a su hijo Ignacio y también a su nieto. Durante esos años aprendió a elaborar el característico dulce de yema cuyo mayor secreto es que no admite la humedad, aunque sí el frío. No obstante, las yemas «tienen una caducidad de 15 a 18 días, aunque si bien cada día que pasa va perdiendo su textura y se va endureciendo, pero no por ello pierde su sabor», indicó el confitero. Según éste la elaboración es muy sencilla. Primero se prepara un almíbar con azúcar y agua, luego se añaden las yemas de los huevos, la mezcla se cuece lentamente y se deja enfriar. Después se le añade brandy y se rebozan con azúcar glas.

Este símbolo de Ronda compite durante estas fechas navideñas con los mantecados, polvorones y roscos de vino elaborados también artesanalmente por esta confitería que emplea a siete personas.

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