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Montecorto, la historia amable

El que será municipio 102 de la provincia de Málaga celebra este mismo mes su mercado andalusí, otra buena excusa para pasear por su trayectoria, la más antigua y la reciente

Pablo Aranda

Martes, 7 de octubre 2014, 01:27

Montecorto ya era un pueblo, aunque no lo fuera. Se había constituido hace poco más de 10 años como ELA (Entidad Local Autónoma), por lo que ya era todavía más como un pueblo, aunque no lo era. Para resolver algunos papeles había que recorrer las curvas que suben hasta Ronda, al otro lado de los árboles y del agua, en este entorno fabuloso que linda con la sierra de Grazalema, con el embalse de Zahara, con las piedras de Acinipo. El Ayuntamiento de Montecorto estaba a 20 kilómetros de la plaza, la plaza que se encuentra «ahí abajo, sigue esta calle», indica un vecino, «es chiquitita, qué le vamos a hacer: es la que hay», y sonríe, y esta sonrisa modesta sirve para reflejar esta historia, la larga historia de Montecorto, que al tener menos de 5.000 habitantes no habría podido segregarse hoy día, lo impide la ley, pero la ley no es retroactiva y el largo camino llega a su fin, un camino sin demasiados obstáculos, un camino largo pero amable, como la ruta desde Montecorto a Acinipo, conocida como Ronda la Vieja, mucho más cerca que Ronda la nueva, las impresionantes ruinas romanas con el teatro levantado contra el imponente azul del cielo moteado por buitres. Montecorto no llega a los 5.000 habitantes, es que no llega ni a los 700, pero cuando se mira desde la carretera, antes de llegar a Algodonales, pasada la desviación hacia Grazalema, lo que se ve es un pueblo. Sus casas blancas, su iglesia, su plaza que es la que hay.

En la plaza hay dos bares, Diego y Lobato, y en la barra de uno de ellos Antonio pide una coca-cola y acepta los altramuces que le pone la dueña. Antonio cuenta que hay una periodista de la tele haciendo entrevistas por la calle, pero que él no ha querido hablar, y ríe, le da vergüenza. «Ayer estuvieron aquí los de Canal Sur», cuenta una señora. ¿Que si ahora esto es un lío? Qué va, si hay todavía menos gente que antes». La dueña del bar Diego (pero ella no puede ser Diego) no está segura de si es bueno que Montecorto sea un pueblo, quién sabe. «Si esto da trabajo y trae gente, entonces es que es bueno. Porque el pueblo está ahora un poco muerto», añade. Ella tampoco desea hablar con la tele, sonríe, «que hablen los de la parte alta, que son más conversadores», ríe. Menos de 700 habitantes y ya se diferencian caracteres por zonas. En la parte alta hay más agua y los pinos están a punto de invadir el pueblo. El nacimiento de agua tiene caudal a lo largo de todo el año, y el rugido del agua bajando por la acequia, al borde de la calle, supone una compañía agradable en nuestro paseo. Para llegar al nacimiento del agua sólo hay que seguir la calle Nacimiento y llegar hasta «los doce pilares», donde el agua se rodea de pinos. En la parte alta se encuentran el colegio y la piscina, casas blancas con una pequeña imagen de la Virgen del Carmen, la patrona, sobre algunas puertas. Un hombre cruza una calle estrecha con un enorme manojo de espárragos. «¿Que si es buena la independencia? La gente está contenta», sonríe. Los espárragos abundan, y la dueña de una de las tiendas comenta los kilos que han cogido últimamente algunos de los hombres del pueblo. No sorprende cuando nos explican que el plato típico de Montecorto es la sopa de espárragos. También la olla con tagarninas, una planta que se recoge silvestre, como los espárragos trigueros.

En la plaza que hay, ante el bar Lobato, una forastera de melena naranja y minifalda se acerca micrófono en mano, seguida por un cámara a una mujer mayor y le pregunta con amabilidad si puede hacerle una pregunta. Una mujer joven sale del bar y le pide a la señora la tapadera de la olla, «no vayas a salir en la tele así, por Dios», y la señora explica a la cámara que antes había que ir a Ronda para todo y ahora «vamos a ahorrar en viajes».

La segregación, a debate

Cristóbal, que regenta el estanco, cerca también de la plaza, asegura que Montecorto ya estaba bien como estaba, aunque concede que «igual ahora estamos mejor, si se reciben las subvenciones enteras». Cerca del estanco, frente a la pescadería, una tienda de comestibles muestra carteles en inglés y el precio de las navajas, según sea M. (mediana) o CH. (chica) y desde dentro llegan voces de una discusión sobre la segregación, parece, «ellos habrán visto las ventajas que tiene independizarse», afirma un hombre. Pero no, esta segregación es de claveles (o de espárragos), de sonrisas, sin voces; de lo que hablan es de la consulta catalana.

Montecorto está a punto de nacer pero tiene miles de años de historia. Bajo las piedras de Acinipo se han encontrado muchos restos prehistóricos. Dentro del inminente nuevo término municipal se encontraron restos de una necrópolis megalítica (qué esdrújulos eran los neolíticos), por eso en la fuente que se encuentra junto al ya llamado ayuntamiento hay un dolmen, uniendo los dos elementos más representativos del pueblo: agua y prehistoria. También está la luz. Y la ilusión moderada. Será el municipio 102 de la provincia de Málaga y la celebración este mismo mes del mercado andalusí es otra excusa más para darnos un paseo por la historia, la más antigua y la más nueva. Visitar de camino las ruinas de Acinipo. Y probar esa olla de tagarninas. Montecorto, bienvenido. Aunque ya estabas.

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