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MATAMOROS

ARANTZA FURUNDARENA

Jueves, 12 de octubre 2017, 01:16

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AKiko Matamoros no lo ha retirado un señor de Bilbao, como a las vedettes de antaño, ni tampoco una tía de Cuenca, como se llegó a publicar. Ahora dicen que abandona los platós porque ha empezado a forrarse con el negocio del taxi pirata. Me gustaba más la otra versión: que el correoso tertuliano había recibido una herencia millonaria que le ha resuelto la vida. Veinte millones de euros, se decía, a través de una pariente cercana de Makoke, su mujer. Yo incluso llegué a pensar si no se trataría de la donación anónima de una ONG dispuesta a hacer un mundo mejor... Un mundo donde la mala leche no se cotice a precio de caviar, donde no triunfe la bronca, el insulto y la falta de respeto. Al fin y al cabo, la Tierra es un lugar un poco más habitable con Kiko Matamoros... (fuera de Sálvame). Y lo sería aún más con Sálvame fuera de la parrilla.

No dudo que algunos echen de menos a este certero francotirador de la jungla rosa; que se sientan traicionados al comprobar que estaba ahí partiéndose la cara por dinero. Que era un mero mercenario y no un 'destroyer' vocacional como parecían indicar la dedicación y el esmero que aplicaba a la tarea de desollar, machacar y hacer picadillo... Habilidades que por cierto hacen de él un buen aspirante a MasterChef. Gracias a esa lluvia de dinero, ya venga en coche fúnebre o en taxi, Matamoros ha empezado a saldar su deuda con Hacienda. Una deuda que alcanza el millón de euros. Hay que facturar mucha pasta (supongo) para tener que apoquinar semejante fortuna en impuestos. Pero Kiko (como casi todos los que tienen pufos millonarios) es oficialmente indigente. No tiene nada. Es decir, no tiene nada a su nombre. No hay, en el amplio sentido del término, por dónde cogerlo.

En la tele de mi infancia nos divertíamos con unos malos de ficción llamados los hermanos Malasombra: «Somos como una espina que solo sabe pinchar», canturreaban. Ya de adultos, conocimos a los hermanos Matamoros (y cristianos). Tan pérfidos que parecían de ficción. Coto, el más tremendo, cambió los platós por el Caribe: «Me estaba convirtiendo en la caricatura de un monstruo», declaró. Ahora su gemelo dice dejar Sálvame por «agotamiento físico y psíquico». Al final, va a ser que es mejor trabajar...

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