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Vanesa reconoce que es «un pelín perfeccionista». R. C.
«En mi casa también se grita»

«En mi casa también se grita»

Publica un libro de yoga, educación y disciplina positiva. «Si meto la pata, pido perdón a mis hijas»

ARANTZA FURUNDARENA

Sábado, 7 de noviembre 2020, 00:01

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Con una sinceridad que contrasta con el idealizado mundo del que procede, Vanesa Lorenzo relata su experiencia como madre incluyendo la parte menos fotogénica, desde la frustración por un parto que no pudo ser natural al agobio del posparto, la dificultad para establecer un vínculo emocional con el bebé o incluso la pérdida de la libido... «La maternidad no es ese cuento de hadas con purpurina que a veces nos cuentan», razona la modelo. El resultado es 'Crecer juntos', un libro donde esta madre de dos niñas de seis y cuatro años propone el yoga y la disciplina positiva como herramientas para afrontar los retos de la educación.

La obra, publicada por Planeta, está dedicada a Manuela y a María, sus hijas. «Tan distintas, tan llenas de luz...». La mayor, que ya lee, le dijo a su madre que no comprendía muy bien la dedicatoria. «Ya la entenderás», le dijo. En la portada Vanesa abraza a sus dos pequeñas en una foto en blanco y negro inspirada en la célebre instantánea 'Madre migrante' de Dorothea Lange. «No quería que fuera demasiado 'happy' porque esto de educar tampoco es tan idílico», puntualiza.

Vanesa en las distancias cortas es espontánea, natural y muy cercana, pero también se adivina una mujer obsesionada con la excelencia... «Sí, soy un pelín perfeccionista», admite. Pareja de Carles Puyol, la modelo, de 43 años, confiesa que en su existencia cosmopolita y viajera no se había planteado ser madre hasta que se enamoró del futbolista. «A mí los niños no me interesaban. Me gustaba mucho mi vida de adulta y no sentía un vacío que tuviera que llenar. Lo de ser padres fue más bien un proyecto familiar, y nos tiramos a él de cabeza con mucha ilusión. Quizás porque también nos conocimos mayores. Yo ya tenía 36 años».

Ricos, famosos y con dos preciosas hijas, podría pensarse que el hogar de los Puyol-Lorenzo todo es ideal. «Pues no -ataja Vanesa. Los hijos te bajan mucho a la tierra. En nuestra casa también hay gritos, lo que pasa es que yo intento reconducirlos y aplicar las pautas del libro. De hecho, el confinamiento me pilló redactándolo. Había trabajado ya con la psicóloga infantil y la profesora de yoga y estaba dando forma a sus enseñanzas, pero tuve que repasar muchas veces el texto para ponerlo en práctica con mis hijas. Las tenía todo el día en casa y, junto a la incertidumbre por la pandemia, la tensión se sentía».

Vanesa recalca que la disciplina positiva «no va de no poner límites», sino de educar a los niños en la colaboración y el respeto, una herramienta «llena de sentido común» que a ella le está dando resultado. «Antes no me planteaba pedir perdón a las niñas si había metido la pata. Ahora lo hago. Y eso no me desautoriza. Al contrario, los niños se vuelven más empáticos. 'Mami, no te preocupes, también nosotras nos ponemos a veces nerviosas', me han llegado a decir mis hijas». La mayor, añade, es «racional, reflexiva». Y la pequeña, «creatividad pura, muy independiente, hace lo que le da la gana».

Vivaracha y muy activa

Ella fue una niña vivaracha, muy activa y positiva que creció en la Barcelona de los 80, con tres hermanos y con una madre ama de casa muy presente. «En mi casa no había muchos gritos. Tampoco recuerdo muchos premios ni castigos. Mis hermanos y yo no cuestionábamos las cosas, ni decíamos yo quiero o yo necesito... Te adaptabas a lo que había».

Vanesa dice en su libro que tuvo que aprender a querer a su primera hija. «Cuando nació pensé: 'Quiero más a mi madre, a mi hermana y a mi pareja que a este ser'. Con la segunda fue distinto. Pero es normal», tercia la modelo. También relata que sintió de golpe que el minúsculo cuerpo de su hija mayor «pertenecía a un ser más sabio y más viejo que yo. Son intuiciones -aclara-. No es que crea en la reencarnación».

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