Once claves para entender los resultados electorales

Las elecciones tuvieron una participación del 75,75% del censo, un poco por encima de las de 2004, cuando se produjeron los atentados del 11-M. Es una participación alta, la quinta en la historia reciente, fruto sobre todo de la movilización del electorado de izquierda y nacionalista ante la amenaza de una fuerte irrupción de Vox.

Vistos los resultados que obtuvieron Albert Rivera y Pablo Iglesias, se puede colegir que su buen comportamiento en los debates influyó en ellos. El líder de Ciudadanos mejoró en la última semana las previsiones de las encuestas para su partido. Asimismo el secretario general de Podemos sacó a su partido del pozo en que se encontraba en esa misma semana.

La fotografía de la plaza de Colón no fue acicate suficiente para movilizar al electorado de la derecha. Es más, tuvo el efecto contrario entre los votantes progresistas y nacionalistas o independentistas. Ni Casado ni Rivera hicieron muchas referencias a esa fotografía durante la campaña, conscientes de que les hacía un flaco favor. Todo lo contrario que Santiago Abascal, que se regodeó en aquel momento y organizó el cierre de campaña de Vox en el mismo escenario.

El PP gallego salvó los muebles de Pablo Casado. Galicia, aunque ganaron los socialistas a rebufo de la ola que recorrió España. Fue la comunidad en la que los populares se mantuvieron firmes. Los siete escaños de ventaja que sacaron a Ciudadanos fueron claves para mantener la diferencia entre ambos partidos a escala nacional.

El PSOE obtuvo 123 escaños en el Congreso, los mismos que Mariano Rajoy en diciembre de 2015 y que fueron el origen del bloqueo de la política en España durante los últimos cuatro años por la incapacidad de las fuerzas políticas de alcanzar pactos transversales. Sánchez puede enfrentarse a la misma encrucijada que condujo a una repetición de las elecciones.

La demonización de los supuestos acuerdos de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes no caló en el electorado catalán como buscaban sus promotores, Casado y Rivera. La propuesta de diálogo tuvo una mejor acogida que las amenazas de un 155 inmediato y permanente. Pero el independentismo sigue en minoría frente a las fuerzas constitucionalistas, aunque el entendimiento entre ellas sea imposible.

Las generales han sido una enmienda a la totalidad a las autonómicas de hace cinco meses. Los socialistas se hicieron con 24 de los 61 diputados en esa comunidad, dos más que PP y Ciudadanos que gobiernan juntos. Con los resultados registrados el domingo la izquierda de socialistas y Podemos no hubiera tenido el menor problema en retener el Gobierno autonómico a pesar de la potente aparición de Vox.

Los populares obtuvieron el peor resultado de su historia en ambas comunidades históricas. Se quedaron por primera vez sin representación en el País Vasco y jibarizaron la de Cataluña a una diputada. Sin presencia en ambos territorios es imposible pensar en ser alternativa.

Las fuerzas nacionalistas e independentistas (Esquerra, JxCat, PNV, EH Bildu y Compromís) mejoran su presencia en el Congreso con 33 diputados, que se elevan a 36 si se añade a los regionalistas de Cantabria y Canarias, el 10% de la cámara. Un crecimiento forjado a pesar de la campaña tremendista de la derecha contra su expansión, o quizá por esa misma razón provocó un voto de reivindicación identitaria.

Logró entrar en el Congreso con 24 diputados, bastante por debajo de las expectativas creadas por las encuestas y de los temores que albergaban PSOE y Unidas Podemos. No fue el anunciado vendaval. Su pobre implantación en amplios sectores del país condenó al partido de Abascal a ser un partido del sur de España. Solo cuatro de sus 24 diputados fueron elegidos en circunscripciones de la mitad norte.

El partido de Albert Rivera cimentó buena parte de su escalada en las circunscripciones que reparten entre dos y cuatro escaños. De los 25 diputados que ganan, trece los obtienen en estas provincias, y todo ello sin hacer apenas campaña en estos territorios.