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El fin de semana de tres días: reducir la jornada laboral es una posibilidad cada vez más real

El fin de semana de tres días: reducir la jornada laboral es una posibilidad cada vez más real

Menos paro, más conciliación y más tiempo para disfrutar y consumir. Algunas empresas empiezan a poner en práctica que sus empleados trabajen solo de lunes a jueves

INÉS GALLASTEGUI

Viernes, 17 de enero 2020, 19:06

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Con el desarrollo tecnológico y la robotización, la productividad se ha multiplicado por veinte, pero, en lo que a dedicación se refiere, los currantes solo le hemos ganado un día libre al fin de semana durante el último siglo. Ahora esa convención casi inmutable durante cien años parece estar resquebrajándose. La última brecha la ha abierto la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, con su idea -antes de hacerse con el cargo- de implantar la semana laboral de lunes a jueves para conciliar mejor la vida profesional y personal.

Marin no es la primera en mostrarse favorable a la idea de trabajar menos. El Partido Laborista en Reino Unido y Más País en España coincidieron en incluir en su programa electoral de 2019 la promesa de reducir gradualmente la carga de trabajo sin pérdida de salario hasta llegar a las 32 horas -ocho horas al día, cuatro días a la semana- en un plazo de diez años.

Y no es solo cosa de los partidos de izquierda o de los sindicatos: el multimillonario mexicano Carlos Slim aboga desde hace años por una semana laboral de tres días y 33 horas para reducir el paro. Y el Gobierno conservador chileno acaba de aprobar una ley para flexibilizar el tiempo de trabajo y establecer turnos '4x3' acordados entre empresarios y trabajadores.

El partido de Íñigo Errejón destacaba las «evidentes ventajas sociales y ambientales» de un recorte de la semana laboral: «Reparto justo e igualitario de la carga de trabajo remunerado; mejor conciliación familiar para que el trabajo no remunerado (mantenimiento del hogar y cuidados) se reparta equitativamente entre hombres y mujeres; reducción de los desplazamientos al trabajo y más tiempo para implicarnos en actividades bajas en carbono (deportivas, culturales, etcétera); y una economía más próspera debido a una mejor salud de las personas trabajadoras». Y algo que no menciona pero parece una consecuencia obvia: los trabajadores con la misma capacidad adquisitiva pero más horas libres al día y más días de descanso a la semana posiblemente dedicasen más tiempo y dinero a encontrarse con amigos, a formarse, a viajar, a asistir a espectáculos... en resumen, a consumir, con la consiguiente reactivación de la economía.

Quien mejor habla de la utopía es quien la ha vivido. Microsoft Japón dio a sus 2.300 empleados cinco viernes libres el verano pasado y los efectos fueron chocantes: la reducción del 20% del tiempo de trabajo resultó en un aumento del 40% en la productividad, un 25% menos de bajas y un ahorro del 23% en el consumo de electricidad y del 59% en papel impreso en las oficinas. La compañía tiene intención de repetir el experimento en otro país este invierno. La firma neozelandesa Perpetual Guardian hizo la prueba durante dos meses en 2018 y comprobó que sus resultados mejoraban: espoleados por el estímulo de un largo 'finde' y liberados de estrés, los 250 empleados perdían menos tiempo de cháchara, tomando café o procrastinando en internet, mantenían reuniones más cortas y eficaces y se concentraban mejor en sus tareas. Su jefe decidió en noviembre instaurar la semana de 32 horas, a repartir en cuatro o cinco días, según las necesidades de cada uno. Son dos ejemplos, pero ya hay empresas en todo el mundo que han hecho de los jueves los nuevos viernes y ahora tienen empleados más relajados, saludables y satisfechos.

En España, Software DelSol, empresa jienense especializada en desarrollo y mantenimiento de gestión para pymes, con 181 empleados, es una de las primeras en adoptar la 'semana corta', de 36 horas en invierno y 28 en verano, sin tocar los sueldos. Lo hizo el 1 de enero, tras incorporar en diciembre a 16 nuevos trabajadores para adecuar sus equipos a los nuevos turnos, ya que la atención a sus 53.000 clientes debe mantenerse de lunes a viernes. «Apostamos por la motivación y la productividad», subraya Fulgencio Meseguer, director ejecutivo de esta compañía que factura 9,4 millones de euros al año y dispone en su sede del polígono científico y tecnológico de Mengíbar de instalaciones deportivas y de recreo para sus empleados.

Los críticos con esta innovación, incluida la oposición finlandesa, advierten de que un recorte del 40% en el tiempo de dedicación -de 40 a 26 horas- con salarios iguales, como sugería Marin, supondría un incremento de los costes salariales inasumible para las empresas. Hay que tener en cuenta que muchos sectores funcionan en base a turnos y sus resultados no dependen de la pericia o la motivación de los individuos sino del tiempo de funcionamiento de las máquinas o del horario de apertura al público. Por ejemplo, en una empresa de servicios o una fábrica mecanizada el recorte de la jornada obligaría a hacer un contrato extra por cada tres.

La jornada de trabajo en la historia

  • 1593 fue la fecha en la que un edicto de Felipe II estableció la jornada de ocho horas. En realidad, los trabajadores doblaban el espinazo de sol a sol y con la Revolución Industrial el día laboral podía prolongarse hasta 18 horas.

  • 8-8-8 (ocho horas de trabajo, ocho de ocio, ocho de sueño) fue el lema auspiciado por Robert Owen en 1817, pero los obreros de América y Europa tardaron un siglo en conseguir la semana de 48 horas, de lunes a sábado

  • El primer 1 de mayo La huelga del 1 de mayo de 1886 en EE UU logró que varios sectores patronales redujesen la jornada a finales del siglo XIX. Los primeros países en aprobar las ocho horas por ley fueron Uruguay (1915), Rusia (1917) y España, después de una huelga masiva que paralizó la economía en 1919.

  • Finlandia, a la vanguardia El país nórdico lleva muchos años apostando por un mercado de trabajo más humano, y en 1996 aprobó una ley que otorga a los empleados el derecho a un horario flexible que les permite entrar y salir del trabajo con hasta tres horas de margen arriba o abajo para atender sus gustos o necesidades.

  • 6,7% es la tasa de desempleo en Finlandia, un país de 5,5 millones de habitantes donde el salario medio es de 43.984 euros anuales. Es decir, tiene la mitad de paro que España (14,2%) y el doble de ingresos por cabeza (23.646 euros de media).

  • La reflexión de Marin... «Una semana de cuatro días, una jornada de seis horas. ¿Por qué no puede ser el siguiente paso? ¿En serio las ocho horas son la verdad definitiva? Creo que la gente merece pasar más tiempo con sus familias, sus seres queridos, sus aficiones y otros aspectos de la vida, como la cultura», declaró Sanna Marin en un foro en agosto.

  • ...y la realidad El Gobierno finlandés ha aclarado que la semana de cuatro días y la jornada de seis horas son un desiderátum expresado por la dirigente socialdemócrata en un debate tras ganar las elecciones y antes de formar coalición con los verdes, la alianza de izquierda, el partido de centro y los liberales suecos. «No está en la agenda», zanja el Ejecutivo.

  • 1.512 horas al año trabaja de media un luxemburgués. Son 183 menos que un español (1.695 horas), pero ellos son cuatro veces más productivos. Es la norma general: en los países donde se trabaja menos horas se rinde más.

La casa por el tejado

¿Sería factible trasladar esas experiencias a España? Fuentes de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales creen que una medida semejante podría ser de aplicación en empresas o sectores concretos «desde el diálogo», pero no generalizable. Y sería especialmente complicado en una economía como la española, en la que el sector servicios es uno de los principales motores.

«Deberíamos empezar la casa por la base y no por el tejado», zanja el presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, José Luis Casero. La idea de ser más eficientes, de trabajar menos tiempo para que trabaje más gente, le parece estupenda, pero está, a su juicio, a años luz de nuestra cultura: el segundo desayuno, el pincho de media mañana, la pausa de dos o tres horas para comer, las reuniones interminables, las jornadas de trabajo hasta las ocho de la tarde, el 'prime time' televisivo más allá de medianoche, la falta de sueño crónica... «No somos más tontos, pero trabajamos 150 o 200 horas más al año que otros países europeos porque tenemos enquistada la idea de que somos diferentes y mezclamos el trabajo y la vida personal», lamenta.

«Quizá antes de reducir la jornada laboral deberíamos cumplir la que ya tenemos: en España mucha gente trabaja más de las ocho horas establecidas», coincide José María Fernández-Crehuet, profesor de Economía e Innovación en la Universidad Politécnica de Madrid. «Las nuevas tecnologías, como el correo electrónico o el móvil, han generado un ahorro de tiempo y de costes enorme que no se ha traducido a jornadas laborales más cortas», subraya.

Para Diego Vicente, profesor de Liderazgo en IE Business School, el actual mercado de trabajo plantea un reto importante: por un lado, las compañías tienen que ser más competitivas -España tiene una de las productividades laborales más bajas de Europa- y, por otro, «retener el talento» de profesionales jóvenes muy comprometidos con la familia, la salud y el medio ambiente. «Si las empresas dejan de ser competitivas, no habrá nada que conciliar», advierte. El psicólogo es contrario al presentismo -mejor trabajar por objetivos que por horario- y cree que las organizaciones necesitan jefes que den ejemplo y empleados que tengan el valor de marcharse al terminar su trabajo y no quedarse calentando el asiento. ¿La prueba de que se puede hacer lo mismo en menos tiempo? «La jornada continua de verano: la gente se va a las tres y el mundo no se acaba».

Cuando los finlandeses ya se estaban frotando las manos haciendo planes para infinitos 'puentes', un portavoz gubernamental admitió que la semana corta es, más que un plan, «una visión futura, una meta potencial» del Partido Socialdemócrata. En Finlandia los jarros de agua fría se sirven helados.

Malas experiencias

También hay empresas a las que la semana de cuatro días les ha ido mal. Tower Paddle Boards, en San Diego, y Digital Enabler, en Alemania, pidieron a sus empleados que renunciaran a la cháchara, el móvil y las redes sociales para concentrar sus tareas en cinco horas al día. Al principio se volvieron más productivos, pero después se sintieron demasiado presionados para acelerar y finalmente relajaron sus objetivos, por lo que el recorte de jornada pasó factura, relata 'Forbes'.

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