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Los tatuajes son tan populares que muchos estudios de la provincia acumulan meses de listas de espera. Josele-Lanza -
La mayoría de las empresas no dejaría de contratar a una persona por llevar tatuajes

La mayoría de las empresas no dejaría de contratar a una persona por llevar tatuajes

Solo los despachos de abogados y algunos establecimientos hoteleros rechazarían a un candidato cuyo tattoo se viera en exceso en cuello y brazos

Iván Gelibter

Jueves, 30 de agosto 2018, 00:22

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La popularidad de los tatuajes en la sociedad actual es un hecho irrefutable. Ya no es una cuestión que vaya por barrios o ambientes sociales; ni tan siquiera la edad parece suponer una barrera para dejar un detalle de tinta en la piel que dure para toda la vida. La prueba más evidente de ello se aprecia en el día a día, y se confirma con datos como que en Málaga hay algunos profesionales del sector que tienen más de un año de lista de espera, mientras que la media va de las tres semanas a los dos meses y medio, tal como publicó SUR hace unos días tras hablar con diversos estudios de tattoos de la provincia.

Sin embargo, existe aún una rémora en el debate en la calle sobre si tener tatuajes visibles afecta a la hora de la búsqueda de un empleo. Aunque en este caso hay excepciones, en la mayor parte de sectores parece no ser un impedimento. Así lo manifiesta, por ejemplo, el propietario de la cadena de supermercados Maskom. «Dentro de una cosa moderada (por ejemplo, que no sea una esvástica), se permite totalmente. Nuestro personal tiene sus tatuajes normales y corrientes», asegura Sergio Cubero. «En los últimos años se ha hecho muy popular, y mientras no sean cosas raras en la cara lo hemos asumido totalmente», explica.

Tampoco supone un problema en el sector de los comerciales. Antonio González, que trabaja de captador de profesionales en la empresa de seguros DKV argumenta que lo que le importa es que la persona que va buscando sea «proactiva». «Siempre que no sea excesivo no hay problema, aunque esto ha ido cambiando a lo largo de los años, como la sociedad».

El Corte Inglés, el gran comercio por excelencia de este país, tampoco tiene una política antitatuajes. «Nosotros no discriminamos. Es una elección personal de la gente, pero no afecta a la contratación en ningún caso», aclara su jefe de Relaciones Externas en Málaga, Eduardo Barrero. Por otra parte, quienes están acostumbrados desde hace años a tener trabajadores con tatuajes son las empresas del sector de la música. «Siempre lo hemos visto como algo normal, ni siquiera hemos tenido una conversación en la que nos planteáramos otra cosa», afirman a SUR fuentes de la promotora Grupo Mundo.

Aunque se vean pocos de momento, cada vez son más los médicos –sobre todo los jóvenes– con tatuajes en brazos o manos. José Antonio Trujillo, vocal del Colegio de Médicos y colaborador de SUR, explica que tanto la medicina pública como la privada es sensible al cambio de los tiempos. «Lo importante es que sean buenos profesionales, aunque es posible que alguna vez haya algo de desencuentro cuando el médico y el paciente son de diferentes generaciones; y a este último le puede gustar menos», sostiene. Mismo argumento es el de Fernando Pastor, presidente del Colegio de Administradores de Fincas, que señala con contundencia que lo único que se busca de un profesional es que esté formado «y que gestione bien», aunque admite que de momento no hay muchos de su gremio con tatuajes ostentosos.

Dudas en los hoteles

En el sector que empiezan a surgir algunas dudas es en el del turismo. Aunque a priori no hay problema en la restauración, el propietario de la cadena MS, Miguel Sánchez, no tiene problema en reconocer que no le gusta y que no suele contratar a personas con tatuajes de cara al público. Aun así, el presidente de su patronal (Aehcos), Luis Callejón, le enmienda la plana. «En la mayor parte de los hoteles trabajan personas con tatuajes; muchos de nuestros clientes tienen y a veces es hasta necesario para que se sientan a gusto tener trabajadores tatuados», sostiene.

Aun así, el ámbito más alejado de la normalización del tattoo es del derecho. Tanto José María Rodríguez (Ramírez-Pedrosa y Herrero Abogados) como Josele Aguilar (Aguilar Abogados) explican que ellos no tienen un problema personal con esto –y que tampoco lo tendría un juez– «pero hay veces en que son los propios clientes a los que les causa desconfianza tener un abogado tatuado», reconocen.

«Nadie reconoce de forma pública que los rechaza, pero ocurre»

A pesar de que parece que solo los sectores del derecho y el turismo de lujo rechazan de primera mano tener a trabajadores tatuados, desde el sindicato CC.OO. avisan de que no es oro todo lo que reluce. Según su secretario general en Málaga, Fernando Muñoz, «ninguna empresa va reconocer que dejan de contratar a alguien porque tiene tatuajes, pero ocurre más de lo que parece», afirma.

Muñoz reconoce que también depende mucho del tipo de trabajo y «por supuesto» del tatuaje. «Si es muy recargado afecta más, uno pequeño que no sea vea pues se puede incluso hasta ocultar a quién te contrata», añade. «Por ejemplo», prosigue, «para una empresa de restauración que trabaje con gente joven –como todas estas hamburgueserías que están saliendo– puede estar bien porque les acerca a ellos, pero en un restaurante destinado a personas más adultas puede suponer un problema», afirma.

«Las empresas no lo dicen de forma pública porque sus clientes pueden estar tatuados y les molestaría el rechazo, pero esto es como esas compañías que dicen que contratan a hombres y a mujeres, pero luego ves que solo hay hombres trabajando. Creo que entre dos personas con igual currículum se quedan con el que no tiene tatuaje, porque quieren tener 'cuidado' a quién van dirigidos», apunta. El máximo responsable de CC. OO. en Málaga hace un paralelismo con tener los pelos de colores. «Un establecimiento de lujo no tendría a alguien así, pero para una peluquería puede ser un valor añadido», sentencia.

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