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RAFAEL ROMERO / DIRECTOR DE ABANTE ASESORES EN MÁLAGA
Lunes, 28 de abril 2025, 02:00
La política internacional se asemeja a un tablero donde cada movimiento puede alterar el destino de países enteros. Donald Trump ha hecho de la imprevisibilidad ... una herramienta central de su estrategia, desconcertando tanto a aliados como adversarios. Aunque muchos interpretan su estilo como caótico, podría responder a una lógica deliberada inspirada en la teoría de juegos.
Esta disciplina analiza situaciones donde las decisiones de unos dependen de las acciones estratégicas de otros. En contextos como la geopolítica o el comercio internacional, los jugadores no buscan eliminar al rival, sino maximizar sus propios intereses en escenarios donde todos pueden ganar o perder. La clave está en comprender los incentivos de los demás, anticipar sus movimientos y adaptar los propios con rapidez. Sin embargo, Trump ha transformado espacios de cooperación en enfrentamientos binarios, obligando a sus interlocutores a elegir entre ceder o arriesgarlo todo.
Mostrar un patrón predecible permite que los demás se anticipen. Por eso, Trump recurre a la imprevisibilidad e incluso a la llamada «teoría del loco», ya usada por Nixon, que consiste en proyectar una imagen de irracionalidad para desestabilizar al adversario. Esta táctica se enmarca en la denominada política del borde del abismo, llevando la tensión al límite, haciendo creíble una amenaza extrema para obtener concesiones, confiando en que el otro jugador ceda antes de asumir un coste mayor.
La imprevisibilidad y las decisiones poco ortodoxas pueden ser parte de una estrategia deliberada, pero un funambulista estratégico debe mantener el equilibrio sin dar un paso en falso. Como en el juego de la gallina, si uno de los jugadores se aparta, el otro gana; pero si ninguno lo hace, ambos pierden. El riesgo deberá mantenerse dentro de los límites de la efectividad y la aceptabilidad.
En este entorno, debemos pensar estratégicamente. Más que prever cada jugada, conviene entender la lógica del juego, prepararse para múltiples escenarios y mantener la capacidad de adaptación. En un mundo volátil, la clave ya no es la certeza, sino la agilidad con la que respondemos al cambio y la habilidad de anticipar las dinámicas de poder que realmente están en juego.
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