Secciones
Servicios
Destacamos
JOSÉ MANUEL CORTIZAS
Lunes, 23 de octubre 2017, 01:10
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Vuelve. El Márquez más reconocible, el piloto sin miedo y sin tregua, el que siempre lee un párrafo por delante de la competencia. El mejor. Sabía que no podía fallar en Australia y su ambición se ha ido disparando durante un fin de semana en el que a Andrea Dovizioso parecía haberle alcanzado un mal fario. Las piezas encajaban y sabía que podía dejar Phillip Island con su equipo encargando ya las camisetas para conmemorar su sexto entorchado mundial. Ya han llamado a la tienda de serigrafía. Un triunfo del ilerdense en el que evidenció por qué es diferente, único. Infiltrado en una convención de Yamaha, su Honda fue la que dio el do de pecho. Por sus manos, por el uso del cuerpo y la inteligencia cuando el asfalto se convirtió en un ring.
Decir que los Rossi, Viñales o Zarco, con quienes se agrupó tras varias cribas previas, tienen menos argumentos que el guía de la 93 sería mentir. De lo que carecen es de saber qué hacer cuando las leches vuelan en el moto a moto. Lo fácil es encelarse, buscar venganza, jurar que el prójimo te las pagará en la siguiente curva. Márquez no desprecia meterse en el barro, pero lo hace con otra intención, sabiendo que en esos instantes el que tenga clara la idea de aprovechar una mínima ventaja se llevará el premio gordo.
Al comienzo hubo que ir superando arrebatos de nerviosismo. El más hiperactivo entonces era un Miller que aún convaleciente olvidó dolores, clavos y heridas sin restañar para dejar claro que correr en casa más que un aliciente es una responsabilidad, un asunto de estado. El 'aussie' fue quien comenzó a poner en fila a la concurrencia y se apuntaron desde Crutchlow a Rins pasando por un Aleix Espargaró que se estampó contra el asfalto y se fracturó un dedo que deberá ser recompuesto en el quirófano. Era un hecho que iba a haber leña. Superada la mitad de la duración de la prueba los verdaderos protagonistas tomaron posiciones. Por atrás, Ducati naufragaba, Iannone había puesto de los nervios a medio pelotón y la selección natural la procuró Yamaha. Rossi en estado puro, Viñales negándole hasta el aire viciado de la aspiración y Zarco decidido a seguir dejando en evidencia a las monturas oficiales del diapasón.
Los cuatro superaron el límite. Me das, te doy. Ninguno se fue de rositas. El más listo de la clase aprovechó uno de esos embotellamientos para coger una trazada limpia, abrir gas e ir dejando atrás al trío que compartía marca para que dirimiera sus asuntos pendientes. Era espectacular ver el mono de Rossi con la marca del caucho de un rival en su hombro izquierdo. Recordaba aquellos pulsos extremos de Sito Alonso y Joan Garriga en los que el difunto piloto llegaba a quemarse el cuero en su contacto con el escape del que fue bicampeón del mundo. Contacto. Antesala del drama.
21 segundos atrás, en otra galaxia, rodaba Andrea Dovizioso sintiendo que perdía las opciones de seguir pugnando por el Mundial. Durante el curso creyó realmente ser un candidato, pero en carreras como las de ayer es en las que hay que facturar sí o sí y el italiano sólo pudo colocar su Ducati en el puesto trece. Cuesta entender que se trata del mismo kamikaze que la carrera anterior se jugó la vida en el agua del Gran Premio de Japón en un mano a mano histórico con quien le ha levantado, virtualmente el título. 33 puntos con 50 por disputarse es el margen que gestionará Marc Márquez en Malasia y Valencia. Imposible que se le escape.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.