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ALEJANDRO DÍAZ
Miércoles, 6 de diciembre 2017, 00:45
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mÁLAGA. El Hero Challenge es un torneo que organiza el propio Tiger Woods, con 18 jugadores de alto nivel. ¿Qué mejor escenario entonces para reaparecer después de más de 300 días fuera de la competición? Algo así debió de pensar Tiger Woods, quien el pasado jueves, cuando se inició dicho torneo, volvió a coger los palos de golf en un torneo oficial. «Tras haber estado mucho tiempo en el que no me podía levantar de la cama por el dolor, estoy ansioso por poder jugar estas cuatro rondas», explicaba el ex número uno del mundo en la rueda de prensa previa a la primera jornada.
Ahora es el 1199 en el 'ranking', pero no hay que olvidar que se trata de una de las figuras más grandes de la historia del golf: tiene en su palmarés 79 victorias en el PGA Tour, 14 de ellas en 'majors', a cuatro del récord de Nicklaus (18). El último, el US Open de 2008. A pesar de las múltiples operaciones derivadas de sus problemas de espalda, que muchas veces le ha hecho meditar sobre su retirada, Tiger Woods se merecía regresar a pisar un campo de golf para competir.
El camino para su regreso no ha sido fácil. «Echo de menos jugar al golf y divertirme. Salir al campo, golpear, poder sonreír. No lo he hecho en dos años», relató Tiger, quien reconoció que siempre encontró apoyo en sus hijos. «Pienso que nunca han podido ser conscientes de lo que he hecho en el golf, se creen que soy el golfista de Youtube», bromeó la estrella norteamericana, que concluyó aquella primera rueda de prensa con un contundente: «Amo la vida de nuevo».
Su lucha no ha sido únicamente por volver a pisar los campos de golf. También contra el dolor que le producía su lesión de espalda. Woods llegó a reconocer que le alegraba usar un palo de golf y que no fuese como muleta. «No sé cómo le daré a la bola, ni que deparará el futuro», aseguraba el Tigre el día antes de su regreso. Un regreso que fue casi un debut. El debut de una leyenda, eso sí. Una leyenda tras la que se esconde un ser humano que llevaba años sin dormir sin medicación por las molestias de su maltrecha espalda.
Y llegó el día. El jueves pasado Tiger Woods saltaba al campo con la ilusión de una joven promesa. Reapareció con una más que digna vuelta de 69 golpes, que le dejó en -3, a sólo tres golpes de la cabeza (Fleetwood, en -6). En los 18 hoyos de Tiger se vieron algunas imprecisiones, pero sobre todo hubo buenos golpes. Woods selló hasta cinco 'birdies', con algunos 'putts' de mucha calidad y buen manejo de los hierros. «Para mí, creo que lo hice genial», decía el Tigre, con una sonrisa que llevaba tiempo sin mostrar.
«Ya había jugado bastantes hoyos antes de este día, pero es diferente hacerlo en un torneo. He tenido que pegar más largo de lo que estado haciendo, lo que hace trabajar más la espalda», explicaba Woods, que se fue la primera jornada a solo tres golpes del entonces líder.
Tiger Woods continuó sorprendiendo tras la segunda jornada. El jugador estadounidense demostró que las buenas sensaciones del primer día de competición no eran un espejismo, sino que realmente había recuperado la forma que, desde que empezase su calvario de lesiones en la espalda en 2014, se habían desvanecido de su día a día competitivo. El viernes firmó 68 golpes (-4), donde logró un 'eagle' y cuatro 'birdies', tarjeta que se acabó torciendo algo en el tramo final con dos 'bogeys', pero que volvió a demostrar la recuperación del jugador norteamericano.
A medida que avanzó el torneo, Woods bajó un poco el nivel, especialmente en la tercera jornada, donde realizó cinco 'bogeys' en los diez primeros hoyos y el primer 'birdie' en el 14. Pero el resultaba daba igual. La victoria, esta vez, no iba a ser en forma de trofeo. La victoria ya había llegado. Llegó cuando la espalda dejó de dolerle. Llegó cuando pudo volver a dormir sin pastillas. Llegó cuando volvió a sonreír. A sonreír en un campo de golf sintiéndose, de nuevo, golfista.
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