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Olazabal fue parte fundamental del combinado europeo que ganó a Estados Unidos contra pronóstico. SUR
Veinte años no son nada, Chema
COSTA DEL GOLF

Veinte años no son nada, Chema

Olazabal recuerda la inesperada victoria europea ante Estados Unidos en la Ryder Cup de 1997, que revolucionó el golf español

ALBERTO GÓMEZ

MÁLAGA.

Viernes, 6 de octubre 2017, 01:04

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Cada dos años, los mejores jugadores de golf de Europa y Estados Unidos se dan cita en la competición más importante de este deporte: la Ryder Cup. Históricamente, la sede oficial se alternaba entre las islas británicas y Norteamérica. Sin embargo, en el año 1997, cuando la tradicional Copa celebraba su trigésimo segunda edición, el escenario europeo emigró por primera vez fuera de estos territorios para llegar a la Costa del Sol, en concreto al recorrido gaditano de Valderrama. Todos los pronósticos apuntaban a que Estados Unidos se haría con el trofeo.

Un equipo conformado por grandes individualidades, lideradas por un jovencísimo Tiger Woods, plantó cara a la formación europea, conformada por doce hombres de seis nacionalidades diferentes. Seve Ballesteros se encargó de decidir las parejas y orquestar aquel coro de Babel. Todas las crónicas coinciden en señalar que, en el juego del ajedrez que supone la estrategia de una Ryder Cup, Seve fue el maestro y principal artífice de la victoria.

Después de unas jornadas muy igualadas entre ambos combinados, el golfista norteamericano Scott Hoch fue el último jugador de Estados Unidos en intentar lo imposible: Europa necesitaba sólo medio punto y tenía ya la victoria en el bolsillo. Y Hoch cedió la última bola de juego al escocés Colin Montgomerie. A pesar de la presión, este no falló: materializó el golpe y le brindó a Europa una victoria épica por 14,5 puntos frente a los 13,5 de los estadounidenses.

El pasado 28 de septiembre se cumplieron dos décadas de aquel triunfo, veinte años que no son nada y a la vez suponen una vida entera, como recuerda José María Olazabal, integrante del equipo europeo: «Guardo muchos y muy buenos recuerdos de aquella semana en Valderrama. Las primeras imágenes que me vienen a la cabeza son de la ceremonia de inauguración, que fue muy bonita y emocionante, y el diluvio que cayó la madrugada del jueves al viernes. Qué manera de llover. Según las estadísticas de pluviometría hacía más de 40 años que en esa semana no había llovido en la zona, sin embargo, aquella noche cayó agua por los anteriores ¡y por los 40 siguientes!».

Durante una semana, el campo sanroqueño acaparó los titulares de todo el globo al albergar el tercer acontecimiento deportivo del mundo, solo por detrás de los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol. «No cabe duda de que para mí fue una Ryder Cup muy especial: después de todas las que habíamos compartido Seve y yo formando pareja, era la primera vez que jugaba con él como capitán. La sensación era distinta. Seve estuvo pendiente de todo. Nos exigió mucho, lo mismo que siempre se había exigido a sí mismo y estuvo encima de todos los jugadores, algunos se sintieron un poco incómodos por su nivel de exigencia pero yo creo que lo hizo muy bien».

Amistad

Olabazal recuerda su amistad con Ballesteros, a quien dedicó el Premio Príncipe de Asturias entre lágrimas: «Mi relación con él era cercana y muy buena, nos llevábamos de maravilla. Seve estudió el juego del equipo estadounidense en profundidad y preparó el campo de manera que todos jugásemos desde la misma zona para tener las mismas oportunidades, y con la ayuda del 'Pisha' (Miguel Ángel Jiménez), que era su mano derecha, acertó de lleno en la elección de las parejas. Lo hizo muy bien. Nos transmitió la pasión que ponía en todo lo que hacía y fue un gran capitán».

«Recuerdo el 'fourball' que jugamos Nacho Garrido y yo el sábado por la mañana contra Phil Mickelson y Tom Lehman. Veníamos súper apurados y vivimos el momento clave en el famoso hoyo 17 de Valderrama. Fue impresionante. Nacho se pasó el 'green' con el segundo golpe y fue al búnker del fondo, y Phil dio un golpe extraordinario a dos metros de bandera. Nunca he visto una sacada de búnker como la de Nacho, le das cien bolas al mejor especialista en sacar de búnker y jamás dará un golpe como el que dio él; dejó la bola un poco más lejos que la de Phil, que no metió el 'putt', y empatamos el hoyo y luego el partido. Aquel momento fue increíble», rememora el jugador vasco.

«La rueda de prensa final fue muy emotiva. Cuando me preguntaron qué sentía al no haber jugado la Ryder Cup de 1995, me vino a la memoria el recuerdo de la etapa tan dura que pasé entre el 95 y principios del 97 y me desmoroné, me vine abajo y lloré. Tuve que esperar a recomponerme para poder hablar. Fue un momento muy especial por todo lo que significaba para mí: el hecho de volver a estar allí después de haber ganado la Copa representando a Europa, a España y con Seve como capitán... Fue tremendamente emotivo», explica. Olazábal ha participado esta temporada en algunas pruebas del Circuito Europeo y del Champions Tour. El ganador de 35 títulos internacionales entre los que destaca el Masters de Augusta en 1994 y 1999, jugador de la Ryder Cup en siete ocasiones, capitán victorioso en 2012 y miembro del Salón de la Fama desde el 2009, tomará parte en el Andalucía Valderrama Masters del 19 al 22 de octubre aunque admite que su juego no pasa por el mejor momento: «No hay forma de coger calle, voy a volver a saludar a todos los alcornoques del campo», bromea.

El trazado sanroqueño le trae muchos y muy buenos recuerdos: «Mi mejor resultado fue un tercer puesto en el Volvo Masters de 1989, que ganó Ronan Rafferty. Valderrama es uno de los campos más exigentes que existen, sin ser largo; es estrecho, técnico y de 'greenes' pequeños. Te exige al máximo desde que pinchas la bola en el 'tee' del uno hasta que metes el último 'putt' en el 'green' del 18, ningún otro campo tiene ese nivel de exigencia, a lo largo de 18 hoyos no te permite un solo momento de relajación. Es un gran campo que siempre está en unas condiciones extraordinarias». Olazabal, leyenda viva de este deporte, sabe de lo que habla.

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