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ALBERTO GÓMEZ
Jueves, 3 de agosto 2017, 00:09
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Esta semana se disputa uno de los torneos más importantes del año en el calendario femenino, el Women's British Open. Las expectativas de muchas de las principales jugadoras de la clasificación, entre ellas Azahara Muñoz, están puestas en este 'major', que comienza mañana, jueves 3 de agosto, y finalizará el domingo. Muñoz tiene una doble misión: por un lado, conseguir enlazar un buen torneo y que sus resultados y su posición en el 'ranking' mejoren y, por otro, que la capitana del equipo europeo de la Solheim Cup, Annika Sorenstam, se fije en ella para incluirla entre sus elecciones. Le quedan cuatro integrantes para completar su escuadra y la española aspira a ser una de ellas.
Aunque la temporada de la malagueña no termina de despegar, a su favor cuenta con el hecho de haber estado en las tres últimas ediciones de esta competición por equipos, donde la experiencia es un grado que Sorenstam valora mucho, más allá del momento de forma actual. Muñoz no figura en el equipo actual, compuesto por Georgia Hall, Florentyna Parker, Melissa Reid, Anna Nordqvist, Carlota Ciganda, Suzann Pettersen, Charley Hull y Karine Icher, por lo que deberá pelear para estar dentro de las cuatro vacantes. El domingo, inmediatamente después de finalizar el Women's British Open, que se disputa en Kingsbarns, Sorenstam completará la escuadra con sus cuatro elecciones, que hará públicas en una ceremonia.
La malagueña, que no estuvo presente en el Open de Escocia, se lo juega todo a la carta del British. Hay otras jugadoras que están en una situación similar a la de la malagueña, como son los casos de la alemana Caroline Masson, presente en las dos últimas ediciones, o la sueca Caroline Hedwall, que debutó junto a la española en 2011 y también ha estado presente en las tres últimas ediciones. A la hora de ser escogida por la capitana, Muñoz varios factores a su favor: la experiencia, la adaptabilidad dentro del equipo y su fiabilidad en 'match play'. En contra de la marbellí juegan su irregularidad en los dos últimos años y el empuje de algunas novatas en mejor estado de forma.
Muñoz comenzó a jugar al golf «por casualidad» y años después, cuando ya era una de las mejores del mundo, celebró su primer título del Circuito Americano con una barbacoa en familia. Poco o nada hay en la malagueña de los delirios de grandeza tan comunes entre las estrellas del deporte, aunque sus ganancias en premios superen los cinco millones de dólares. La jugadora malagueña, vigente ganadora del Open de España disputado el año pasado en el recorrido marbellí del Aloha Club, tumba el viejo cliché de que el golf femenino es cosa de niñas ricas. En Río de Janeiro, harta de pelear contra los tópicos, la sampedreña dio con sus declaraciones un golpe en la mesa antes de convertirse en la primera golfista española que disputaba unos Juegos Olímpicos: «La gente tiene que cambiar el chip. Jugar al golf es más barato que salir de fiesta. Antes sólo lo practicaba gente que tenía suerte, pero ahora basta con ver a las españolas que estamos aquí; ninguna viene de familias privilegiadas. Mis padres son maestros».
Muñoz se forjó en Estados Unidos, donde las universidades ofrecen muchas más facilidades que en Europa para los deportistas de élite. Allí existen fechas alternativas a los exámenes que coinciden con torneos, organizan competiciones por equipos y los campos son más complicados, ventajas que decantaron la balanza cuando la malagueña tuvo que elegir entre seguir en España o marcharse al extranjero. La golfista malagueña alterna ambos circuitos y suma cinco títulos, entre ellos el Sybase Match Championship, uno de los torneos más importantes del mundo, premiado con cerca de 400.000 dólares.
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