Villa Puchero: una década en la cocina de la cultura alternativa de Málaga
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El colectivo artístico cumple diez años como pionero y referente en la escena menos convencional y plataforma de visibilidad para creadores locales de vocación multidisciplinarSucede a menudo que las propuestas de apariencia más loca son las que encierran una mayor coherencia, un rigor que deja de rimar con la disciplina para hacerlo con el entusiasmo y, por ese camino, mantener una pose que no es impostura, sino pura naturalidad. Sucede a veces incluso que todo lo que rodea a un proyecto es pura poesía o metáfora, desde el nombre hasta el camino recorrido, desde los integrantes hasta el resultado de ese esfuerzo común.
Sucede todo eso en Villa Puchero, el colectivo cultural pionero en la escena alternativa malagueña, plataforma de lanzamiento y visibilidad para algunos de los creadores ahora más potentes en la poesía, la escena y la plástica. Porque Villa Puchero ha sido y es justo eso: un guiso inclasificable y sabroso a partir de ingredientes que parecen no casar demasiado, pero que sólo necesitaban la mano atenta de un cocinero paciente. Y ese es Pedro Okña.
«Soy el gran liante de todo esto...», desliza el autor de la receta de Villa Puchero, cuajado desde los márgenes de los circuitos oficiales, en los que hace incursiones para luego volver a sus dominios. «La casa», como dice Okña. Un lugar más mental que físico, que ha ido mutando y mudando como el propio colectivo a lo largo de esta década. «Villa Puchero no es un espacio, es una idea», comparte Okña, haciendo suya la sentencia de José Kipfer, del restaurante Kipfer&Lover y cómplice de Villa Puchero desde sus primeros hervores.
«Rompimos con esa tendencia de esperar a que te llamaran para hacer cosas y fuimos nosotros los que nos pusimos a hacerlas en casa. El único beneficio era crecer, apoyándonos los unos en los otros y así sigue siendo. Creo que la ciudad ha cambiado mucho en estos años gracias al encuentro de mucha gente y siento que un pedacito de eso es un poco nuestro«, sigue Okña sin perder una prudencia en el discurso que contrasta con su arrojo creativo. «Es que yo soy muy tímido, de verdad, lo que pasa es que después me lío...», ofrece entre risas.
Y en ese ir liando y liándose, Villa Puchero prendía los fogones en La Malagueta hace una década con Pedro Okña y Emmanuel Lafont. «Hablábamos mucho de que necesitábamos mostrar lo que hacíamos, era una cuestión de visibilidad –recuerda Okña– y de querer relacionarnos con otras personas creativas y en lugar de buscar un espacio, lo hicimos en casa. ¿Qué tenemos, un piso alquilado y un sofá? Pues lo haremos en un piso alquilado y un sofá».
Arriesgar y jugar
En aquella primera etapa se subieron al barco de Villa Puchero la actriz y gestora cultural Alessandra García, el dramaturgo Alberto Cortés, el ilustrador Omar Janaan, el poeta Cristian Alcaraz o el artista D.Darko. «Ahora son todos unos artistas súper punteros, no sólo en Málaga sino fuera. Y a mí esa satisfacción no me la quita nadie«, brinda Okña antes de seguir: »Nos arriesgamos y jugamos muchísimo... Pero siempre ha sido la única manera en la que hemos entendido nuestra forma de trabajar«.
Obras teatrales 'residentes' escenificadas en aquel piso convivían con presentaciones literarias, acciones escénicas, perfomances en la calle y otras propuestas que iban caldeando Villa Puchero. «Todo a pulmón siempre, claro. Nunca hemos ganado dinero y nunca lo hemos planteado con ese fin. Cada uno tenía un trabajo aparte, por eso siempre hemos hecho lo que hemos querido y como hemos querido«, remacha Okña.
Aquella primera etapa se prolongaría dos años. Okña y Lafont emprendieron caminos separados y el primero se instaló en Molinillo del Aceite, una perpendicular de la calle Carreterías donde el colectivo cambió de rumbo y de nombre, pero sólo un poco. Nacía Villa Puchero Factory con la proa puesta en el circo, el teatro y las artes visuales. Tomaban el relevo Ángelo Néstore, Martín de Arriba, Lula Mir, Nacho Mayorga... «Lo que más hemos disfrutado siempre ha sido la posibilidad de cruzarnos con gente muy creativa. Me pone mucho juntar, crear y arriesgar. Luego saldrá mejor o peor, pero te sientes vivo«.
Ese cruce tomaba forma en The Lonely People, la formación híbrida y mutante, como la propia Villa Puchero Factory, que ha llevado sus performances hasta La Juan Gallery de Madrid, sin olvidar que de la mano de The Lonely People se han abierto puertas más institucionales como las del Museo de Málaga, donde ponían en escena 'Abrazoo' en el marco de la última edición del ciclo Málaga de Festival (MaF). Sobre ese reconocimiento por parte de la cultura 'oficial' también reflexiona Okña, que lo agradece, pero marca distancias.
De la calle a las grandes instituciones
«Seguimos haciendo las cosas en la calle y por la cara, porque es lo que nos sigue moviendo. El otro día me lo comentaba La Chachi –otra de las creadoras en la órbita del colectivo– cuando me repetía: 'Tenemos que hacer cosas en la calle, porque es donde nos sentimos vivos'. Y tiene razón. Ya sé lo que son las subvenciones, los contratos, las facturas, los protocolos... Te quitan la energía en tres días. No me sé mover en ese mundo. Eso sí, me gusta probarlo todo para saber lo no me gusta. Yo lo que quiero es dar sin filtro y eso sólo lo puedes hacer desde la libertad«.
Esa libertad la han encontrado en la Central de Actuantes desplegada en La Térmica, a quien Okña agradece la confianza. «Ahora estoy dejando que me llamen. Donde me abran las puertas y pueda ser libre, 'pa'lante', pero no quiero estresarme...«, deja caer, socarrón, el chef de Villa Puchero, que sólo sueña con »volver a abrir la casa cuando todo esto normalice, recibir a la gente, montar obra residente...«.
¿Empezar de nuevo, entonces, ahora en su ubicación en la zona oeste de la ciudad? «¡Claro, hombre! Esto es una ruina, pero lo hacemos por necesidad de vomitar lo que llevamos por dentro, por puro vicio. Esto es una ollita donde se va calentando todo y después cada uno va saltando«. Por eso Villa Puchero, como las cosas importantes en la vida, es una pura metáfora.
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