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VENDER UN TESORO

SORA SANS

Jueves, 22 de marzo 2018, 00:05

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Hay cosas que el dinero no debería poder comprar. Hace unos días, un pretencioso documental calculaba el valor monetario del planeta Tierra basándose en la suma de sus recursos: tantos millones de oro, tantos de árboles, tantos de caliza... suman un total de tropocientos miles de millones de dólares. ¿Qué es un dólar? ¿Qué es el dinero sino un invento humano para intercambiar los bienes que ha sobrepasado con creces sus límites funcionales para alcanzar el estatus de poder? Pero en un planeta desierto, no hay poder, no hay nada. El dinero valdría lo mismo que un arbusto seco, indispensable únicamente para encender un buen fuego y quemar el poco oxígeno que nos quedase. A veces es necesario pensar en los extremos para poner los pies en la Tierra, porque está claro que nosotros, los que vivimos ahora de este planeta, no vamos a verlo marchitarse lo suficiente como para tener que quemar billetes, pero también está claro que se nos olvida que con cada gesto de destrucción, avanzamos hacia ese futuro. Hace unos días talaron una veintena de árboles en el Arraijanal de Málaga, es el primer paso para devastar este paraíso natural, uno de los pocos lugares vírgenes que nos quedan. Hablan de proyectos lucrativos, de maravillas arquitectónicas, de evolución económica. Pero yo solo escucho el ruido de excavadoras, solo huelo cemento y solo veo cómo este pequeño pedacito de Tierra morirá para renacer como parte de nuestra jungla gris. Estamos vendiendo nuestros tesoros pedazo a pedazo, sin pensar un momento si el dinero fácil es la mejor opción de futuro. Podríamos parar un momento y pensar en el camino que queremos recorrer, pensar en la meta a la que queremos llegar, en la herencia malagueña que queremos dejar a nuestros nietos. Podríamos imaginar un Parque Natural en Málaga, un espacio único que mantenga parte del tesoro de esta tierra. Podríamos preguntar a los niños qué prefieren. Podríamos pensar un poco, antes de que el ruido de las excavadoras lo ensordezca todo, antes de que solo podamos decir con cierta nostalgia: «antes todo esto era... algo».

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