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SAMANTA Y LAS MALAS MADRES

OSKAR BELATEGUI

Jueves, 9 de noviembre 2017, 00:42

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Samanta Villar ha patentado un tipo de plano: su rostro enfocado a la altura de un palo de 'selfie'. Sus reportajes en primera persona llevan casi diez años explotando la fórmula del 'factual', que en la jerga televisiva quiere decir entretenimiento de no ficción. Algo así como una mezcla de información y 'reality show'. Su nuevo espacio, 'Samanta y...', debutó en Cuatro la noche del miércoles con un dignísimo 11% de cuota de pantalla. Fue la segunda opción de la noche, solo superada por 'MasterChef Celebrity'. El morbo en su debut estaba servido al abordar el tema de la maternidad. En su día, la presentadora recibió un varapalo en las redes sociales al atreverse a afirmar que ser madre le había restado calidad de vida. Hubo hasta quien propuso en esa barra de bar llena de borrachos que es Twitter que le fuera retirada la custodia de sus mellizos.

Villar mostró diferentes maneras de vivir la maternidad. Viajó a la 'hipster' Portland para entrevistar a un hombre transgénero que nació mujer embarazado de ocho meses. En Córdoba conocimos a una pareja que esperaba trillizos y en Barcelona una madre alemana confesaba que tener hijos no es exactamente como esperaba. Existe una nueva generación de 'malas madres' que se atreve a romper un tabú al señalar la dureza y el desencanto de la maternidad. Aman a sus hijos, pero la vida les ha dado un vuelco que no es exactamente como nos venden los anuncios.

'Samanta y...' acertó en el ritmo y en el desfile de testimonios, desde la cantante Soraya Arnelas, a la que crucificaron por salir a cenar sin su pequeña de seis días de vida, a ese sobrepasado padre de mellizos que contaba los días que faltaban para que los hijos se fueran de casa. Hubo humor y desmitificación. Por eso en ese debate pertinente no hacían falta las confesiones de la presentadora, insomne de madrugada ante los lloros de sus niños, ni la dramatización del reencuentro con ellos tras varios días trabajando fuera. Claro que en este género donde el periodista es protagonista no se puede pedir pudor a quien juega con su intimidad, por mucho que pixele rostros infantiles.

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