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Examen de conciencia

OSKAR BELATEGUI

Jueves, 7 de febrero 2019, 00:31

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Todas las víctimas de abusos sexuales que aparecen en 'Examen de conciencia' comparten el mismo dolor en la mirada. Han pasado 20, 30, 40 años, pero cuando las fotografías de archivo nos muestran a los protagonistas de niños entendemos que no solo les destrozaron la infancia, sino su vida entera. Albert Solé, ganador de un Goya por 'Bucarest, la memoria perdida', ha dirigido para Netflix un estremecedor recuento de los casos de pederastia en colegios y seminarios de la Iglesia católica española. Tres episodios de una hora de duración con una víctima como conductor del relato, Miguel Ángel Hurtado, psiquiatra y activista que a los 16 años sufrió abusos cuando era scout en la Abadía de Montserrat.

'Examen de conciencia' arranca en el tristemente célebre colegio de los Maristas de Barcelona y cede la palabra a Joaquín Benítez, el pederasta que abusó de sus alumnos durante décadas y que ya mostró su rostro en el documental 'Shootball', de Fèlix Colomer. Prosigue con el testimonio del padre de un alumno del colegio Gaztelueta, en Leioa (Bizkaia), cuyo profesor ha sido condenado a 11 años de cárcel por abusos. El seminario de la Bañeza, en León, también es otro de los escenarios de un relato donde las constantes se repiten. La indefensión de unos chavales que ven a sus violadores no solo como profesores, sino como referentes morales; la vergüenza ante su familia y los compañeros; la impunidad de los denunciados, a los que la Iglesia simplemente traslada de centro para que sigan delinquiendo.

En un sistema legal donde estos delitos prescriben y la Conferencia Episcopal se lava las manos, solo queda exorcizar los traumas enfrentándose a los curas abusadores. Es lo que hace Emiliano Álvarez, al llamar al portero automático de Ángel Sánchez Cao y pedirle que baje al portal para preguntarle si se acuerda de él. Las drogas, la incapacidad de formar pareja y las pesadillas han sido el día a día de las víctimas, que ahora señalan a los depredadores sexuales con la misma dignidad que demostró Miguel Ángel Hurtado cuando devolvió al abad de Montserrat los 8.600 euros -en billetes de 500- con los que quisieron comprar su silencio.

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