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Álvaro Lorenzo lidia al primero de su lote. :: juan cárdenas. efe
Un toro de bandera en Valencia

Un toro de bandera en Valencia

Fondo, forma y bravura nada comunes en el cuarto de Alcurrucén, en una tarde con Mora más dispuesto que inspirado y Lorenzo, con cosas excelentes

COLPISA

Jueves, 15 de marzo 2018, 00:02

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valencia. Será muy difícil, si no imposible, que en las cinco corridas pendientes de Fallas embista un toro con el fondo y las formas del cuarto de los solo cinco de Alcurrucén que los veterinarios de aduana dejaron lidiar. Un toro de bandera, Economista, número 146, 560 kilos, castaño lombardo, carifosco, de llamativa hondura y porte excepcional. Armado por delante, ni alto ni bajo, de largo cuajo, poderosos pechos, frondoso cuello, manos cortas. No es común casar tanta armonía con tanto cuajo o tanta hondura. Trapío.

Una dichosa rareza verlo embestir cincuenta veces con tan transparente estilo y tan fluido calado. ¡Qué manera de repetir, de ir descolgando en los primeros compases antes de romper del todo y de hacerlo clamorosamente! Cuatro o cinco muletazos por tanda y, sin embargo, se tuvo la impresión de que podían haber sido diez o más dentro de una misma serie. El ritmo de un purasangre, que llevaba sangrado un puyazo trasero y solo un picotazo medido, pero bien peleado, porque en la segunda vara el toro romaneó. Solo en banderillas echó un borrón: esperar y cortar por la mano izquierda. Antes de banderillas, en un quite delicado y muy bien firmado de Álvaro Lorenzo -tres verónicas y la media-, escarbó una vez. Entre el primer y el segundo lance.

David Mora, plantado de rodillas en tablas para una larga cambiada en el saludo, se estiró en lances de manos bajas cobrados de dentro afuera, y entonces empezó a cantarse la gloria del toro. Después de cerrar el tercio de banderillas Ángel Otero, con un par poderoso y rotundo, muy de los suyos, se pasó un buen rato hasta que David Mora llegó al toro, dejado a solas en un burladero de sol, entre capotes y la puerta de arrastre. Al cite primero, de rayas afuera, vino de largo sin excusa. Galopando. Al cuarto viaje, repetidos los dos previos, ya estaba rodando y pidiendo los medios, que suele ser el terreno de los toros de bandera. En la muleta se definen esos toros salidos del joyero. Codicia y fijeza, las dos cosas. Ni un solo renuncio.

Una prolija faena de ritmo menor y desigual compostura de David Mora, celebrada cuando la banda se arrancó con el inefable Nerva; de figura algo forzada, de muletazos encadenados sin entrar en honduras porque no hubo ni que discurrir nada que no fuera dejar al toro ir y volver como una máquina. Antes de la igualada, enfriada la cosa, una voz del tendido pidió la vuelta para el toro. Se enrocó el palco. La muerte, tras estocada ladeada, fue espectacular por la resistencia. Morir de pie entre las rayas, la vista perdida, un lento viaje hacia tablas pero sin llegar a ellas. Mientras agonizaba el toro, rompió una ovación cerrada. El toro de la feria. Dijo el pasado invierno el José Luis Lozano ganadero que las reatas de los músicos -Trompeta, Clarín, Gaitero y demás- no son las de mejor nota de Alcurrucén, como se viene diciendo y repitiendo desde que la familia Lozano se pasó al encaste Núñez, y que había otras mejores. Pareció una profecía. Habrá que seguir la pista a las nuevas familias.

Toreo delicioso

Álvaro Lorenzo hizo cosas exquisitas y solo exquisitas, que no es fácil. Auténticas delicias con el capote y dos faenas de llamativa suavidad, firmeza serena, soltura y el sello de la calidad natural. Ni la resistencia a darse del segundo alcurrucén, que supo sujetar con maestría, ni la mala condición del toro de El Ventorrillo lo descompusieron. Una bella manera de pisar y estar, una seguridad sorprendente. Muy bullidor, pero demasiado célere y ligero Luis David Adame, que está por hacerse y definirse. En el arranque, con el pastueño toro que rompió plaza, David Mora anduvo fácil, sin apretar.

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