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Sebastián Arteaga
Málaga
Lunes, 13 de enero 2025, 10:11
Conocemos de sobra su inconfundible melodía, e incluso en algunas ocasiones la hemos tarareado jocosamente entre amigos y familiares. Con frecuencia, la identificamos en distintos videojuegos, grupos de música, series, películas. Pero no todos sabemos que se trata de 'Korobéiniki' o 'Los Buhoneros', canción popular ... rusa basada en una obra de Nikolái Nekrásov, uno de los poetas y dramaturgos rusos más importantes del siglo XIX. Tampoco que sus famosas, geométricas y frenéticas piezas de tetrominó se han empleado como diseño de juguetes clásicos décadas antes de su animada aparición en la pantalla. Por no hablar de la expresión «hacer un Tetris», usada con orgullo cada vez que logramos ordenar algo aprovechando cada hueco del espacio.
A menudo, es cuanto sucede con el arte y la cultura popular. Por su carácter cotidiano, accesible o a priori ligero, ignoramos el trasfondo histórico-artístico y cultural del mismo. Y aunque los tiempos han cambiado, todavía hoy existen ciertos prejuicios a la hora de valorar la estética de disciplinas, técnicas y prácticas más o menos recientes que tradicionalmente no han formado parte de la historia de los museos o el arte oficial. «A cada arte su tiempo, a cada arte su libertad», escribió Ludwig Hevesi hace dos siglos. Así, es difícil abordar el videojuego sin tratar su carácter lúdico de forma condescendiente o banal. Como si jugar fuera únicamente cosa de niños. La Distinción, de Pierre Bordieu, y el 'Homo Ludens' de Huizinga tienen aún mucho que decir. Pero por suerte, también algunos museos.
Málaga, punta de lanza en cuanto a innovación tecnológica y sector museístico se refiere, da un pequeño gran paso sobre el tema. Y es que gracias a la colaboración entre el Polo Digital, la Asociación Altair y la Colección del Museo Ruso, hasta el 20 de enero es posible disfrutar del fenómeno Tetris a través de distintas instalaciones en cada centro.
Con el título de 40 años encajando piezas, se conmemora el tremendo impacto tecnológico, artístico y sociocultural de Tetris a nivel global. Por algo es el videojuego más vendido –y probablemente conocido– de la historia, jugable en prácticamente todas las plataformas; desde sus orígenes cuando el ingeniero Alekséi Pázhitnov lo programó el 6 de junio de 1984, hasta sus versiones más actuales en consolas de nueva generación, pasando por las clásica Game Boy, Nintendo, Megadrive, PC o Mac. Ésto es justo lo que puede verse en el Polo Digital, junto a varias vitrinas que exponen los diferentes formatos del videojuego, así como algún tetrominó que otro, junto a la flamante versión arcade de Tetris.
La Colección del Museo Ruso, por su parte, exhibe digna y elegantemente una exquisita máquina recreativa del videojuego, vinculando sus raíces con la mismísima historia del arte ruso. A nivel iconográfico, la escenografía del propio Tetris nos muestra danzas cosacas tradicionales, cohetes como referencia a la Carrera Espacial, e incluso una curiosísima imagen de la Catedral de San Basilio. Historia, arte, tecnología, sociedad.
Innumerables son las obras de arte del s. XX que han tratado la idea de poner orden en el caos ante una sociedad acelerada, que se fragmenta cada vez con mayor rapidez. Sin ir más lejos, en Centre Pompidou Málaga tenemos 'Cornwall Slate Circle' (Richard Long, 1981), formando parte de la exposición 'Place-ness. Habitar un lugar'. Mas quizás sean también obras como Tetris, que desde la vanguardista actitud de integrar el arte en lo cotidiano a través de la interacción lúdica y la tecnología, las que nos ayuden a romper con la cuarta pared, animándonos a construir juntos. Pieza por pieza.
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