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Rosalía, poderío 'motomami' en Fuengirola
La cantante lleva al delirio a más de 13.000 personas pasando de la música urbana al zapateado en un espectáculo concebido como un eterno videoclip
Solo una 'motomami' convoca a más de 13.000 personas en Fuengirola cuando ya ha dado otros tres conciertos en Andalucía en una semana. Y ... solo una auténtica 'motomami' consigue que todas ellas le sigan en su particular trance ya se marque una bachata, un reguetón, un dembow o una bulería. Lo mismo da. Ella pasa de la chulería del perreo a la emoción de un quejío sin pestañear. Así es Rosalía, un extraño equilibrio entre el rugido de un motor y la delicadeza de una madre, entre la fuerza de su lado callejero y la dulzura de una voz cristalina. Una dualidad que, con el mercurio rozando los 30 grados, desplegó durante hora y media de espectáculo en Marenostrum Fuengirola.
Porque eso fue su concierto: puro show, un eterno videoclip con varias cámaras (con un operador casi siempre presente en el escenario) reproduciendo diferentes planos de las estudiadas coreografías con sus ocho bailarines. Ellos eran su única compañía sobre las tablas: sin músicos en vivo, solo un teclista para algún tema, en una propuesta que llega con todas las bases electrónicas pregrabadas. Una producción sencilla, pero muy efectista que ella sola llenaba con una seguridad abrumadora.
Demuestra que lo suyo va mucho más allá de la aparente superficialidad del coreado «Saoko, papi, saoko»
Tuvo sus momentos 'chonis', sí, pero también instantes sublimes que la confirman como la 'pop star' de este tiempo. La Rosalía demostró en el directo que lo suyo va mucho más allá de la aparente superficialidad del coreado «Saoko, papi, saoko» con el que abrió la noche, o de ese facilón «yo no soy ni vi'a ser tu bizcochito, pero tengo to' lo que tiene delito» que sonaría poco después. La cantante catalana trasciende los géneros y los estilos con un lenguaje propio envuelto en brilli-brilli y una estética estrafalaria para hacer algo que podrá gustar más o menos, pero que es único.
Delante, el delirio de un público hecho a su medida, toda una pasarela 'a lo Rosalía' donde mandaban las transparencias, los modelos ajustados, las trenzas de boxeadora, los mechones rosas y los cocos tipo pompón. Un desfile de aires desenfadado, divertido y provocador. Como su diva, a la que adoran. Y se lo demuestran. «Rosi, yo sería el último pétalo de tu flor de sakura», leyó en uno de los carteles que levantaba el público. Y añadió: «¡Nunca me han dicho un piropo tan profundo!». Fue uno de los muchos gestos cómplices que tuvo con sus incondicionales, a los que pidió hasta recomendación para la cena. «Unos espetos, ¿no?», bromeó.
Tras las primeras descargas de música urbana y latina, después de que todo Marenostrum entonara 'La fama' y callara con la hermosa balada romántica 'Dolerme', vendría uno de sus golpes de efecto. La Rosalía se puso flamenca, a su manera. Y en eso tampoco le gana nadie. Marcó el compás por 'Bulerías', ese maravilloso grito jondo con el que se reivindica igual de cantaora «con un chándal de Versace que 'vestiíta' de bailaora». Lo es por derecho. Como intro, se arrancó con los quejíos de 'De aquí no sales', una de las pocas concesiones a su pasado más inmediato: 'El mal querer', el disco de 2018 que trazó el camino a lo que ella es hoy. Solo volvería a él un par de veces más con los dos himnos que lo hicieron universal: 'Pienso en tu mirá' y, claro está, 'Malamente', con un «trá trá» repetido en eco por los miles de fans.
Fue una noche de contrastes encadenados. Una mezcla que en ella más que una contradicción es una reafirmación de una personalidad ecléctica que no se ajusta a los cánones. Del «Motomami, motomami, motomami» subida sobre su equipo de baile recreando una moto, a la tierna nana 'G3 N15' que dedica a su sobrino Genís. «Estaba fuera de mi país y echaba mucho de menos a esa personita. Y pensé, ¿cómo hago para que cuando crezca sepa que me importaba y le tenía presente?», explicó antes de brindar una conmovedora actuación. De la inclasificable 'Diablo' -que cantó sentada mientras se desmaquillaba y cortaba sus extensiones- a la balada 'Hentai', la melodía más hermosa para la letra más sexual del disco que interpretó de forma bellísima al piano. Y solo ella puede zapatear con ese estilo con 'La combi Versace' de fondo y transmitir tanta emoción con una voz distorsionada en 'Como un G'.
Por el camino, Rosalía desplegó las muchas colaboraciones que han afianzado su carrera, desde el dembow 'Linda' de su 'homie' Tokischa a 'La noche de anoche' de Bad Bunny. «Esta es para que se la dediques a tu persona especial», dijo antes de bajar a pista para pasar el micrófono a sus fans. Impresionante el efecto que logró con la joya 'Sakura', con miles de personas hipnotizadas con sus agudos. Un silencio que, antes y después, rompió con los trallazos de 'Chicken teriyaki' y 'Cuuuuuute' para despedir una noche en la que no faltaron las bases de las que ha bebido. Ahí estaban sus guiños a la 'Gasolina' de Dady Yankee y hasta al 'Papi chulo' en un alarde de orgullo reguetón. Porque una verdadera 'motomami' no tiene complejos.
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